Para escribir una novela negra, o cualquier novela en general, hace falta, por un lado, tener un bagaje lector cuanto más alto mejor. Si nos lanzamos a escribir sin haber leído, fracasaremos. Aristóteles, en su Poética, nos habla de la capacidad del hombre de imitar. Así establece que no solo los escritores, sino también los músicos o los pintores, se imitan los unos a los otros. La Poética tiene una parte de análisis muy concreto del contexto histórico de las artes de la época y, hablando de literatura, analiza las epopeyas, las tragedias o las comedias. Aristóteles estudia los puntos comunes de los relatos, es decir, las imitaciones en cuanto a metodologías, y habla de la fábula o la trama como «la combinación de los incidentes o sucesos acaecidos en la historia» y del carácter como «lo que nos incita a adscribir ciertas cualidades morales a los protagonistas, y el pensamiento se advierte en todo lo que ellos dicen cuando prueban un aspecto particular, o quizá enuncian una verdad general». Y concluye que lo primero es la fábula y después los caracteres. Para que nos entendamos, según el griego, primero es la trama y después los personajes.
Además, según él, cualquier historia es un todo difícil de abarcar en toda su magnitud. Por tanto, establece que un todo tiene tres partes bien diferenciadas: principio, medio y fin. Una trama bien construida, por consiguiente, no puede empezar o terminar en cualquier parte del relato. Ya entonces hablaba de tramas simples (un todo continuo) y compuestas (el cambio de fortuna del héroe se produce a través de diversas peripecias —siendo la peripecia un cambio de un estado de cosas a su opuesto)—.
En su Poética, aboga por la trama compleja como forma directa de conectar con el público y porque esta provoque en el mismo temor o piedad, pues eso mantendrá al lector más atento a la trama. Por tanto, hay tres formas de trama que deben evitarse:
- Un buen hombre no debe pasar de la felicidad a la desdicha.
- Un mal hombre no debe pasar de la desdicha a la felicidad.
- Un hombre extremadamente malo no debe deslizarse de la felicidad a la miseria.
La primera situación no es piadosa ni inspiradora de temor. Al lector sencillamente le resulta odiosa. La segunda no apela a los sentimientos humanos ni a nuestra piedad ni a nuestro temor. Tampoco la tercera.
Esto está bien como pauta general. Ahora bien, la novela negra y la novela enigma son complementarias. La primera situación no es válida para hacer una novela enigma donde el héroe consigue los objetivos y vuelve a la realidad ordinaria con el elixir. Sin embargo, es perfecta en una novela negra en donde el antihéroe comienza un descenso a los infiernos, un camino de autodestrucción, de huida hacia delante como en las novelas de David Goodis o de Jim Thompson. Ahora bien, lo que va a conectar con la mayoría de los lectores es lo contrario, el paso de la desdicha a la felicidad de un buen hombre. Por eso la novela enigma tiene muchos más lectores que la novela negra. Es una cuestión de la interpretación que hace el cerebro de un relato.
La segunda situación tampoco se cumple en la novela negra. De hecho, es bastante común que personajes mezquinos vayan ascendiendo en la cadena del delito, acaben triunfando, y acaparen dinero y poder.
La tercera situación tampoco se cumple en la novela negra. Pongamos como ejemplo la adaptación al cine del relato de Mark Helleinger titulado «The World Moves On», que derivó en la película Los violentos años veinte. La película narra la ascensión y caída del gánster Eddie Bartlett (James Cagney), dedicado al contrabando de licor en la época de la ley seca. Pobre como una rata, Bartlett va ascendiendo y el director, Raoul Walsh, consigue que el espectador empatice con él hasta cierto punto, porque es un asesino, es decir, el hombre extremadamente malo que al final cae, deslizándose de la felicidad a la miseria.
Entendiendo las pautas de Aristóteles es posible darse cuenta de que, aun teniendo un tronco común, la novela negra y la novela enigma son cosas opuestas. La novela enigma apuesta por la trama ordenada de la Poética, no así la novela negra.
