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Una enfermedad transitoria - Zenda
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Una enfermedad transitoria

Mira a esa chica es la primera novela de Cristina Araújo (Madrid, 1980). Su primera y feliz incursión en el mundo de la narrativa. Y el producto que ofrece al lector da la impresión de haber sido cocinado a fuego lento, con ingredientes de primera calidad, con buen pulso, con ambición y con el deseo...

El Premio Tusquets Editores de Novela, aunque nos parezca extraño en los tiempos que corren, sigue siendo, a estas alturas, un galardón que cumple, con creces, el objetivo para el que fue creado este tipo de distinción: descubrir y sacar a la luz nuevos valores de la literatura, hacer visible la palabra de quienes luchan por hacerse un lugar en el restringido parnaso de los elegidos. La prueba de ello no sólo es la calidad de los relatos galardonados en las últimas ediciones, sino, asimismo, la categoría del jurado correspondiente, con la presencia de nombres ilustres como los de Sara Mesa, Marta Barrio o Antonio Orejudo.

Mira a esa chica es la primera novela de Cristina Araújo (Madrid, 1980). Su primera y feliz incursión en el mundo de la narrativa. Y el producto que ofrece al lector da la impresión de haber sido cocinado a fuego lento, con ingredientes de primera calidad, con buen pulso, con ambición y con el deseo de ser original en sus planteamientos técnicos, lejos, por lo tanto, de la improvisación y de las habituales prisas que tanto pervierten el buen hacer literario y secan las mentes.

"Cristina Araújo despliega toda su sabiduría, todo el conocimiento que posee sobre este género, para dar consistencia al estilo y a la estructura de la novela que nos lega"

Decía Lukacs que “la novela es la epopeya de una época para la cual no está ya sensiblemente dada la totalidad extensiva de la vida, una época para la cual la inmanencia del sentido de la vida se ha hecho problema, pero que, sin embargo, conserva el espíritu que busca la totalidad, el temple de la totalidad”. Mira a esa chica responde, en parte, a esas mismas premisas, enunciadas tantos años atrás. Quiere ser una obra moderna, acorde con nuestro espíritu y con nuestro tiempo, que destapa un asunto de actualidad, como es la violación, sobre el que se establece un encendido debate, y sobre el que no están del todo claras las razones de unos y de otros, como si la verdad —la verdad verdadera, que diría Marsé— sólo fuera un privilegio de los dioses.

El fondo, sin embargo, el hecho de dar cuenta —con detalles, en ocasiones, un tanto expresionistas y morbosos— de la violación de una chica por parte de un grupo de jóvenes que terminan enfrentándose a la justicia ordinaria y, lo que es peor aún, al dictamen de la gente de la calle, a la llamada “pena del telediario”, no ciega, sin embargo, por completo, las otras exquisiteces de las que se compone este volumen. Como, por ejemplo, esas descripciones breves de ciertos personajes que la autora despacha, con una limpieza y un rigor encomiables, con un par de certeras pinceladas: “Se podría decir que es el típico chaval de carácter ambivalente: inseguro y engreído a partes iguales. Su código moral está todavía en vías de desarrollo y a veces —por motivos de supervivencia— se sirve de lo puntos débiles de los otros para salir a flote”.

Y por si ello fuera poco, Cristina Araújo despliega toda su sabiduría, todo el conocimiento que posee sobre este género, para dar consistencia al estilo y a la estructura de la novela que nos lega. Hay momentos en los que nos hace recordar, a tal propósito, lo mejor de La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza, obra que parecen haber relegado al olvido tanto los nuevos lectores como los actuales críticos y creadores, aportando toda una avalancha de un supuesto material de derribo —correos electrónicos, whatsapps,  sentencias, dictámenes, partes médicos, titulares de prensa, noticias de la radio, etc.— que la autora logra domeñar y someter con mano firme para conseguir así su propósito de elaborar una novela que, a pesar de su heterogeneidad, se lee con gusto, resulta emocionante y nos mantiene en tensión desde las primeras páginas hasta la prórroga, que tiene lugar seis meses después de la acción que se relata.

"La adolescencia no es, en el fondo, como se afirma en estas páginas, sino una enfermedad transitoria que hay que saber gestionar con mucho tiento"

Lo menos creíble es el nombre de los personajes: Vix, Lukas, Lachance, Jordan, Kaplan o Patty Dougan, la madre de Miriam, la verdadera protagonista de la obra. Demasiados nombres de guerra y excesivo abuso de la jerga juvenil que, sin embargo, no empaña el producto que aquí se nos ofrece. Tampoco se deja demasiado claro el lugar de acción. Pero, en el fondo, poco importa. Se trata, en fin, de una geografía que a veces se nos antoja imaginaria, quizá con el propósito de darle un carácter más indeterminado y universal a lo que se nos cuenta, huyendo de los consabidos localismos, de los casos particulares. Y, sin embargo, da una sensación de irrespirable verdad que, en ocasiones, resulta agobiante.

La novela aborda, asimismo, con coraje, con no poca valentía, asuntos que parecían destinados a narradores más experimentados, con más recorrido y más rodaje en este mundo. Así sucede con el análisis que se lleva a cabo de la adolescencia, de la hipocresía que nos invade por los cuatro costados y de la siempre difícil gestión de los secretos. Los secretos no son sino un atajo para consolidar la amistad y tienen el don de rescatar a las parejas de la abulia, leemos en alguna parte. La adolescencia, por otro lado, no es, en el fondo, como se afirma en estas páginas, sino una enfermedad transitoria que hay que saber gestionar con mucho tiento. Y sobre esa hipocresía que campea por el mundo, se deja bien claro que quienes antes llamaban a Miriam la Bufi, la Zampa, la Gorda, la amargada, la aguafiestas, la niña torpe, la pava histérica… Tras su violación, esas mismas voces, claman ahora justicia, lo que se pone en tela de juicio una cierta y evidente nota de falsedad a cargo del feminismo más combativo.

Mira a esa chica es una novela coral en la que casi una docena de personajes pivotan sobre otro que ejecuta la acción. Un relato cabal de las vidas insustanciales y de las conversaciones anodinas de los jóvenes de nuestro tiempo —no he podido evitar el recuerdo de dos viejas joyas, El Jarama y Nuevas amistades, de mis añorados Sánchez Ferlosio y Juan García Hortelano, respectivamente— que podrían verse alteradas y modificadas en sólo un instante. El instante de peligro.

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Autora: Cristina Araújo Gámir. Título: Mira a esa chica. Editorial: Tusquets. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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José Belmonte Serrano

José Belmonte Serrano (Murcia, 1957), fue, hasta 1992, profesor de Lengua y Literatura en Educación Secundaria. Desde 1997 hasta 2016 fue Profesor Titular de Didáctica de la Lengua y Literatura de la Facultad de Educación de la Universidad de Murcia. Desde 2016 es Profesor de Literatura de la Facultad de Letras de la misma institución. En la actualidad, forma parte del Consejo Editor de las revistas Scripta Mediterranea, de Canadá, Letras Peninsulares, de los Estados Unidos, y Ocnos, de la Universidad de Castilla-La Mancha. Es codirector de Hécula, revista de la Fundación Castillo-Puche de Yecla

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