Nacido en Barcelona en 1960, doctor en Historia por la UAM y máster en sociología y ciencias humanas por la Universidad de Comillas, Javier Nicolás se interesó desde muy joven en la historia y recorrió toda Europa recogiendo testimonios de los protagonistas de uno de los temas que configurarían su principal corpus de investigación: el III Reich y el mundo de Wagner. Así es como pudo conocer y entrevistar, entre otros, al gran almirante Dönitz, Hans Rudel, Hans Baur, Leni Riefenstahl, Winifred Wagner y Arthur Axmann. Ha impartido conferencias de tema histórico, musical y filosófico por todo el mundo, y centenares de artículos suyos —muchos de ellos crónicas de ópera— han aparecido en diarios, revistas y publicaciones periódicas nacionales e internacionales. Actualmente es vicepresidente de la Asociación Wagneriana de España, y, como políglota y especialista musical, ha traducido óperas y libros del alemán, francés, italiano, catalán e inglés al castellano. Sus últimas obras son La Ahnenerbe en España. 1940-1945 (reseñado en Zenda) y un impresionante trabajo documental recogido bajo el título de La juventud hitleriana. 1922-1939.
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—Sociedades ocultas, la Alemania nazi, la música clásica, especialmente Wagner. ¿Dónde empiezan y dónde terminan los intereses de Javier Nicolás?
—El descubrimiento de Pío Baroja a los diez años me hizo ser un lector empedernido en mi adolescencia y sigue vigente actualmente. Luego descubro la música culta y la ópera a través de la zarzuela, y acabo siendo presidente de la Asociación Wagneriana en Barcelona durante quince años, y vicepresidente segundo de la Asociación Wagneriana de España actualmente. Y, de entre esas inquietudes, la historia me golpea fuertemente y, hasta el día de hoy cubre todo el espectro de mi vida. Son muchos los temas que me interesan: Edad Media, vida monástica, teología y religiones del mundo, filosofía, ideologías del siglo XX… Como me dijo un buen amigo en su día, es más fácil preguntar qué temas no me interesan que lo contrario. Aunque hay otros aspectos que definen mi camino, tales como la novela negra, el mundo del cine o el jazz. Pero sí es cierto que todo planea sobre el mundo histórico, un mundo del cual en cierta ocasión leí una de las mejores definiciones: “La historia es la prostituta de la política”. Por ello es manipulada, tergiversada, adaptada y encajada en todos los regímenes políticos sin excepción a día de hoy. La labor de los historiadores es, precisamente, intentar aclarar y limpiar de polvo y paja esas adulteraciones y llevar a cabo una labor de asepsia y neutralidad tan necesarias a la hora de abordar un ensayo histórico. He comentado cuándo y dónde empiezan mis intereses, y debo añadir que, espero, no acaben nunca, ya que constantemente descubro nuevas facetas en muchos campos que atraen mi atención. Y como muestra un botón: estoy trabajando ahora en siete libros, todos ellos de cariz histórico salvo uno. Masonería, sociedades ocultistas, el segundo volumen sobre la juventud hitleriana, la Ahnenerbe, una biografía de un pintor-ilustrador poco conocido, el centenario del Putsch de Múnich en 2023 y mi sexta novela de temática medieval.
—Tus comienzos como historiador de un período muy concreto del siglo XX, el nazismo, fueron muy tempranos. ¿Cuándo y cómo empezó tu interés, y qué es lo que más recuerdas de tus comienzos?
—Bueno, todo empezó allá en 1977, con dieciséis años, cuando comienzo a interesarme por estas cuestiones relativas al III Reich. Tras una época en que me sumergí en el marxismo (leí El Capital con quince años), el anarquismo (Bakunin con dieciséis) y el comunismo, empiezo a interesarme por los fascismos y el nazismo. Y se me ocurre viajar a Alemania, sin saber alemán, con mi francés e inglés, a conocer a los testigos de aquella época tan convulsiva. Conocí y entrevisté al Gran Almirante Dönitz (sucesor de Hitler y firmante del fin de la Segunda Guerra Mundial), a Leni Riefenstahl (cineasta), a Winifred Wagner (nuera de Wagner), a Hans Rudel (el piloto más condecorado), a Hans Baur (piloto personal de Hitler), a Artur Axmann y a Jutta Rüdiger (jefes de la Juventud Hitleriana), y a muchos otros protagonistas de aquella época. Esta experiencia, que duró algunos años, me permitió tener acceso a las fuentes primigenias, a los testimonios directos de aquel drama wagneriano. Fue también entonces cuando empecé a adquirir libros, revistas y diarios originales de esa época hasta llegar hoy en día a mi colección particular de más de 6.000 libros y 15.000 revistas/periódicos. Aprendí alemán, idioma que ahora me ayuda a desentrañar todo ese material, y que me permite investigar, estudiar, inquirir y escribir sobre acontecimientos concretos del nacionalsocialismo.
