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Un bebé sobre la mesa - Zenda
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Un bebé sobre la mesa

Llevar al bebé al trabajo es imposible, del mismo modo que llevar a tu perro al trabajo es imposible. Por ello, al trabajo sólo llevan bebés y perros los jefes y los dueños, pues pueden tranquilamente no trabajar ese día y encargarse de su bebé, o delegar ese cuidado en los trabajadores cuyo sueldo depende...

La mesa parece ejercer en la cultura anglosajona como metáfora de ese lugar donde se demuestra la propia valía. Nos hemos acostumbrado, a través de las series y las películas estadounidenses, a escuchar expresiones como traer algo a la mesa o poner algo sobre la mesa, que siempre indican relevancia social o profesional. Cuando se habla de mantener a una familia, se dice que un padre “tiene que poner comida sobre la mesa para sus hijos”. En The Wire, el jefe pedía a sus subalternos “dope on the table” (droga en la mesa), o sea, eficacia policial. Hace poco, Kanye West alarmaba a todo el mundo al considerar que “cualquier persona tiene algo valioso que aportar, especialmente Hitler” (“Every human being has something of value that they brought to the table, especially Hitler”). Y en España, poco después, una ministra publicó en su cuenta de Instagram una fotografía de su despacho oficial donde aparecía un bebé sobre la mesa. Esto, como es justo reconocer, supera todo lo anterior.

En la imagen, la ministra y madre empuña un bolígrafo Pilot y escribe, muy concentrada, sobre un folio. Es diestra, y su mano izquierda está acomodada como ordenan las buenas maneras escriturales: sobre el papel, para evitar así que su desplazamiento indeseado perturbe la caligrafía. El bebé, de corta edad, está tumbado boca arriba sobre un cambiador reluciente extendido sobre el tablero de la mesa, de madera oscura. Hay, como poco, otra persona en el despacho, la persona que ha hecho la foto (o fotos, circulan varias instantáneas parecidas, se hicieron diversas fotografías y se eligió una en concreto para el Instagram de la ministra).

"La realidad del cuidado del bebé es que ese cuidado ocupa el tiempo completo, la energía entera, la vida toda del que lo cuida"

La imagen permite dos lecturas, coincidentes con el grado de familiaridad que uno tenga con los bebés, y con cierto regalo divino, llamado inteligencia. Como la mayoría de la gente no tiene bebés, no ha tenido bebés, o no recuerda cuando los tuvo o no cuidó de ellos por sí mismo, y como la mayoría de la gente no se para a pensar en la manipulación diaria a la que está sometida de la forma más burda y desaprensiva por parte de los gobernantes, una lectura inmediata es que la ministra (a la que no nombro por respeto a su hijo, motivo también de que no usemos la imagen en esta pieza), la ministra, digo, dirán, es buena madre, diligente trabajadora y acaso una heroína de la maternidad moderna. Esa lectura, como es obvio, es la que busca generar la propia política y su equipo de comunicación publicando esta imagen.

La otra lectura nos habla más perspicazmente de desfachatez. Cualquiera que haya cuidado de un bebé sabe que ese cuidado es incompatible con una segunda actividad, no ya con la de gobernar España, gestionar un ministerio o, saliendo de la política, facturar, escribir, limpiar, conducir, fiscalizar, repartir, descargar, edificar, planificar o atender o diagnosticar, sino incluso con actividades uno diría que fácilmente combinables como mantener una conversación con un amigo o ir a comprarse una jersey. La realidad del cuidado del bebé es que ese cuidado ocupa el tiempo completo, la energía entera, la vida toda del que lo cuida.

"Lo que dice la foto de la ministra no es: Trabajo y cuido del bebé, sino, muy exactamente: No trabajo y no cuido del bebé"

Así, llevar al bebé al trabajo es imposible, del mismo modo que llevar a tu perro al trabajo es imposible. Por ello, al trabajo sólo llevan bebés y perros los jefes y los dueños, pues pueden tranquilamente no trabajar ese día y encargarse de su bebé, o delegar ese cuidado en los trabajadores cuyo sueldo depende de ellos por mucho que la labor de cuidar bebés no esté especificada en sus contratos. Esto último (hacer que los subordinados cuiden de tu bebé) es lo que hacen habitualmente todas las políticas que llevan a su bebé al trabajo, como es obvio.

Así, lo que dice la foto de la ministra no es: “Trabajo y cuido del bebé”, sino, muy exactamente: “No trabajo y no cuido del bebé”. La gente, candorosa hasta lo desesperante, cree que ahí hay una madre como otra cualquiera, y lo que hay es una privilegiada como otra cualquiera, bien que en cantidades, estas privilegiadas, mucho más reducidas que las de las madres cualquiera.

Las madres cualquiera no pueden llevar al bebé al trabajo porque no podrían trabajar, no sólo porque seguramente esté prohibido. Las madres en general tampoco ponen a los bebés sobre la mesa, porque hay un riesgo cierto, sobre todo si ni siquiera miras a tu bebé ni le tomas de la mano, de que se te caiga de la mesa y se abra la cabeza, como pasa de hecho tan a menudo.

"Nada de todo esto consigue la foto: ser madre es fácil, pues puedes ir al despacho con el bebé, dejarlo sobre una mesa y trabajar tranquilamente sin mirarlo siquiera"

La imagen, en fin, representa perfectamente la incomprensión absoluta de lo que cuidar a un bebé supone, cosa que no deja de resultar estremecedora cuando la ministra de Derechos Sociales, su amiga la de Igualdad y toda la organización política que dirigen pretende a diario ayudar a las mujeres y visibilizar sus esfuerzos, amén de aumentar el número de padres que vean estos esfuerzos tan acordes con la condición de madre como con la de padre.

Nada de todo esto consigue la foto: ser madre es fácil, pues puedes ir al despacho con el bebé, dejarlo sobre una mesa y trabajar tranquilamente sin mirarlo siquiera; el padre no lo cuida, pues debe de ser que su trabajo es más importante que el de la madre, y allí sí que no se llevan bebés. Por no hablar de que pueden utilizarse bebés para los deseos publicitarios de sus padres, ya sea dulcificar y purificar su imagen pública, ya fingir que se les cuida como Dios manda porque, de vez en cuando, se publica una foto donde, de hecho, no se les cuida como Dios manda, pero nadie parece saberlo. Todo esto nos dice esta foto.

La imagen, la idea misma de poner un bebé sobre una mesa de despacho oficial y vender maternidades fake por Instagram a la espera de conseguir un beneficio instantáneo en forma de aumento de la propia popularidad, sólo puede considerarse ofensiva, miserable y mercantil. Nada hay ahí que tenga que ver con la realidad, ni del trabajo de un ministro ni del trabajo de cuidar de un bebé. Es la total falta de escrúpulos la que, en definitiva, queda aquí retratada.

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Alberto Olmos

Alberto Olmos (Segovia, 1975) es escritor y columnista. Ha publicado nueve novelas, entre las que destacan Trenes hacia Tokio (2006), Alabanza (2014) o Irene y el aire (2020). Su primer libro de relatos se tituló Guardar las formas (2016), y su primer ensayo, Vidas baratas: elogio de lo cutre (2021). Es premio Ojo Crítico RNE de Narrativa (2009) y I Premio David Gistau de Periodismo (2020). Escribió y locutó el podcast sobre literatura Todo está en los libros (2022). Vive en Madrid.

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