El culebrón de Piqué y Shakira continúa. Tras su ruptura conyugal, ahora la diva colombiana en su más reciente canción ataca al exfutbolista con líricas como ésta: “a ti te quedé grande, por eso estás con una igualita que tú. Esto es pa’ que te mortifiques, mastique’ y trague’, trague’ y mastique’ (…) Entendí que no es culpa mía que te critiquen, yo sólo hago música perdón que te sal-pique”. En el entretiempo, nosotros nos aferramos a nuestras pantallas, ávidos de conocer los detalles de esta relación tormentosa.
¿Quién dice que los chismes del corazón y la telebasura son incompatibles con la educación y la cultura? Vale, en la mayoría de los casos, lo son. Pero en esta ocasión, quizás tanto afán por conocer los morbosos detalles de este drama matrimonial conduzca a más de uno a desempolvar una de las grandes joyas de la literatura clásica: Medea, de Eurípedes.
Ya en el siglo V antes de nuestra era, el gran poeta griego sabía que sus audiencias quedarían deleitadas con la historia de un héroe que, como Piqué, hacía grandes hazañas físicas. Se llamaba Jasón, y había ido a buscar el vellocino de oro en la lejana Cólquida. Allá, la hija del rey Eetes quedó enamorada de él. Se llamaba Medea y era experta en las artes ocultas de la hechicería. Ella hizo toda clase de prodigios para ayudar a Jasón es su empresa, y al final, él se la llevó consigo de vuelta a Corinto.
¿Cómo no quedar fascinados con la historia de una exótica y encantadora mujer que abandona su lejana tierra, para venir a casarse con uno de nuestros héroes? Medea embruja con sus pociones, Shakira con su movimiento de cadera.
Pero, como Shakira lo advirtió en una canción de sus años mozos, “toda escoba nueva siempre barre bien, pero luego verás gastadas las cuerdas”. Tras unos años de idilio, Eurípides inicia su tragedia con la decisión de Jasón de abandonar a Medea por una mujer más joven: Glauce, la hija del rey de Corinto. La indignación sobrecoge a Medea, dirigiéndose así a Jasón: “No, ni arrojo ni audacia es mirar de frente a los amigos después de haberles hecho un mal, sino el mayor de los vicios que el hombre puede albergar: la desvergüenza. Pero has hecho bien en venir. Yo aliviaré mi alma con mis injurias y tú, al oírme, padecerás”. Medea amargamente recuerda que ella lo abandonó todo en su tierra para unirse a Jasón, y tuvo que ajustarse a una nueva ciudad, cuya gente nunca la aceptó completamente.
Es difícil decidir quién es más patán: Piqué o Jasón. Piqué al menos aún no ha llegado al grado de osadía del griego. Pues, Jasón dice a Medea que ella misma saldrá beneficiada si él toma como esposa a la hija del rey de Corinto, y así todos podrán subir en la escala social. A Medea eso le parece un insulto aún más grande, y lleva a cabo una terrible venganza. Para herir a su marido en lo que sabe que más le dolerá, mata a los hijos que ha tenido con él.
Las tragedias griegas no son como las fábulas de Esopo. Acá no hay moralejas. Tampoco es claro quién es el bueno y quién es el malo. Los griegos siempre concibieron a Medea como la malvada bruja extranjera que, venida del misterioso Oriente, ocasiona calamidades. Algunos en España tienen cierta desconfianza hacia Shakira, presumiblemente por las mismas razones. Bajo esta interpretación, Medea es claramente la mala de la película. Sólo una bruja pudo haber cometido tal atrocidad.
Pero Eurípides nos hace tomar pausa. Sí, Medea terminó por cometer un terrible crimen pero, ¿acaso Jasón no merece también nuestro reproche? En Medea no hay ninguna celebración del hombre mujeriego. Quizás por motivos muy bien explicados por la psicología evolucionista, los hombres tienen una predisposición biológica a estar en la búsqueda continua de mujeres más jóvenes. Pero si acaso podemos encontrar algo similar a una moraleja en Medea, Eurípides deja entrever que, por el bien de todos, es necesario frenar esos impulsos. Pues, el tirar esas canitas al aire lleva el enorme riesgo de desembocar en escalofriantes tragedias. Al final, el consejo santurrón es bueno: cada quien con cada cual, hasta que la muerte los separe. Y si no se logra, al menos intentarlo.
Tanto Medea como Shakira se llevan mis simpatías. Y, en el entretiempo, estaré a la espera de otro culebrón reseñado en la prensa rosa, para inmediatamente tratar de buscar paralelismos en la literatura clásica. Seguramente algo encontraré.
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