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María Negroni: "Si la vida alcanzara, no habría literatura" - Zenda
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María Negroni: «Si la vida alcanzara, no habría literatura»

«La literatura es la vida que no alcanza», recoge Negroni en una frase de Pessoa en el inicio de El corazón del daño (Random House), a lo que añade en una entrevista con EFE que «si la vida alcanzara, no habría literatura». Considera la autora argentina que «los humanos escribimos porque hay una sensación de pérdida,...

La escritora argentina María Negroni, que acaba de publicar el libro inclasificable entre la autobiografía y la poesía El corazón del daño, considera que «la literatura y el arte son la consecuencia de una insatisfacción de la vida misma».

«La literatura es la vida que no alcanza», recoge Negroni en una frase de Pessoa en el inicio de El corazón del daño (Random House), a lo que añade en una entrevista con EFE que «si la vida alcanzara, no habría literatura».

Considera la autora argentina que «los humanos escribimos porque hay una sensación de pérdida, casi consustancial a la vida» y recurre al mito bíblico de la expulsión del paraíso: «Cuando Adán y Eva son expulsados y condenados al trabajo y a la muerte, ahí comienzan a hablar, lo que demuestra que si pudiéramos poseer el mundo, no hablaríamos«.

Negroni define esta obra como «un libro de duelo por la muerte de la madre» que tuvo su curioso origen en una frase que había escrito para otro libro que no llegó a cuajar: «En la casa de la infancia no había libros», un fallido libro que tuvo que ver con la muerte de su madre. Poco a poco, relata, el libro pasó del tiempo de la pérdida de la madre a otra cuestión, «la idea de cómo se forma una escritora, un doble origen que tiene que ver con la lengua materna y con la tradición literaria, troncos que alimentan la escritura».


Escritora tardía que comenzó a publicar a los 35 años después de unos años dedicada al activismo político y de «exilio interior» durante los años de la dictadura, Negroni destila en El corazón del daño circunstancias personales, sus amigos, su militancia en la clandestinidad, el abandono de Buenos Aires y la emigración a Nueva York, «una caja de Pandora» donde vivió veinte años, así como el paisaje interior que dejaron en ella.

Explica también sus dificultades para escribir al tener que compaginarlo con la crianza de los hijos, los estudios universitarios en un país extranjero y el descubrimiento de una ciudad como Nueva York. «Siempre me ha interesado cómo se integra la vida en la literatura», señala Negroni, que durante un tiempo estudió las vidas de otras escritoras: «No encontré un patrón común, hay muchas escritoras suicidas, hay muchas que no tuvieron hijos o parejas».

«El corazón del daño» tiene mucho de su «aliento poético», reconoce, porque «la poesía va al hueso, al meollo de las cosas, no se entretiene en las anécdotas»; y entiende que muchos vean sus obras «inclasificables» y se refieran a ellas como «ensayos líricos, novelas que no son narrativas o poemas que mezclan la biografía».

Sin embargo, la escritora no cree mucho en las etiquetas, «en los libros hay escritura o no hay escritura» y para ella «el personaje principal es el lenguaje, que tiene que emocionar, porque las palabras son criaturas vivas, que además son como esas piedras que tiradas al agua generan círculos concéntricos».


Niega que el volumen sea un libro terapéutico, pues «la literatura es literatura» y, parafraseando al poeta brasileño Paulo Leminski, asegura que «la poesía es un inutensilio»: «Para resolver los problemas que aparecen en el libro ya hice terapia, por eso no es un libro terapéutico».

A lo largo de las páginas desfilan escritores como Proust, Virgina Woolf, Adorno, Baudelaire, «autores que han sido referencia» para ella y que constituirían su «biblioteca amada».

Actualmente, Negroni dirige la Maestría en Escritura Creativa de la Untref en Buenos Aires, donde también es docente, una dedicación, señala, que le permite estar en contacto con gente más joven que le hace recordar «los miedos y los deseos de esa etapa vital». A los alumnos que quieren ser escritores en dos años les dice siempre: «Transformarse en escritor lleva décadas, leer mucho, y ahora se lee poco, y aún menos a los clásicos, pero es interesante porque aportan una pulsión de escribir muy fuerte».

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