Ana Lafferranderie es una poeta y comunicadora uruguayo-argentina nacida en Montevideo en 1969. En 1990 se mudó a Buenos Aires. Actualmente vive entre ambas ciudades. Publicó sus primeros poemas en dos antologías: Editorial Nuevo Ser (2002) y De los Cuatro Vientos (2005). Luego los libros El cielo tácito (Sigamos Enamoradas, 2007), Volcar la cuna (Ediciones del Dock, 2012) —por el cual obtuvo el Primer premio de poesía del Fondo Nacional de las Artes de Argentina, edición 2011—, Día primero (Ediciones del Dock, 2015), Algo no pasó, publicado en México en 2016 (Cartopirata) y Casi real (La Castalia-Línea Imaginaria, 2020). Tiene dos libros aún inéditos: La extraña raíz y Zumbido de insectos. Poemas suyos han sido publicados en diversos medios gráficos y digitales de ambos lados del Río de la Plata y en otros países de habla hispana, así como en Estados Unidos y Holanda, con traducción al inglés. Otras publicaciones: antologías Plata Caribe (Poesía uruguaya y dominicana, 2008), El manto de mi virtud (Poesía uruguaya y cubana, 2011) y Antología Federal de Poesía. Ciudad de Buenos Aires (CFI, 2019). Coordina su taller de poesía “Donde abrimos la caja”. Organiza ciclos de poesía y colabora con diversas publicaciones sobre arte y literatura. Presentamos una selección de poemas inéditos.
***
Introducción
La luna ilumina el gesto
de quien me roba la energía instintiva.
Señala algo que no debo olvidar:
la realidad de aquel incendio
dentro de mí, el valor
de lo que sé.
La superficie necesaria de mis palabras.
La noche se sincera, se libera de miedos
retoma un equilibrio.
Tal vez somos nosotros, tan distantes
a los dos que empezaron.
Aún estamos juntos y por obra
de una perspectiva solo vemos
el fracaso de los intercambios,
su tope
lo que cae.
Eso que asoma en la fiesta acabada.
Cosas tan bellas así se desmoronan,
espacios que fueron creíbles muestran
su cara irreal.
Es el efecto de tu pensamiento, el mío
se mantiene junto a lo que ama,
dispuesto a desatar la creación.
Una casa nueva en un rincón entrópico,
un lugar poético en lo tachado.
***
Mientras dormías, una de mis manos se acercaba
al lugar de tu corazón.
La otra se apoyaba sobre el mío.
Yo era el puente, el centro compartido de una ilusión.
Mientras dormías
yo hacía foco en la quietud de tus manos
el fuelle de tu pecho
y la línea que sube por las piernas directas,
firmes también en el abandono.
Descansabas respirando mi aire y yo
te admiraba la carne, te deseaba la fuente
la minúscula fuente.
Eras el centro de una escena casi quieta
en la que solo se escuchaba un secreto
de nadie a nadie
de dos a una.
Una palabra reconocida
y suficiente.
***
Lo que de mí te busca es lo mamífero
este calor variable de la sangre
la tibieza colmada del cuerpo cuando estás.
Lo que te habla es mi voz asumida,
la condición humana realizándose.
El negocio que hacemos es animal.
No olvides
el colchón de una noche de junio,
el sueño del invierno, las ruedas preparadas.
Lo que las manos hornearon juntas.
Y tampoco olvidemos
la tarde oscurecida en ruta de montaña,
la lluvia por camino de tierra,
nuestros roles sincronizados.
O el gesto compartido de comprar dos paraguas
y esperar en el centro de una selva
que el agua se desborde
hasta mermar.
***
El hilo fantasma
La balanza se inclina hacia vos.
Solo a veces regresa hacia mi lado
a otorgarme unos días,
a devolverme el nombre.
Mi persistencia recupera tus gestos.
Aprendo a ajustar el equilibrio,
a traerte con paciencia hacia mí.