Veamos el esquema o paradigma de Syd Field:
Este esquema no es otra cosa que una evolución de lo que Aristóteles presenta en su Poética, que no habla, por ejemplo, del primer punto de giro. Pero argumenta que hay que introducir una complicación desde el comienzo de la trama justo hasta el instante anterior del cambio en la fortuna del héroe, que se produciría al comienzo del segundo acto. Y desde aquí iremos al desarrollo hasta desembocar en el tercer acto. En este tramo, el héroe se verá envuelto en acciones que superará no sin tensiones y dificultades. Cuantas más se le presenten, sin pasarse, más suspense generará en el lector.
Todo lo anterior se puede resumir en tres axiomas:
- La narración de toda historia se compone de tres actos, el principio, el medio y el fin.
- Todo relato se compone de unos elementos que deben actuar como un cuerpo único.
- Solo cuando la trama, los personajes o la estructura se funden en un solo ítem la historia conecta de verdad con el público.
La Poética de Aristóteles se ha venido utilizando desde la antigüedad para contar historias y es, obviamente, el germen de teorías posteriores como la de Syd Floyd, e influye decisivamente en el monomito de Campbell y en El viaje del escritor de Vogler. Ahora bien, esto no es ciencia. Seguir la teoría de Aristóteles, Floyd, McKee, Campbell o Vogler:
- No garantiza que escribamos una novela de éxito mundial. Es cierto que, sobre todo, los guionistas de las grandes producciones de Hollywood que han triunfado han empleado las pautas de unos u otros.
- No me va a llevar forzosamente a escribir una buena novela enigma o una buena novela negra si empleamos el argumento inverso a las pautas.
- Sí que va a hacer que mi novela, al menos, tenga una estructura amparada en muchos años de estudio, los de las personas que han elaborado estas teorías.
Escribir consiste en una mezcla de técnica u oficio, y de talento o imaginación. Y si hablamos de novela negra, todas las teorías narrativas pueden volar por los aires. La novela negra surge como contraposición a la novela enigma, tendencia cuyas tramas fluyen para resolver un misterio de forma muy aristotélica. En novela negra lo que interesa es otra cosa. Interesan los personajes, así como el territorio físico y social, incluso psicológico, que atraviesan, y lo hacen con un rol claro: el antihéroe metido en el papel de perdedor, lo que hace estallar las teorías clásicas en las que un héroe determinado inicia un viaje en busca de objetivos. En novela negra, así como en realismo sucio, el héroe (anti héroe) no va a conseguir todos los objetivos. Conseguirá solo unos pocos y pagará un alto precio por ello. Mientras que en novela enigma es absolutamente necesario restablecer el orden después de la resolución de un misterio, en novela negra lo importante no es eso. En la mayoría de los casos, el protagonista va a quedar bastante destruido como consecuencia del viaje, nunca va a conseguir ser el mismo y, sin embargo, volverá a las andadas en cuanto se le presente la oportunidad.
En novela negra lo importante es la descripción de los bajos fondos, con párrafos duros, secos, llenos de ironía y de cinismo, obviando lo superfluo. Esos párrafos, pese a la dureza, deben ser moderadamente poéticos, mecidos por metáforas y no exentos de otros recursos literarios como el símil y la comparación. La novela negra surge para criticar de forma ácida el sistema y sus defectos, las claras diferencias entre clases y para describir cómo las clases altas aplastan (o lo intentan) a las más bajas. Ese es el campo de batalla del protagonista de esas novelas, que acepta retos que le vienen grandes, pero que al menos hostigará y pondrá palos en las ruedas de carretas que si no tiene cuidado acabarán por atropellarlo.
Por tanto y, pese a la teoría aristotélica, hay escritores y lectores cuyo cerebro no es aristotélico, en contra de la mayoría que sí lo son. Son aquellos que escribirán y leerán novelas negras o novelas de realismo sucio sin importar las tendencias o las modas. No es literatura para el gran público, que preferirá siempre el triunfo del bien sobre el mal y los finales felices. Han sido, son y serán, literatura para minorías, pero con el mismo derecho a ocupar un sitio como el resto de novelas que ocupan, eso sí, la primera línea en macrolibrerías y centros comerciales. Y para mí, un lugar de preferencia en mi corazón.
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