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El puto amo de las pizzas - Zenda
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El puto amo de las pizzas

La historia de Pino Prestanizzi es la de un pizzero calabrés convertido en uno de los influencers más importantes de YouTube.

Imagen de portada y fotos de portada: Xavier Torres-Baccheta

La historia de Pino Prestanizzi es la de un pizzero calabrés que, habiendo nacido en un mundo absolutamente analógico, se ha convertido en uno de los influencers más importantes de YouTube. Todo empezó un día cualquiera de 2018, cuando el crítico gastronómico Mikel López Iturriaga, responsable del portal El comidista, entró en el restaurante que Prestanizzi corregenta en Barcelona, La Briciola, para invitarle a participar en una cata a ciegas de pizzas precocinadas industriales. Aquellos dos hombres se conocían del barrio, puesto que apenas unos metros separan el estudio del uno y la pizzería del otro. Así que chocaron los cinco y el italiano se sentó ante una cámara para dar su opinión sobre las pizzas congeladas que el crítico le iba poniendo sobre la mesa. Por resumir su intervención, basta decir que aquellos productos le parecieron una auténtica porquería. Y estalló la bomba.

El streamer Ibai Llanos atacó el elitismo gastronómico de Prestanizzi sin ningún tipo de miramientos y, poco después, AuronPlay resumió su aparición en El Comidista diciendo que el invitado había dicho que una de las pizzas «básicamente (…) sabe a culo de persona que ha vuelto de un festival de música de tres días al aire libre» (sic), comentario que, no me negarán, es más que ingenioso. Evidentemente, tanto a Ibai Llanos como a Raúl Álvarez Genes, aka AuronPlay, las pizzas precocinadas les parecían si no exquisitas, al menos más que pasables, algo que sobra decir que sólo opinaría una persona lo suficientemente joven como para, primero, no tener ningún interés en su propia salud y, segundo, desconocer lo que es un colon irritable. El caso es que Prestanizzi, viéndose atacado de aquella manera, estalló en cólera. ¿Quiénes eran esos mocosos que ponían en duda su valoración?, ¿por qué atacaban a alguien cuyo criterio era el de un profesional?, ¿cómo se atrevían dos niñatos sin ninguna responsabilidad en la vida a poner en juego el pan de sus hijos?…

"Pocos meses después de colgar su primer video, ya era amigo de los dos streamers que le habían cuestionado"

El pizzero calabrés echaba espumarajos por la boca. Y sus nervios se crisparon hasta tal punto que tuvo que ser su hijo Adriano quien le aconsejara que se calmara, quien le dijera que todo aquello no era más que un juego y quien le diera el mejor de los consejos posibles: respóndeles. Dicho y hecho. Prestanizzi abrió su propio canal de YouTube, en el que básicamente prepara pizzas, hace catas de otros alimentos y, entre muchos improperios y todavía más gesticulaciones, se autocalifica como «el puto amo». Pocos meses después de colgar su primer video, ya era amigo de los dos streamers que le habían cuestionado. De hecho, el mismo Ibai Llanos le instó a participar en el gran juego que es YouTube y, cuando se lo propuso, Prestanizzi lo miró fijamente a los ojos y, con ese rostro curtido de italiano que se hace crujir los dedos antes de probar el ragú, le soltó un refrán que el otro jamás olvidaría: «Si quieres jugar, jugamos, pero recuerda: cuando el juego se pone duro, los duros empiezan a jugar».

Hoy Pino Prestanizzi cuenta con 1,1 millones de seguidores y se ha convertido en el pizzero más famoso de la red. Tan famoso que, hará cosa de un año, una editorial le propuso escribir un libro con sus mejores trucos de cocina. Al calabrés le pareció una buena idea, pero puso una condición: que contrataran a una redactora. Porque, como él mismo dice, «yo no he leído un libro en mi vida». El resultado: Los secretos del puto amo (Libros Cúpula), un recetario salpicado de orégano y anécdotas personales.

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—Se me hace extraño estar hablando con un influencer de 59 años.