—Tu nuevo libro, impresionante en su documentación y su erudición, recorre una parte de la historia de las juventudes hitlerianas, que se verá completada en un segundo y tercer volumen. ¿Por qué ese tema tan específico (y creo que, en buena medida, desconocido), y qué novedades aporta tu libro?
—El tema es poco conocido en España, efectivamente, si bien se han publicado algunos libros en español (casi siempre traducidos), siendo en Alemania un tema mucho más trabajado. Hacia 1980 empecé a recopilar información sobre este tema, pues yo era entonces joven y me interesó mucho el observar cómo se desarrolló la historia de esa juventud en aquellos años. Fruto de ello fue un primer volumen aparecido en 1984 (de hecho esta es la reedición corregida y muy aumentada de aquella ya agotada), y el aporte de esta obra de 2022 es una profusión de imágenes, muchas de ellas inéditas, así como el añadido de algunos capítulos (como el de las secciones especiales de los jóvenes hitlerianos sordos, mudos, ciegos y lisiados) o el de las escuelas especiales de mandos; unos apéndices sobre anuncios, libros, revistas y tema escolar muy valiosos, y una grafía en color (en la edición especial) que resalta y da un interés especial a esta obra. Con la edición en los próximos años del segundo volumen (presumiblemente saldrá en el 2023) del período 1939-1945, es decir, de los años de guerra y el ocaso del III Reich; y del tercer volumen (esperamos que en el 2024), que tocará el poco conocido mundo juvenil en la Europa de los 1930/1940, creo que el lector tendrá a su alcance un opus definitivo sobre este tema tan interesante.
—Has llegado a rastrear incluso el archivo personal del mago y astrólogo de Himmler. ¿Cómo llegaste a él y qué descubriste?
—En mi trabajo actual sobre la Ahnenerbe (sociedad científica del III Reich), he tenido que rastrear e investigar en numerosos archivos alemanes. Tuve la gran oportunidad de conocer al actual propietario del archivo de Karl Wiligut, general de la SS y astrólogo/mago de Heinrich Himmler, jefe de esa organización. Fue algo verdaderamente casual, ya que no es un archivo público, sino privado. Una vez contacté con la persona que lo poseía, no lejos de Leipzig, me dirigí con una cita previa para poder consultarlo. La persona en cuestión, muy amablemente, me mostró la veintena de archivadores, todo muy bien dispuesto en sus carpetas, y, tras una conversación previa, me dejó durante varias horas zambullirme en esas páginas. Y lo que es mejor, me permitió, no sólo consultarlo, sino fotografiar lo que me interesase. Pude, de este modo, llevarme en mi cámara más de 3.000 documentos para ser ahora leídos y trabajados tranquilamente en mi casa. Hay cosas muy curiosas, pero aún no me he metido a fondo, aunque promete mucho. No en vano, este personaje, Wiligut, fue miembro de la Ahnenerbe y marcó profundamente varios de los canales de investigación de esta sociedad. Se comenta que fue el que eligió Wewelsburg como sede de la SS, diseñó el anillo de esta Orden, creó algunos de los ritos iniciáticos dentro de un marco esotérico que planeaba por todo el conjunto y que no disgustaba a Himmler. Un personaje, en cualquier caso, peculiar y relevante, aunque es totalmente desconocido en el plano divulgativo, digamos, normal de este periodo del III Reich.
—Julius Evola, que sería posteriormente denostado, fue uno de los estudiosos que trabajaron para la Ahnenerbe. ¿Cuál fue su papel en la organización?
—Evola escribió una serie de artículos en aquellos años 30/40 sobre raza y espíritu que interesaron muchísimo a Himmler. Fue invitado a Alemania a dar unas conferencias a miembros de la SS y de ahí surgió la colaboración con la Ahnenerbe. Trabajó conjuntamente con Otto Rahn (experto en el tema cátaro y asimismo colaborador de la Ahnenerbe) y con Karl Wiligut, al que acabo de mencionar. Existe una nutrida correspondencia entre Évola y la Ahnenerbe, así como entre los propios dirigentes de esta sociedad al respecto del barón italiano, ya que les causó muy buena impresión. La Ahnenerbe, al igual que en muchos países europeos, también investigó en Italia, sobre lo cual existen numerosos documentos. Así pues, podemos afirmar que Evola colaboró en un plano teórico, como pensador y filósofo, como desarrollador de ideas básicamente de tipo racial, y en eso se fundamentó su colaboración.