Atrapada en la tarea de alcanzarte,
dilapido mi propia creación.
Te espero en una fiesta a la que no vas a sumarte.
Solo vendrás a rescatarme
de un peligro irreal.
*
Dejo caer un hilo largo de té
agua especiada que cae sobre tu taza
sobre tu vida
(tu vida de hombre ávido entre muros).
Vuelvo despacio a morder la tostada.
Desafío una regla convertida en sentido,
el ritmo arbitrario de este reino.
Una contienda de miradas, sonrisas
inicia otra más grande
hecha de piel, temblores
palabras
que se bordan en los pliegues ocultos
para no hablar.
*
Rezo sin dios. Que esta insistencia
por llegar a tu cuerpo no nos lastime
que mi sonrisa no pierda sus reflejos.
Que no caiga la calma que nos liga
cuando creamos juntos la tierra de dormir.
Abandono mi bandera
para que fundes por segunda vez
tu modo de saberme.
Le hablo a nuestro libro.
A ese barco que dobla a buscar lo encallado.
A la luna llenándose sobre la playa angosta,
mesa
con la luz diminuta de una vela
frente a un camino por el que huyen
nuestros custodios.
***
El juego está perdido
el choque de los átomos valió lo mismo.
Veo las cosas que no son
con ojos que no tuve.
Desearte es matar
algo de mí que necesito vivo.
Voy a llenar el hueco con mi cuerpo
recuperar lo que se fue de mí
lo que la boca
dejó en el templo.
***
Los días se suman hasta ser un pasaje, vivo
en el espacio material de mi presencia
no hay soledad sino un eje suficiente.
Pequeñas partículas vuelven a unirse, puedo crear
cualquier conjunto, mirar la lámpara
pasar nudillos por la pared rocosa
aceptando las marcas.
Dejar que ocurra
una metamorfosis en la casa propia
una tierra encendida y desarmable
un camino no fijo que es mi vida.
Crisálida que se abre cada vez
de la que salgo con la piel desprendida,
con la belleza de lo muerto y lo vivo.
***
Tu ausencia es como era, un regalo.
Antes le temía.
El nuevo corazón es expansivo, en eso
se parece al primero.
Vuelvo a abrazarte, toco tu lejanía.
Recupero un ser inalcanzable, mi emoción
se impregna de lo que no tendré.
Ese camino conduce a la locura
no debiste tomarlo.
Hay un imán en la parte dolida
es la memoria de un brazo enlazándose.
El modo frío de la cuadra nocturna,
de la rambla sin luces entre faros.
El modo sin peligro de la noche sin ruedas
el ruido de la playa como sello.
Vos sos algo mío que probé.
¿Qué ejército no visto me dejaste?
Cada ser suma su pequeño dispositivo,
a la cueva forjada entre las lágrimas.
Del bosque del silencio sale un chillido,
un pájaro avisando.
Del fondo de mi cuerpo sale un deseo
de dar y ser tomado.
Te pienso
como el punto movible de algún mapa.
En mi propio
universo mutable, busco aire
para estar en la tierra con el sol
entre secretos muertos que ya no matan.
La noche es más salvaje.
El pasado está ahí, la vida
tiene sus costos.
Perséfone probando el sabor ácido de la granada
habitando los seis meses de invierno.
Para estar viva, reconocer la muerte
separarse del barco familiar.
Después de abandonar la pista,
de abandonar tu gesto acorralado
(furioso)
la vida se vuelve simple.
Regreso
graduada en algo.
El sueño que viví dormida
quiero soñarlo ahora despierta,
no siendo dos ni una
fracturada y entera.
Me reúno conmigo, vos seguís viviendo.
El fantasma dejó su vacío, esto
es historia.
Miro los árboles, son mi insistencia.
Alcanzo una ventana que puedo abrir completa,
pienso en lagos muy claros, en horizontes quietos
en madera cortada preparándose.
En esa chispa con la que todo empieza.
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