Foto: Lucía Martínez.
Olalla Castro es una poeta, ensayista y narradora nacida en Granada en 1979. Es doctora en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y licenciada en Periodismo. Es autora de los poemarios La vida en los ramajes (Devenir, 2013), Los sonidos del barro (Aguaclara, 2016), Bajo la luz, el cepo (Hiperión, 2018), Inventar el hueso (Pre-Textos, 2019), Las Escritas (Almuzara, en prensa) y el ensayo Entre-lugares de la Modernidad: filosofía, literatura y Terceros Espacios (Siglo XXI, 2017) y las antologías Ocho paisajes, nueve poetas (Dauro, 2009) y Juan de Loxa: resistir en el margen (Diputación de Granada, 2018). Ganadora del Premio Nacional de Poesía Miguel Hernández, el Premi Tardor de Poesía, el Premio Internacional Antonio Machado en Baeza, el Premio Unicaja de Poesía, el Premio de Poesía Vicente Núñez y finalista del Premio Andalucía de la Crítica durante dos años consecutivos, sus poemas y relatos han sido recogidos en más una veintena de antologías y traducidos a varias lenguas. Fue columnista del diario La Opinión de Granada durante sus seis años de existencia y actualmente es columnista de El Salto Diario. Ha sido cantante y letrista de diversos proyectos musicales, como Rebelmadiaq, Sister Castro o Nour, formaciones con las que ha firmado una decena de discos y ofrecido conciertos por países como Argentina, México, Costa Rica, Jordania, Marruecos, Argelia, Francia, Holanda o Alemania. En primavera de 2020 obtuvo la beca de escritura Montserrat Roig. Presentamos una selección de textos de su último poemario, Todas las veces que el mundo se acabó, recién publicado por la editorial Pre-Textos y que obtuvo el Premio Internacional Ciudad de Estepona.
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LAS DIEZ PLAGAS DE EGIPTO
No asolaron las langostas los cultivos
ni la peste acabó con el ganado.
Piojos no atacaron a animales y niños.
Una nube de moscas no invadió aquel país.
El agua jamás se tornó en sangre
ni emergieron de ella a millares las ranas.
No se cubrieron de úlceras los cuerpos.
Del cielo no llovió fuego y granizo.
No hubo oscuridad que durase tres días
ni todos los primogénitos murieron a la vez.
Supimos entonces que el castigo
era en realidad sobrevivir.
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BRILLARÁN LOS DOCE SOLES
Cuando nadie recuerde
los nombres de los dioses
brillarán los doce soles a la vez
y Kalki descenderá en un blanco caballo
Sus manos se abrirán hermosas como lotos,
cada dedo un pétalo muy suave,
para matar aquello que él mismo creó
‒pues ¿qué es el ser humano
sino un ladrón ansiando vestir ropa de rey?‒.
Ven aquí, Kalki,
con tu cuerpo cóncavo recógeme,
devuélveme al hueco del que vengo,
hasta que no respire
‒hasta que ninguno de nosotros respiremos‒.
Acaba con la herida
para que pueda la herida
volver a comenzar.
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NOSTRADAMUS
Es un poema el futuro:
temblor que se invoca
con el fin de apartarlo,
fantasma conjurando la lengua,
monstruo hueco que en lo hueco se esconde.
Quise alejar esto muerto,
lanzar lo que había visto
‒dos brotes de peste,
mis hijos y mi esposa en el mismo ataúd‒
como una piedra plana sobre el mar.
Que en el agua saltase cinco veces
y se hundiese después.
Intenté
desviar mis ojos de sus ojos redondos,
cubrir con la palabra, sábana blanca,
aquel cuerpo tan frío.
Y, si os entregué este miedo
‒vieja de luto, lluvia de ranas,
sangre mezclada con leche,
serpiente de cascabel‒,
fue solo para poder continuar.
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HIC SUNT DRACONES
Cuando el mundo era plano
en los mapas se cartografiaba el fin
y, más allá del agua donde todo acababa,
se dibujaban monstruos y dragones,
serpientes marinas, sirenas, centauros,
peces con diez ojos y pulpos con cabeza de titán.
Como si todo lo que asusta
no pudiera tocarse alargando los dedos.
Como si todo lo que asusta
no estuviese ya aquí.
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USHUAIA
Los turistas que llegan a Ushuaia
suben al Tren del Fin del Mundo,
se ajustan los auriculares
y pulsan un botón hasta dar con su lengua.
El folleto promete que quien pague su tique
escuchará la historia de los presos
que construyeron la ciudad
y podrá deleitarse con paisajes bellísimos.
Nadie hablará de trabajo forzado,
mencionará cadenas, dictadura, represión.
Al final del recorrido
los pasajeros podrán comprar una postal
donde se ve a los reclusos,
con su uniforme a rayas,
cavando entre la nieve.
Al fondo habrá un quiosco en el que vendan
café con chocolate y doraditas.
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LA TIERRA DE FUEGO
Llegaron blancos como pico nevado.
Con sus manos brillantes
encerraron a las ovejas en corrales
y nos mataron a nosotros,
también de diez en diez.
Sonaban a estampida de guanaco
sus rifles y su lengua por igual.
Ofrecían una libra esterlina
por cada oreja nuestra, mano, pie.
Nos invitaron a vino
‒para sellar la paz, dijeron‒
y cuando estuvimos embriagados
comenzaron sin más a disparar.
A quienes no les alcanzaron las balas
les alcanzó la enfermedad
que arrastraban consigo
‒silbido de serpiente al respirar‒.
Ya solo quedo yo.
Me llamo Ángela Lioj
y el mundo acaba en mí.
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