—Te conocí por tu libro sobre la Ahnenerbe. Esa mitología de un ejército vestido por Hugo Boss, recorriendo el mundo para seguirle el rastro a las reliquias de su origen indoeuropeo, resulta mucho más llamativo para el lector o el aficionado a la historia, al saber que Himmler y sus investigadores cooperaron con España en unas excavaciones en Segovia y las Islas Canarias. Esto es historia oculta y diría que también un venero para toda clase de mitos. Por ese motivo quiero preguntarte, en tu condición de especialista, cuánto hay de mito y cuánto de realidad en lo que se ha venido divulgando, hasta la llegada de tu libro, sobre la Ahnenerbe.
—El libro que publiqué en 2021, La Ahnenerbe en España, ha sido el primero en profundizar sobre este tema tan peculiar. Me sumergí en los archivos del arqueólogo español Julio Martínez Santa Olalla y la verdad es que quedé altamente sorprendido por muchos temas. La parafernalia mítica y tópica, empero, seguirá nutriéndose de búsquedas del Grial, arcas de la alianza y tablas de Salomón. El problema es que, si bien hay ciertamente algo de realidad en estos temas, la cuestión se enciende cuando se inventa y se fantasea. ¿Buscó el Grial la Ahnenerbe? Bueno, ahí estaba Otto Rahn con sus pesquisas durante muchos años en las cuevas y castillos cátaros, y este hombre trabajaba para la Ahnenerbe. ¿Se interesó la Ahnenerbe en hallar el Arca, la tabla salomónica o las calaveras de cristal? Realmente no, al menos desde un punto de vista oficial. Hubo algunos investigadores que trabajaron en la Ahnenerbe y que escribieron e investigaron algunos aspectos de esta temática, pero, en cualquier caso, nunca oficialmente. En mi libro que, repito, sólo toca la vertiente hispana, básicamente trato, entre otras cosas, de desmitificar la visita de Himmler a Montserrat y Toledo, el resto es pura arqueología e investigación histórica. Mi actual trabajo sobre la Ahnenerbe en general será el que, espero, desmitifique muchos de los tópicos al respecto. Y puedo adelantar que estoy descubriendo, a través de 15.000 documentos que pude fotografiar en varios archivos alemanes (especialmente el Bundesarchiv de Berlín), muchísimos datos fundamentales para esclarecer de una vez por todas estas historias para no dormir.
—¿Qué queda por decir de ese agitado período del siglo XX (1923-1945)?
—En realidad, y pese a que ya estamos llegando al centenario de muchos de los acontecimientos de aquella época convulsa, no hay aún perspectiva temporal. No parece haber ninguna prisa. Se mantienen muchas prohibiciones, tabúes y mixtificaciones sobre muchos aspectos de lo que sucedió durante el III Reich. Llevo ya 45 años de mi vida investigando ese tema, con numerosos viajes a Alemania, y he conocido a testigos presenciales y repasado archivos, hemerotecas y bibliotecas de todo tipo. Hay mucho aún, no ya por decir, sino por publicar. Pero aún no es posible de un modo, digamos, aséptico o neutral, ya que, si no escribes desde el prejuicio, se sobreentiende que escribes a favor. Y eso puede ser muy complicado. Hay temas peliagudos que no dejan visionar otros temas culturales, artísticos, científicos o sociales sin que puedas adoptar una postura historicista. Hay que pagar un peaje para escribir sobre esa época generalmente. Pero, como historiador, me parece algo inconcebible. Se debe y se tiene que escribir sobre cualquier tema de la historia de los últimos 5.000 años sin que sea necesario seguir las versiones oficiales, como el tema de la leyenda negra española, la Inquisición o nuestra propia guerra civil. La historia se apoya en rigor, seriedad, imparcialidad y, sobre todo, en contrastar fuentes primigenias y documentos, no en atenerse sólo a una fuente única, como ha pasado en estos siglos atrás. Es vital, para la salud mental y la dignidad del lector, que se narre cualquier personaje o periodo sin que haya prohibiciones, leyes, dictámenes no escritos, poses universitarias o censura editorial. Pero, repito, esto no siempre es así, y, poco a poco, afortunadamente, el tiempo va poniendo las cosas en su sitio. La esperanza no se pierde.
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