Foto: Luisina Donnarumma.
Gustavo Yuste es un poeta, periodista y narrador nacido en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina, en 1992. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires, periodista cultural y escritor. Colaboró para distintos medios como El Ciudadano (Chile), Revista Noticias, Perfil, Am750, Revista Kamchatka, el blog de Eterna Cadencia y es cofundador de la revista digital La Primera Piedra. Publicó, entre otros, los libros de poesía La felicidad no es un lugar (Santos Locos), Electricidad (Sudestada) y Accidentes del ánimo (Santos Locos). En 2019 publicó su primera novela Personas que lloran en sus cumpleaños (Paisanita), en 2020 el diario de viaje El viento trae noticias. Postales desde Cuba (Entre Ríos), con edición en Argentina y España, y en 2021 el libro apto para todo público La fidelidad de los gatos (Mágicas naranjas). En 2017 fue seleccionado en la Bienal Arte Joven Buenos Aires dentro de la categoría Escritores. Actualmente coordina talleres de escritura y lectura de poesía. Presentamos un fragmento de Turistas perdidos (Ediciones B, 2023), su segunda novela publicada, una obra en la que el autor aborda temas habituales en su escritura como el amor, las ausencias, la pérdida y los sentimientos más cotidianos que apilamos como cajas de mudanza en las esquinas de nuestras casas, una obra en la que juega con los estilos combinando partes de prosa más tradicional con otros, como estos fragmentos de prosa poética que abren el libro.
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El plano es el siguiente: cajas amontonadas en un rincón. En la esquina opuesta, un vacío total. En algún momento esto tiene que parecerse a un hogar, pero el color caqui de esos cubos apilados indica lo contrario. Por la ventana entra la luz del sol pero solo ilumina un espacio vacío en el suelo, como si decidiera esquivarme. Lo que todavía no tiene forma queda en la penumbra.
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La primera computadora que tuvimos con mi familia era un bien de lujo. La fantasía de tener una nave espacial extraña en un rincón del cuarto, encima de las pelusas y juguetes diminutos que dimos por perdidos. El primer fondo de pantalla que elegimos fue una foto de los tres juntos: papá, mamá y yo posando para la cámara digital de un tío en el campo. Cuando ellos se divorciaron, dos semanas después, un fondo verde agua inerte ocupó ese espacio. Nunca más lo cambiamos. Durante años representé la ausencia con ese color.
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La primera noche en este ambiente fue menos angustiante de lo que imaginaba. El sueño llegó antes de lo esperado y yo no opuse resistencia. El colchón en el piso, apenas cubierto por una sábana, escoltado por dos cajas de tamaño mediano que cumplieron la función de mesas de luz. Otra vez la decepción de no soñar: una noche entera similar al rectángulo negro de ese portarretrato vacío o una computadora sin salvapantalla.
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Cuando me deshaga de estas cajas, gran parte de mis últimos años se va a ir con ellas. Mis objetos particulares, mi ropa, mi orden precario en otro ambiente sin historia. Todavía cerradas, en cambio, dan la sensación de trasbordo, de transición, de múltiples chances, como esos viejos programas de preguntas y respuestas que daban a elegir al concursante entre un electrodoméstico o “lo que haya dentro de la caja”.
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Una de las últimas veces que mantuvimos una conversación fluida, me dijo: “Tenés que pensar fuera de la caja”. Le marqué que esa frase sonaba a coaching espiritual y que no sabía qué quería decir. Semanas más tarde, mi situación se reduce a pensar al lado de las cajas. Como no logro salir de lo obvio, las miro hasta que se me canse la vista o la postura de la espalda me juegue una mala pasada. Incapaz de todo pensamiento creativo, mi vida transcurre en un ambiente que parece un depósito de un negocio mal planificado.
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Autor: Gustavo Yuste. Título: Turistas perdidos. Editorial: Plan B.
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