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José Manuel Ruiz Blas: "Con el Racing de Madrid solo había puerta grande o enfermería" - Zenda
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José Manuel Ruiz Blas: «Con el Racing de Madrid solo había puerta grande o enfermería»

Sus hazañas se han desvanecido con el paso de los años. Ya nadie recuerda a los apaches de Chamberí. Pero los futbolistas canallas y pendencieros del Racing de Madrid hicieron morder el polvo a los distinguidos y atribulados jugadores del Real en numerosas ocasiones.

Sus hazañas se han desvanecido con el paso de los años. Ya nadie recuerda a los apaches de Chamberí. Pero los futbolistas canallas y pendencieros del Racing de Madrid hicieron morder el polvo a los distinguidos y atribulados jugadores del Real en numerosas ocasiones. A principios del siglo XX, en la capital de España, varios equipos se disputaban la hegemonía, pero ninguno tenía una afición tan leal, aguerrida y macarra como la de este modesto club.

El conjunto más odiado de Inglaterra es el Millwall. Sus aficionados son la peste para el resto de los aficionados del Reino Unido. El calificativo de hooligans se les queda corto. Pero ellos lucen con orgullo en sus bufandas su condena: «No le gustamos a nadie, no nos importa«. Algo parecido debían pensar los seguidores del Racing de Madrid, y también sus jugadores. José Manuel Ruiz Blas ha rescatado del olvido la historia de estos pioneros del balompié en su obra El último gol apache (Debate, 2023). Un entretenido relato sobre los orígenes del fútbol en Madrid, la fundación del Racing y su caótica gira final por Perú, Cuba, México y Estados Unidos, que fue el triste epílogo de las andanzas de unos de los futbolistas más folloneros y épicos que han pisado los campos de este país.

Hablamos con José Manuel Ruiz Blas de «los chisperos», de una anécdota apócrifa de Valle-Inclán, de Miguel Gila y, por supuesto, del Racing de Madrid.

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—«Equipo chamberilero de rompe y rasga. Castizo. Golfo. Futbolísticamente era la furia desatada. El equipo quebrantahuesos del señoritismo del Madrid y del caganchismo del Athletic —el actual Atlético—». Después de leer ese párrafo de Félix Martialay dan ganas de pedir el carnet de socio del Racing de Madrid. 

"El Racing de Madrid representaba el carácter popular en un momento en el cual el fútbol se va desligando de los aspectos más elitistas"

—La verdad es que es una descripción brillante y muy atractiva. El Racing encarnó un espíritu, una idiosincrasia muy particular. Por oposición a todos los demás y porque entonces los equipos tenían un carácter muy marcado. Martialay lo clava con esas pinceladas. El Real Madrid encarnaba esos rasgos señoriales; los de la Gimnástica eran devotos de la práctica de la educación física, de las teorías científicas y del culto al músculo; y el Atlético —que en ese momento era una sucursal del Bilbao, de donde provenían jugadores y socios— tenía ya entonces fama de «cagancho», de conseguir grandes gestas y perder con el equipo más insospechado. Frente a todo eso, el Racing de Madrid representaba el carácter popular en un momento en el cual el fútbol se va desligando de los aspectos más elitistas y se convierte en un fenómeno para todos los públicos.

—Hoy casi nadie recuerda a este equipo. ¿Por qué se perdió el rastro del Racing de Madrid?

—Creo que en España no somos muy devotos del culto al pasado en los deportes, del respeto a la historia. En Inglaterra, por ejemplo, hay archivos maravillosos, fantásticos, muy completos de los orígenes de este deporte. Todos los clubes tienen museos sobre su historia y hay unos libros magníficos. En España eso no estaba tan presente. No se ha cuidado. No tenemos esa cultura de recuperación del pasado. El Racing de Madrid tuvo una vida muy efímera, demasiado breve. También pudo influir la Guerra Civil. Durante el conflicto desaparecieron muchos archivos, se quemaron muchos documentos. Esto provocó que se perdiese el rastro de personas y también de instituciones. La mezcla de todo lo anterior hizo que el Racing, aunque tenga una historia fascinante detrás, sea un equipo del que casi nadie ha oído hablar.

—Los jugadores del Racing eran aguerridos, pero su hinchada no se quedaba atrás. ¿Fueron los primeros hooligans del fútbol español?

