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Un testimonio de la infancia, la familia y el dolor - Zenda
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Un testimonio de la infancia, la familia y el dolor

Con este libro, la editorial malagueña El Toro Celeste, encargada por primera vez de su publicación, estrena su nueva colección de poesía «La Baltasara», coordinada por Luis Cárdenas García, secretario de Antonio Gala y director de su Casa Museo, y Pedro J. Plaza González, director editorial de El Toro Celeste. De esta forma, el renovado...

En julio de 2021, el poeta madrileño Jorge Pozo Soriano se alzaba con el XV Premio Internacional de Poesía Antonio Gala gracias a su poemario Escrito bajo las uñas. La celebración de este acto tuvo lugar, por primera vez, en los jardines de La Baltasara, la Casa Museo Antonio Gala, sita en Alhaurín el Grande (Málaga). En este emblemático espacio, la alcaldesa, Antonia Ledesma Sánchez, acompañada del presidente de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores de Córdoba, Francisco Moreno, y de un jurado compuesto por Manuel Salinas, Antonio Hernández, Antonio Carvajal y María Belén Molina Huete, entregaron el prestigioso galardón al joven poeta. La obra fue elegida por unanimidad entre cientos de trabajos procedentes de distintos puntos del planeta un par de meses antes de la entrega. En palabras del propio jurado, Escrito bajo las uñas «es un libro muy distinto, que, dentro del elogio de lo cotidiano, no olvida la metafísica y nos hace reflexionar, ofreciendo una imagen abierta de la vida con un pensamiento filosófico a través de versos limpios y bien construidos».

Con este libro, la editorial malagueña El Toro Celeste, encargada por primera vez de su publicación, estrena su nueva colección de poesía «La Baltasara», coordinada por Luis Cárdenas García, secretario de Antonio Gala y director de su Casa Museo, y Pedro J. Plaza González, director editorial de El Toro Celeste. De esta forma, el renovado sello editorial suma una quinta colección o, mejor dicho, una habitación más —como ellos mismos dicen en su manifiesto— al catálogo. Así pues, «La Baltasara» constituye la sección dedicada a la publicación anual de los manuscritos ganadores del Premio Internacional de Poesía Antonio Gala, junto a las secciones, ya existentes, de «La Federica», «La Cervantina», «La Zambrana» y «La Calderona».

"El poeta habla del dolor, ese que nos marca en los primeros años de la infancia y nos acompaña hasta la edad adulta. Un dolor que, lejos de olvidarse, sigue haciendo acto de presencia en la cotidianidad de nuestro día a día"

La obra se abre con un pequeño prólogo de la alcaldesa de Alhaurín el Grande a modo de saludo, seguido de un precioso poema introductorio, «Vértigo», y se cierra con un corpus de todos los ganadores del premio desde que este diera comienzo en el año 2007. Ya en este primer poema Jorge Pozo Soriano deja claras las intenciones del libro y adelanta al lector qué se va a encontrar dentro de este cuando dice:

buscar la inmortalidad en el paso del tiempo,
sin más razones que vivir
por no morirnos antes de la hora (2022: 15).

Asimismo, el poemario está dividido en tres bloques, presentando un total de 37 poemas, la mayoría de ellos breves.

La primera sección, que lleva por título «Abismo», consta de nueve poemas. A través de ellos, el poeta habla del dolor, ese que nos marca en los primeros años de la infancia y nos acompaña hasta la edad adulta. Un dolor que, lejos de olvidarse, sigue haciendo acto de presencia en la cotidianidad de nuestro día a día, ensanchándose, haciéndose cada vez más grande. Sobre esto mismo, Pozo Soriano escribe en su poema «Rotundidad»:

No sé si culpar al té o a la magdalena.
El caso es que el olor me ha transportado
a un mundo que creía en el olvido.
Allí, he vuelto a ser pequeño (2022: 24);

pues es en los gestos más inocentes donde volvemos, reiteradamente, al pasado. Aquí, el autor no solo vuelve a la infancia, también a su madre, esa «que nunca debió irse / (al menos, no tan pronto)» (2022: 24). La dilucidación de la primera herida que atraviesa al yo poético en la infancia y se enquista en su interior se va dibujando en los versos de esta primera parte.

