El silencio es la esencia del conocimiento, la esencia de la naturaleza. Como dice Corbin: “el silencio no es solo ausencia de ruido”. El silencio es la base de la creatividad, en la que se fundamenta todo el proceso creativo, pero ante todo sin silencio no hay quietud y sin quietud no hay descanso. Durante la lectura de este libro, he intentado evocar el lugar más silencioso del mundo, y creo que puede ser el silencio nocturno en un desierto o a 8.000 metros de altura, en mi vida ya solo podré tener la oportunidad de “escuchar” el primero.
Alain Corbin nos deleita con este estupendo y documentado recorrido por cientos de textos literarios y musicales donde el silencio es el protagonista, recorre la literatura y la música universales de forma plausible y minuciosa, dejando referencias de incalculable valor. Se preguntará el lector de esta reseña, ¿por qué son de incalculable valor?, y yo le respondo que solamente por el tiempo vital invertido por Corbin para buscar y comprar los libros y discos, leerlos, escucharlos, tomar notas y transcribirlas a este libro, me parece una labor ímproba e inconmensurable.
El arte de callar está asociado a situaciones tan dispares como la servidumbre, sumisión, poder, respeto, religiosidad, aunque el silencio también aumenta el deseo, la curiosidad y la sorpresa. En los Proverbios de Salomón dice que quien cierra los labios pasa por inteligente, pero el refranero cuenta que “quien calla, otorga” o “la palabra es plata y el silencio es oro”, “por la boca muere el pez”, porque lo bueno, si breve, dos veces bueno.
También dice el refrán que te arrepentirás de tus palabras, mas no de tu silencio. Como dice Baltasar Gracián: “Las cosas que se han de hacer no se han de decir, y las que han de decir no se han de hacer”, porque el discreto debe callar cuando decir la verdad es peligroso, aunque la ignorancia se refugia en el santuario del silencio. Monsieur de Moncade, señala que “si solo dijéramos cosas útiles, se haría un gran silencio en el mundo”.
En un libro de 1771, Lárt de se taire, del abate Dinouart, deja establecidos once tipos de silencios que perfectamente pueden resumir este gran ensayo, a saber: el silencio prudente, artificioso, complaciente, burlón, espiritual, estúpido, el que es signo de aprobación, de menosprecio, de humor, de capricho, de astucia política, y yo, desde la quietud, añadiría el silencio creador, porque el silencio es la esencia de la lectura y la escritura, porque sin silencio no puede haber producción artística, sea literatura, música, pintura, escultura. Reivindiquemos el silencio laico, que es desde donde nace la cultura. Aunque como postula Corbin, muchos escritores harían bien en inspirarse en el silencio y no publicar nada.
Hace un año escribí un artículo en el periódico La Nueva España, sobre un insigne pintor asturiano y amigo, y lo titulaba “Avelino Mallo, el arte del silencio”, y decía que su obra está impregnada de un grito social tan fuerte que se queda afónico dentro de la profundidad de sus propios cuadros, como ese silencio de los espacios que Corbin documenta de forma ejemplar.
Callemos pues, y disfrutemos en silencio con la lectura de este ensayo silencioso. ¡Chisss!
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