"Al final, de tanto golpear los yunques saltaban las chispas, no solo en el campo de juego, sino también en las gradas"

—Sí. Me tomo esa licencia al comentarlo en el libro, porque el fenómeno de los hooligans es algo muy específico, muy ligado a la cultura británica, a la época del gobierno de Margaret Thatcher, de las crisis económicas y de las clases obreras. Pero podemos afirmar que la del Racing era una afición bastante caliente. Sus seguidores eran bastante viscerales y muy animosos. Estaban tan entregados a esa causa que el primer campo del Racing de Madrid lo construyeron los propios socios con sus manos en la calle Hermosilla. Era una hinchada ligada a Chamberí, que era un barrio popular en aquel momento. A los de Lavapiés los llamaban «los manolos» y a los de Chamberí «los chisperos», quizás porque estaban allí las fraguas. Al final, de tanto golpear los yunques saltaban las chispas, no solo en el campo de juego, sino también en las gradas.

—Además de los equipos que levantan copas de Europa, nos enamoran los románticos como el Cádiz de Mágico González y el Southampton de Matthew Le Tissier. ¿Por qué nos atraen tanto los perdedores? 

"En ese camino encuentras la grandeza de haber podido elegir como pierdes"

—Creo que eso va un poco en el carácter de cada uno. Yo soy muy vulnerable a esas historias. No solo por la derrota en sí misma. Solo pierde quien tuvo para algo que perder, como decía el poeta. Los del Racing de Madrid tuvieron bastantes gestas y consiguieron hazañas deportivas a la escala de esa época. En mi caso se ha mezclado el desencanto con el fútbol contemporáneo y la nostalgia de algo no vivido, de otro fútbol y de otras historias. Ahora solo se vende el éxito, el triunfo. Eso hace que veamos con simpatía trayectorias de bellos perdedores, que tienen cierto carisma y, sobre todo, por el empeño de proponerse una tarea que desborda su capacidad. En ese camino encuentras la grandeza de haber podido elegir cómo pierdes.

—Ahora el fútbol tiene un aire más mundano, pero los pioneros que trajeron a España este deporte eran unos auténticos esnobs: usaban palabras en inglés —algo que en aquel tiempo era una extravagancia—, fumaban en pipa, vestían trajes de cuadros y hasta se afeitaban el bigote.

—La eclosión del deporte está ligada a cierto aspecto elitista. Incluso el mundo de la cultura lo vio con buenos ojos porque se suponía que el deporte enaltecía los valores ciudadanos y mejoraba las sociedades. Todo ese vocabulario en inglés del fútbol estaba revestido de un carácter muy cosmopolita. Igual que hoy en día nos parece muy moderno utilizar palabras que hemos adoptado de ese idioma porque nos resulta más sofisticado. Ese mismo sentimiento estaba presente entonces. La vida urbana era la modernidad, el futuro. En ese momento, el fútbol, el cine y la música, eran manifestaciones radicalmente nuevas. Los intelectuales vieron todo eso con simpatía. Ortega y Gasset veía en el deporte una manera de fortalecer esa «maltrecha raza europea» por la que él tanto se lamentaba. Valle-Inclán, según cuenta una anécdota apócrifa —seguramente—, presumía de haber traído el fútbol a España. El Racing de Madrid tenía una tertulia en el Café Granja el Henar, que era uno de los lugares míticos del Madrid literario.

—Cuenta en su obra que, en los años 70, el marcaje individual era visto como de izquierdas y el de zona de derechas. La política está muy presente en el libro, impregna cada capítulo.

—Sí. Esas son unas teorías que surgen en Italia. El Calcio es conocido por el Catenaccio. Una cosa árida y plomiza que es el antecedente del fútbol moderno. En esos años 70, el talento individual, la creatividad y el genio eran vistos como algo aristocrático. Por otro lado, el juego colectivo, con esa forma de ser abnegado en marcaje, defendía los valores del sacrificio. Para los intelectuales de aquella época suponía una especie de analogía de lo que tenían que ser los valores de la izquierda.

El primer título que lograron fue heroico. Consiguieron ser campeones sin apenas entrenar, recién inscritos en el campeonato. El fútbol canalla de los obreros del Racing se impuso al de postín de los señoritos del Barrio de Salamanca.  