"Estoy preparando un video-clip con un grupo de músicos del barrio de Sants. Será una canción tipo rumba y yo cantaré al estilo Pino D’Angio"

—Te voy a confesar que, después de la pandemia, que es cuando estalló todo el asunto de mi canal de YouTube, me cansé. Me harté de hacerme el gracioso en los videos, me harté de los comentarios de los usuarios, me harté de todo ese mundillo. Además, en aquel entonces ocurrieron cosas que me desanimaron: un socio con el que iba a montar otro negocio me estafó, me separé de mi mujer… Perdí las ganas de todo, me aburría con todo. Pero ahora estoy mejor. La pizzería funciona, tengo una nueva pareja y me he comprado un coche descapotable. Estoy viviendo la segunda juventud. Incluso estoy preparando un video-clip con un grupo de músicos del barrio de Sants. Será una canción tipo rumba y yo cantaré al estilo Pino D’Angio. La letra empieza así: «Soy el puto amo, lo dice AuronPlay…».

—¿Cómo surge la idea de escribir un libro?

—Vino una persona de la editorial cuyo hijo era muy seguidor de mi canal, y me dijo que les gustaría hacer un libro. Le respondí que yo no tenía ni puta idea de esas cosas. Es más, no he leído un libro en mi puta vida. Así que acordamos que me pondrían una redactora, eso que en España llamáis un negro literario, y que me enviarían a fotógrafo. Y dije que sí, claro.

—¿No te planteaste escribir ni la Introducción?

"Es que no he leído un libro en la puta vida. Tengo algunos, pero de decoración"

—Es que no he leído un libro en la puta vida. Tengo algunos, pero de decoración. Yo soy de esas personas que aprende más viendo videos sencillitos en internet que leyendo un libro o que viendo esos programas de televisión en los que los chefs no hacen más que complicar el arte de cocinar. A mí me gustan las cosas simples. El otro día vi el documental que han hecho sobre Joaquín Sabina (Sintiéndolo mucho, de Fernando León de Aranoa) y me gustó porque Sabina se presenta ante las cámaras de un modo natural. Explica su vida sin inventarse nada, sin limpiar su imagen, sin falsificar el pasado. Eso es lo que me gusta: la gente sencilla y natural que habla claro.

—¿Qué otros cantantes te gustan?

—Adriano Celentano, que también dice las cosas de un modo directo y accesible. Adriano es mi ídolo, tanto la persona como el cantante. De hecho, mi hijo se llama Adriano por él. Marcello Mastroianni decía que en Italia había cincuenta millones de actores, de los cuales los peores eran los que ocupaban los escenarios. Y tenía razón. Todo el mundo miente, pero sólo triunfan los auténticos. Por eso, cuando alguien me dice que yo soy igual que el Pino Prestanizzi que aparece en mis videos, me siento halagado. No quiero actuar, quiero ser yo.

—¿De verdad que nunca ha leído ningún libro?

—Bueno, ahora que lo pienso, una vez leí uno del filósofo Luciano De Crescenzo. Vino a Barcelona a presentar un libro y comió en mi restaurante durante toda la semana. El último día, me regaló un ejemplar de Orden y desorden (Seix Barral, 1997), que defiende que en la vida, para ser perfecto, hay que ser tan ordenado como desordenado. Lo leí porque era pequeñito y porque, de alguna forma, hablaba de mí: un hombre ordenado y desordenado al mismo tiempo. ¡Ah! Y también leí uno que me regaló mi hermana: Rabbia, de Rosario Sorretino y Cinzia Tani. Hablaba de una profesora que está totalmente estresada. Y, no sé, algún día me gustaría leer la Odisea. Por la cosa histórica y tal.

—En tu canal de YouTube, además de pizzas, también haces catas de diferentes tipos de comida. Hoy mismo grabarás un video dando tu opinión sobre algunos platos que comprarás en un restaurante coreano.

"Si alguien viene a mi pizzería, graba un video mientras come y dice que nuestra pizza es una mierda, pues tendré que aceptarlo"

—Yo no tengo ni puta idea de comida coreana, pero la probaré y daré mi opinión. Y si el restaurante elegido se enfada, pues que se enfade. Si estás expuesto al público, tienes que aceptar las críticas. Para eso existe la libertad. Si alguien viene a mi pizzería, graba un video mientras come y dice que nuestra pizza es una mierda, pues tendré que aceptarlo. Si para él es una mierda, qué le vamos a hacer. Hay que asumir lo que los otros piensan sobre nosotros.

—Pero las opiniones pueden hacer mucho daño, sobre todo cuando el objeto de la crítica no es realmente opinar sobre el trabajo del otro, sino lucrarte personalmente, es decir, ganar seguidores.