"¿Hasta dónde hay que llegar en la memoria para enfrentarnos cara a cara con lo que nos hizo daño por vez primera?"

Hay una mirada constante al tiempo pretérito, al recuerdo de lo vivido. Sin embargo, en esta manifestación de unión entre pasado y presente no hay lugar para la reconciliación del yo-adulto y del yo-niño, solo para la incomprensión. Los interrogantes se van sucediendo, conformando una urdimbre de dudas y cuestiones filosóficas a las que el yo-adulto es prácticamente incapaz de dar respuesta:

¿Dónde empezamos a ser lo que somos?
¿Cuál es el límite de la existencia,
el confuso horizonte donde devoran los sueños? (2022: 23);

o:

¿Cuánto hemos de escarbar para reconocernos,
para llegar al fondo de todas las tinieblas
que nos han ido devorando? (2022: 25).

¿Hasta dónde hay que llegar en la memoria para enfrentarnos cara a cara con lo que nos hizo daño por vez primera? En el retorno al trauma infantil se encuentra la posibilidad del conocimiento: saber el origen de toda esa violencia contra el cuerpo propio —y el ajeno— suscitada por el dolor primario.

Por otro lado, no solo la violencia que alberga el cuerpo nace del dolor y de la incomprensión, también lo hace el sentimiento de soledad que se proyecta de manera brillante a lo largo de la obra de Jorge Pozo Soriano. Ser plenamente conscientes del abandono al que estamos condenados desde el momento en que nacemos y, al mismo tiempo, del abandono al que someteremos a los demás cuando nos vayamos y asumir este trágico hecho en el silencio del recuerdo es una tarea harto compleja. No obstante, y a pesar de la dificultad intrínseca del tema, el poeta es capaz de retratarlo con extrema sencillez y sutileza en su poema «Caos», cuando escribe:

Morir en medio de la soledad
para evitar el sufrimiento ajeno (2022: 25).

Y son estos dos versos los que cierran la primera parte de la obra y propician el inicio de la siguiente.

"El dolor que se expande paulatinamente como una enfermedad, borrando los límites corporales, es recibido por el yo-adulto desde una perspectiva más madura, más calmada, pero también más conformista"

Si en «Abismo» el poeta teorizaba sobre el primer dolor y el trauma infantil, en «Frontera», la segunda sección que funciona a la par como eje vertebrador del libro y como puente entre la primera y la última parte, el sujeto lírico reconoce ese dolor y lo nombra de distintas maneras: desde la rabia hasta el rencor. En el momento en el que identificamos la herida comienza un proceso de aceptación que culmina en una cotidianidad inevitable y prácticamente impasible. La resignación con la que afronta el autor esta experiencia, esa rutina impuesta de sufrimiento, se hace presente desde el primer poema de esta segunda parte, cuando declara:

Transformar ese dolor en costumbre
y coserme con alambre los labios (2022: 35).

Tal afirmación nos lleva de inmediato al siguiente poema, donde señala, de manera contundente y sin dejar lugar a contrargumentaciones, que

aceptamos tragar toda la rabia.
Verter toda la sangre
sobre el cauce virgen de la memoria,
hasta la sequedad que nos vacía (2022: 36).

El dolor que se expande paulatinamente como una enfermedad, borrando los límites corporales, es recibido por el yo-adulto desde una perspectiva más madura, más calmada, pero también más conformista. Destaca la certeza con la que describe no solo la realidad, sino ya la propia existencia del ser, asegurando que

estar completos es una utopía.
Estamos hechos de huecos vacíos (2022: 41).

O, dicho de otra forma, estamos hechos de ausencias porque somos y existimos en relación con los demás. Esta actitud tan derrotista deviene de un aislamiento vertical construido durante años, donde realidad queda a un lado e imaginario queda al otro, y de la seguridad que, en ocasiones, proporciona el miedo paralizante, en definitiva, del daño autoimpuesto.