—La rivalidad entre el Racing y el Real Madrid nació del segundo partido que disputaron, un encuentro amistoso que según las crónicas terminó de forma violenta. Hay muchas patadas y al final llegaron a las manos. Ahí se gestó esa enemistad entre ambos equipos. Su lucha contra el Madrid precipitó su declive. En 1917 el Racing nombró presidente a un constructor, Alejandro Miró Trepat, cuya familia había sido la responsable de la urbanización de la Gran Vía y de la pavimentación y el saneamiento público de Madrid. El Racing era un equipo modesto que, de repente, disfrutó de cierta prosperidad y de músculo económico. Este hombre trajo de Cataluña las prácticas del profesionalismo encubierto. El deporte tenía que ser amateur según los ideales de la época. Había muchas fórmulas para burlar el amateurismo mediante premios y viajes. El Racing adoptó esa vía y el Madrid, que no toleró muy bien que su nuevo rival se convirtiera en el mejor equipo de la ciudad, intrigó en la Federación donde tenía bastante poder. Movieron los hilos para conseguir que sancionaran a tres de los mejores jugadores de Racing. Esto les hizo perder competitividad. Pese a todo, el año siguiente disputaron el título hasta el último partido. Cuando en 1926 se aprobó el profesionalismo, el Madrid se entregó a él de una manera bestial. La Gimnástica, sin embargo, prefirió desaparecer. Lo mismo ocurrió con el mítico Corinthian inglés, en el cual se inspiró el Madrid para tomar el color blanco de su uniforme, que quiso seguir siendo amateur.

—Uno de los mayores fans del Racing de Madrid fue el humorista Miguel Gila.

—Esto es algo que me encontré durante la investigación. Al parecer, Gila cuando iba de camino al colegio paraba en el campo del Racing de Madrid de Chamberí. Entraba a ver los entrenamientos y se colocaba detrás de la portería para intentar atajar los balones que llegaban hasta él. Que Gila fuese un aficionado del Racing dice mucho de la importancia y de la implantación social que tuvo este club.

—En el Racing de Madrid jugó un futbolista que tuvo una vida que da para una novela de 600 páginas, Patricio (Perico) Escobal. Estuvo encarcelado durante la Guerra Civil y cuando Millán-Astray, el fundador de la Legión, fue de visita a su prisión le soltó sin despeinarse: «¡Me cago en Franco y en usted!».

"Cuando jugaba con el Madrid, Perico era todo pundonor y coraje, y se alababa su dureza. Sin embargo, cuando militó en el Racing se le acusó de ser un poco sucio"

—Patricio Escobal era una auténtica estrella de la época. Fue un hombre muy culto. Picasso quiso ilustrar sus memorias —Las sacas—. Este jugador ocupa una nota al pie de página en mi ensayo, pero efectivamente su vida da para un libro propio. Perico fue capitán del Real Madrid a lo largo de los años 20, y encarnó ese ideal del futbolista que rivalizaba ya con los toreros en cuanto a fascinación social. Escobal recordaba en sus memorias las fiestas, las juergas, esa vida del futbolista como nuevo héroe, como ídolo popular. Sus últimos años los disputó en el Racing. Ahí hubo un doble rasero. Cuando jugaba con el Madrid, Perico era todo pundonor y coraje, y se alababa su dureza. Sin embargo, cuando militó en el Racing se le acusó de ser un poco sucio, un futbolista violento. Había en la prensa cierta parcialidad. Pero sí, Escobal fue una figura maravillosa.

—Convertidos en unos apestados. Después del fracaso del nuevo estadio en Vallecas, los jugadores y los directivos del Racing Club emprenden una huida hacia adelante: se marchan a América de gira.

—A finales de los años 20, el Racing estaba en decadencia. Cuando se creó la Liga quedó encuadrado en la Segunda División, aunque aquellos reclamaron su sitio en Primera por haber sido campeones regionales. En su primer año en Segunda descendieron a Tercera. Y eso para ellos fue la ruina absoluta. Los partidos se jugaban entre semana, a veces en horarios imposibles para no coincidir con los partidos de Madrid y Atlético. Entonces no había iluminación artificial. El fútbol era un deporte de invierno y había que jugar antes de las tres o las cuatro de la tarde. Construyen un estadio en Vallecas formidable, fastuoso, pero con una ubicación pésima. La idea para superar la situación es emprender una gira por América, algo que ya había rumiado el club desde su fundación. Una decisión que fue motivo de burlas entre la prensa. Un concepto que luego todos los equipos imitaron. Emprendieron ese proyecto en 1930 con el objetivo de recaudar dinero para financiar ese estadio y recuperar su grandeza. Pero la gira fue un absoluto fracaso, no solo en lo deportivo, sino por todas las calamidades y toda la mala suerte que los rodeó.

—A esa última gira se les unió un guardameta legendario, Franz Platko, al que Rafael Alberti le dedicó una famosa oda.

—Platko había sido un portero mítico del Barcelona que jugó una final de Copa, el en el campo del Sardinero frente al Mar Cantábrico, donde acabó con la cabeza ensangrentada. Y eso inspiró a Albert para componer la «Oda a Platko», que es uno de los poemas de temática deportiva más famosos de la literatura española. Platko —ya en decadencia— se enroló en la gira del Racing de Madrid, que tenía un carácter un poco mercenario. Habían mantenido en el equipo a algunos jóvenes de la cantera y se reforzaron con algunas estrellas en declive.