—Pero es que, para criticar, primero hay que saber. Recuerdo que una vez vino un cliente al restaurante y me dijo: «Hola, soy crítico de pizzas» Entonces le pregunté cuántas pizzas había hecho en su vida y respondió que ninguna. Y le dije: «¿Cómo coño vas a criticar a uno que ha hecho seiscientas mil a lo largo de su vida?».

—Pero tú te cabreaste mucho cuando AuronPlay criticó tu aparición en El comidista y, sin embargo, hoy vas a hacer un video sobre comida coreana, de la que reconoces que no sabes nada.

"Es muy distinto trabajar de crítico que dar tu opinión personal"

—Pero no la voy a criticar. Voy a dar mi opinión. Además, antes de hacer una cata, siempre advierto a los usuarios de que es la primera vez que pruebo este tipo de comida. Les digo que no entiendo nada sobre esa gastronomía y que simplemente voy a probarla para decir qué me parece. Por tanto, sólo doy mi opinión personal. Es muy distinto trabajar de crítico que dar tu opinión personal.

—Y, ¿qué hacemos entonces con los críticos profesionales?

—Ah, esos merecen todo mi respecto. Son gente que viene al restaurante sin identificarse, que prueban los platos, que pagan la factura y que se marchan. Y al día siguiente descubres que te han sacado en el periódico. Eso me parece perfecto. Hace poco me llamó un amigo diciéndome que había salido en la Guía Repsol. Y, oye, me alegró mucho. Porque eso es algo que hacen los profesionales y ahí no me meto.

—Los críticos profesionales tienen otra ventaja: su ética profesional les obliga a ser absolutamente sinceros. Tú, ¿te autocensuras mucho al grabar tus videos?

—Hay que tener en cuenta que, para grabar un único video de quince minutos, me paso dos o tres horas hablando ante la cámara. Y digo muchas tonterías. Antes, mi sobrino editaba los videos, pero ahora entregamos el bruto a la empresa de contenidos YouPlaneta, que es la que edita todas las grabaciones. Son muy profesionales y quitan todo lo que les parece inapropiado.

—O sea, no te autocensuras, pero pagas a una empresa para que te censure, ¿no?

"Te pueden acusar de machista o de cualquier otra gilipollez con una facilidad asombrosa. Es el siglo XXI, qué le vamos a hacer"

—Es que actualmente tienes que ir con mucho cuidado con lo que dices. Porque hay gente que solo vive para buscar los fallos de los demás. Te pueden acusar de machista o de cualquier otra gilipollez con una facilidad asombrosa. Es el siglo XXI, qué le vamos a hacer.

—Ese miedo a la gente que solo vive para buscar los fallos de los demás es lo que hace que no emitas en directo, ¿verdad?

—¡Claro! Si emitiera en directo, me podría equivocar, podría decir cosas de las que luego me arrepintiera, podría hasta hundir mi carrera por hablar demasiado. Cuando me pongo ante la cámara, mando a tomar por culo a todo el mundo. Y eso no puede ser. Yo nací en un mundo en el que podías decir cualquier cosa sin que vinieran doscientos desconocidos a juzgarte. Pero eso ya quedó en el pasado. Ahora el mundo es como es.

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Álvaro Colomer

Álvaro Colomer es escritor y periodista. Su última novela para adultos fue Aunque caminen por el valle de la muerte (Literatura Random House, 2017) y su última no-ficción Guardianes de la memoria (Fórcola, 2020). En 2019 ganó el Premio Jaén de Novela Juvenil con Ahora llega el silencio (Montena). Como periodista, trabaja en La Vanguardia, Ara, Cadena Ser y, entre otros, Tendencias. @AlvaroColomer

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Ricarrob
Ricarrob
1 año hace

Excelente. Me he reído mucho con lo de «sabor a culo…», es genial. Para alguien como a mí que no me han gustado nunca las pizzas es refrescante. Curiosamente, rechazo siempre este tipo de comida y, hace muchos años, en Florencia, me obligaron prácticanente a probar una pizza en un establecimiento familiar con un horno de leña a la vista. Realmente recuerdo la experiencia gratamente: aquello era un manjar. Me imagino que las pizzas del calabrés irán en esa línea.

Ricarrob
Ricarrob
1 año hace
Responder a  Ricarrob

Me respondo a mi mismo. Estas geriátrico R.R. no era Florencia era Roma, cerca de la Piazza del Popolo. Si aquello era una pizza, la mayoría de lo que se comercializa o sirve es otra cosa pero pizza no. Habrá que ir a la de Prestanizzi.

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