El pasado sigue presente en la memoria del sujeto poético que reconoce y adopta el papel de mártir:

De poco sirve huir de las cadenas
que unen nuestros tobillos al sueño
recurrente de nuestra infancia
a ese que vuelve noche tras noche,
con todos sus fantasmas (2022: 37).

Sobre la necesidad de hacer ese viaje de vuelta, constantemente, al lugar —al momento— en que dejamos atrás la infancia, que nos abandona en la soledad de la «adultez instaurada» (2022: 24), habla Pozo Soriano en su poema «Pretérito»:

y no habrá nadie que pueda ayudarte
sin que vuelvas a recorrer
la senda de tus días anteriores (2022: 46).

Pareciera que solo así, moviendo las manecillas del reloj a la inversa, podremos sobrellevar el dolor que provoca vivir.

En la tercera y última parte, «Retorno», el poeta describe el proceso de retornar como un ciclo, una rutina impuesta por el propio ser que se instala en un rincón de casa y que, con el paso del tiempo, acaba ocupando todas las habitaciones. Y visitar ese espacio es la única solución para todo ese dolor que se acumula debajo de las uñas y que arrastramos como una herencia:

Solo el retorno es la respuesta.
Volver a pasar por el corazón.
Buscar el inicio de sus latidos,
esos primeros balbuceos
cuyo eco retumba en la consciencia (2022: 56).

El acto de volver es, inevitablemente, abismo y consuelo a partes iguales. Volver al dolor de la niñez en un intento de escapar del dolor adulto es un riesgo que hay que correr y que el yo poético hace en numerosas ocasiones únicamente para darse cuenta de que:

la vida, nuestra vida,
no es tan solo lo que somos.
También es lo que fuimos,
lo que proyectamos en el futuro,
los deseos y los recuerdos (2022: 63).

Aquí aparece por vez primera la visión de futuro y convergen, al fin, las tres versiones del sujeto lírico que culminan en «Herencia», el poema que cierra Escrito bajo las uñas:

Como herencia nos quedan los recuerdos.
La herida no solo sangra en la infancia (2022: 68),

donde todo lo que fuimos y todo lo que somos serán recuerdos en la memoria de lo que seremos.

"Jorge Pozo Soriano se erige como una de las voces emergentes de jóvenes poetas cuyo testimonio se remonta a la infancia, a la familia y al dolor que nos acompaña en nuestro recorrido vital"

Es necesario, también, señalar y destacar que a lo largo del poemario son frecuentes las citas de filósofos como Séneca, Heráclito o Nietzsche; las de poetas como Rainer Maria Rilke o Ángela Figuera Aymerich; y de músicos como George Michael o Fleetwood Mac. Esto, además de servir como cimientos para la estructura del libro, ayuda al lector a comprender los textos que lo conforman.

Así, puede concluirse que el autor crea, mediante un lenguaje pulcro que invita al lector a acercarse a sus experiencias personales, un bellísimo libro donde reconocerse y recordar fragmentos de la infancia, de

la herida intrínseca
que no supo volverse cicatriz
y dilata su agonía sin pausa (2022: 59).

Aunque podría decirse que cada poema funciona de manera independiente, con su propio signo identitario, el conjunto de todos, incluido el introductorio —fuera de las tres secciones—, hace de este un poemario humano y sencillo, sin grandilocuencias ni metáforas donde el significado pueda perderse. Jorge Pozo Soriano se erige así como una de las voces emergentes de jóvenes poetas cuyo testimonio se remonta a la infancia, a la familia y al dolor que nos acompaña en nuestro recorrido vital.

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Autor: Jorge Pozo Soriano. Título: Escrito bajo las uñas. Editorial: El Toro Celeste. VentaTodos tus libros, AmazonCasa del Libro.

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Cristina Rosales García

Cristina Rosales García (Málaga, 1998) es graduada en Filología Hispánica por la Universidad de Málaga. Cursó el Máster de Gestión del Patrimonio Literario y Lingüístico Español en la misma institución. Es correctora profesional de textos y trabaja como colaboradora en distintas revistas digitales de cine. Actualmente está realizando su tesis doctoral sobre la relación entre la literatura y el medio audiovisual.

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