—Su libro narra la historia del Racing de Madrid, pero en un segundo hay otro protagonista destacado, Paco Bru. Todo un carácter que llegó a ser árbitro y saltó al campo con un pistolón por lo que pudiera pasar.

"Paco Bru lo fue todo en el fútbol español, sin embargo, es una figura sobre la que hay una amnesia total"

—(Risas) Entonces la profesión de árbitro estaba sujeta a peligros y no se le ocurrió otra cosa a Bru que saltar al campo con pistola. Bru, además de árbitro y jugador de fútbol, fue el primer seleccionador nacional que tuvo España. También ejerció de periodista, conferenciante y corresponsal. Paco Bru lo fue todo en el fútbol español, sin embargo, es una figura sobre la que hay una amnesia total. Muy poca gente sabe quién fue este hombre. Paco Bru fue el artífice de toda esta gira demencial que emprendió el Racing de Madrid. Él fue el instigador y el ideólogo.

—Otro de los grandes que asoma por su obra es el periodista Jacinto Miquelarena.

—Miquelarena fue un precursor del periodismo deportivo. El dirigió el diario Excélsior, que fue la primera publicación exclusivamente deportiva del país. Era un gran amante del deporte porque entendía que era una manifestación cosmopolita, de una rabiosa modernidad. Miquelarena hacía una especie de comentarios, de glosas, a los acontecimientos que llegaban por los teletipos de la gira disparatada del Racing de Madrid. Tenía una pluma elegante y dotada para el humor —un humor blanco, divertido y muy naif— que usaba para adornar esos episodios. Algunos de los cuales rescató para el libro porque aportan un toque de comedia. Jacinto Miquelarena está hoy en el olvido, pero hay clichés del periodismo deportivo que siguen vigentes. Como cuando llamó al pelotón «la serpiente multicolor», que es casi una greguería. Tenía un enorme talento literario y un gran sentido del humor.

—Paco Bru tuvo un gran ayudante para montar la gira, Cristino Lorenzo, el burócrata del Racing de Madrid. Un hombre que años más tarde, pese a quedarse ciego siguió narrando partidos de fútbol, en directo, durante su exilio en México.

—Cristino fue una figura controvertida y polémica. Él era el secretario técnico, la persona que estaba en los despachos. Lorenzo fue el otro urdidor de esta gira junto a Paco Bru. Ambos son dos grandes personajes. Durante la investigación para el libro, descubrí que el Cristino Lorenzo que era un famoso periodista en México era el mismo que el directivo del Racing de Madrid. Su rastro se perdió después de la Guerra Civil y luego acabó siendo un personaje muy popular en América.

—Y después de Sudamérica y México, llego el epílogo más triste. Los sueños del Racing de Madrid se esfumaron en Brooklyn en descampados sin apenas público, en partidos que acababan a puñetazo limpio.

"Con el Racing de Madrid todo era a lo grande: puerta grande o enfermería"

—Ese final también hace atractiva su historia. Esa escenografía de muerte anunciada que sucedió en Nueva York. No es lo mismo desaparecer allí que jugando en preferente en un campo de mala muerte. Con el Racing de Madrid todo era a lo grande: puerta grande o enfermería. Ellos empezaron la gira en Nueva York bastante bien porque llevaban consigo a una estrella internacional del fútbol. Los primeros partidos los jugaron en los mejores estadios del circuito metropolitano de Nueva York, en estadios de béisbol con decenas de miles de personas en las gradas. No quiero adelantar lo que les sucede, pero acabaron jugando en campos casi destartalados, en solares con muy poco público.

—Esa narración del principio del libro, cuando explica que el lugar donde disputaron su último partido los jugadores del Racing de Madrid, en Brooklyn, ahora es un descampado donde mandan los pandilleros, me recordó al comienzo del Crepúsculo de los dioses, en el cual vemos un cadáver flotando en una piscina mientras una voz en off —la del ahogado— nos empieza a contar cómo llegó allí. 

—(Risas) Sí. Es verdad este libro empieza por el final. El principio ya te adelanta cómo va a acabar todo. Rebobinas hacia atrás para saber qué ha pasado para haber llegado hasta ahí, a ese cadáver que flota en una piscina, a ese guiñapo humano que está jugando en un descampado de Brooklyn.

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Miguel Ángel Santamarina

Nací en Burgos, y ahora vivo bajo las palmeras de Almuñécar. Estoy prisionero en Zenda desde sus comienzos. No me canso de darle a la tecla. En breve, publico un libro de historia, mientras le sigo dando vueltas a mi primera novela.

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