El sábado pasado llovía a mares en Madrid, una lluvia necesaria para nuestra tierra sedienta después de este año de temperaturas extremas. Alejandro Vergara, Coloma Fernández Armero, Ernesto Calabuig y yo misma nos dirigíamos a la biblioteca Joaquín Leguina para hablar sobre el cuidado en el marco de este festival Eñe dedicado a lo Natural. “La trashumancia del cuidado” era el título de nuestra intervención. Nos habíamos propuesto, junto con nuestra editora Cristina Pineda, de Tres Hermanas Libros, recrear una conversación tranquila de sobremesa después de haber saboreado una comida agradable. Porque parece que, poco a poco, en este mundo tecnológico que prima la velocidad y la inmediatez, esos momentos de disfrutar de la palabra y la escucha estuvieran destinados a la extinción, igual que ocurre con gran parte de la naturaleza que nos rodea. No podemos olvidar, nos decía Alejandro Vergara, que los artistas plasmaron esa belleza con mucho esfuerzo y trabajo. Y Coloma Fernández insistía también en la importancia de no relegar el cuidado de nosotros mismos hasta que sea demasiado tarde y la vida se nos haya escapado. Por eso en esa preciosa mesa con mantel de hilo y jarras de cerámica de alfareros/artesanos como Tito de Úbeda nos preguntábamos: ¿cambiarán los paisajes y las generaciones futuras no podrán quizá reconocer una encina, un olivo, un poema, una canción? Y defendíamos la importancia del lenguaje, de la narración para preservar la memoria, porque el lenguaje es la casa del ser, como decía Heidegger, y el ser humano es el pastor del lenguaje. De ahí que Ernesto Calabuig desvelara que considera su deber como escritor el de levantar acta de su mundo. Y recordaba al Rilke de las Elegías de Duino, “acaso estemos aquí para decir casa, puente, fuente, árbol, jarra”, o como le pidieron a la gran poeta Ajmátova en aquella cola de mujeres esperando para entrar a ver a sus maridos, hijos, hermanos detenidos en la terrible Rusia de Stalin: “es poeta, tiene que contar esto”. El autor se convierte así en la voz de esa historia humana que fluye por las cañadas en las que escuchamos las palabras de todos los que nos precedieron, las cuidamos, y alentamos para que puedan seguir inspirando y ayudando a los que vendrán después de nosotros. Eso es la trashumancia del cuidado.
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