María Auxiliadora Balladares es una poeta nacida en Guayaquil, Ecuador, en 1980. Profesora de Literatura en la Universidad San Francisco de Quito, obtuvo su PhD. en la Universidad de Pittsburgh. Estudia la obra de poetas latinoamericanos del siglo XX y del XXI, así como la teoría crítica contemporánea. Ha publicado el libro de cuentos Las vergüenzas (Antropófago, 2013), el ensayo Todos creados en un abrir y cerrar de ojos (Centro de Publicaciones de la PUCE, 2015) acerca de la obra de Blanca Varela y los poemarios Animal (La caída, 2017), URUX Una correspondencia (Pirata Cartonera, 2018), escrito junto a Sebastián Urli, Guayaquil (Prefectura de Pichincha, 2019) y caballo y arveja (Severo Editorial). Es parte del comité editorial de la revista en línea Sycorax. Presentamos una selección de poemas de Acantile duerme piloto (Funes editora, diciembre de 2022), cuarto poemario de la autora que contiene doce poemas de amor, que nos habla de todas las formas del amor, tantas formas que a veces cuesta nombrarlas y enumerarlas, tantas que a veces cuesta reconocerlas y enfrentarlas, tantas que a veces se esconden, como nos escondemos nosotros mismos, en los objetos más comunes como un cepillo de dientes o en los gestos más insospechados como bajar la tapa de un inodoro tras abandonar nuestro corazón en su interior, tras tirar de la cadena y sentarnos encima a llorar.
***
El cepillo discurre su soledad
Las penas que me maltratan
son tantas que se atropellan
y como de matarme tratan
se agolpan unas a otras y, por eso,
no me matan“La tarde” por Silvia Pérez Cruz
Las estrellas fugaces en tu cabello negro
en luminosa formación
¿adónde se dirigen en bandada,
tan directas, tan temprano?
–Ven, déjame lavártelo en esta gran tinaja
maltrecha y brillante como la luna“El champú” de Elizabeth Bishop
El cepillo de color rosado permanecía
sobre el estante
junto al espejo
Al cruzar el umbral de la puerta
estaba esperándome
Me habló de su soledad
y en su rigidez percibí su agonía
su angustia
Al acercarme
oí con mayor claridad su voz ronca
y alcancé a mirar los brevísimos pelos rojos
que no volverían a tu cabeza
y permanecerían enredados en su cilindro plástico
en sus filamentos negros
Como cuando cae del árbol un fruto
y es la prueba incuestionable de que la tierra vive
Así me hablaba
mientras yo
estropeada
me sentaba en la taza del baño
a llorar como una viuda
El cepillo latía
acompasadamente
No pude tocarlo
ni llevarlo a la boca y tragármelo
Era un símbolo ingenuo
que tenía la potencia que se requiere
para doblar un cuerpo
o para que se ponga de rodillas
Sin darme cuenta
un animal tierno brotó de mi pecho
Una a una
me arrebataba las palabras
dejándome limpia
sin pensamientos
El animal tomó el cepillo
con sus garras diminutas
para desenredar mi pelo
como si fuese su hija triste
la que nació última
Al irse
lo dejó sobre el estante
junto al espejo
Imaginé que al llegar
verías en tu cepillo mi pelo
que te ahogarías de la pena
te doblarías y te arrodillarías
que escucharías su voz ronca
decirte que se siente solo
y que vislumbra para sí
un destino aciago y ajeno
***
Herencia
Di te adoro
di te quiero
di que por la primera vez
es amor verdadero“Amor verdadero” por Willie Colón
Que yo siempre amé
yo te traigo la prueba
que hasta que amé
yo nunca viví – bastante –que yo amaré siempre –
te lo discutiré
que amor es vida –
y vida inmortalidad –“Que yo siempre amé” de Emily Dickinson
Heredamos formas de tocar
el ritmo de la cadera sobre la cadera
el lenguaje del vértigo
el gusto por la sal
Lo que ahora me das y lo que te doy
nos lo dejaron otros cuerpos
con los que supusimos
que la lluvia nos envolvería
con los que haríamos conchilla
porque seríamos el mar y sus olas blancas
con los que viviríamos
cubiertos por las ramas
de un álamo alto y plateado
Hay palabras que salen de ti
que he memorizado
Palabras que te dijo G
y que luego se las diré a L
que tú repetirás con A
y con las que L convencerá a N
La intensidad con la que rozas tu sexo contra el mío
después de venirte
es la misma con la que te rozaba
el cuerpo de H
y si te llamo anís
es porque así me llamaba O
cuando llegaba a casa
al caer la tarde
Sin saberlo
repites gestos de J
que hiciste tuyos
de tanto mirarlos en mí
y yo ignorante me enciendo
viéndote bailar
como bailabas con S
Somos la fuente inagotable de cielo
para paliar el desamparo
Mi amor por el silencio
y tu sintaxis
hoy apenas nos pertenecen
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