Hace poco tuve un curioso diálogo sobre cómo se escribían los libros con Pedro González-Trevijano, actual Presidente del Tribunal Constitucional, que en mi opinión es un muy interesante escritor.
“Con el ordenador —me dice— puedes cambiar lo que quieras, arreglar lo que sea necesario, poner un párrafo arriba, otro abajo… Puedes empezar a escribir el libro por donde quieras.”
Para González-Trevijano, según me contó, la introducción del ordenador había sido muy importante.
“Yo sólo escribo con el ordenador” —me decía—.
Es un tema atractivo; al menos para mí. Reflexiono sobre cómo sé que escriben algunos autores que conozco.
—Cela: escribía a mano siempre y le pasaban las correcciones en sucesivos originales. Él corregía sobre el material impreso que le daban, con las anteriores correcciones que había hecho, añadiendo nuevas correcciones. Entonces le pasaban de nuevo las correcciones e imprimían el texto. Y él seguía corrigiendo… hasta que quedaba satisfecho.
—Umbral: escribía a máquina y luego corregía muy poco. Es una de las razones por las que escribía muy rápido y producía mucho.
—Antonio Prieto: escribía a mano, sin apenas correcciones, muy seguro, muy sereno. Luego se lo pasaban al ordenador. Su secretaria, María Ángeles Coloma, me dijo que lo que él escribía era exactamente lo que se publicaba después.
—Vázquez-Figueroa: me ha dicho muy recientemente que siempre escribe con ordenador porque si escribiera a mano no entendería su letra. Luego, eso sí, corrige a mano los diferentes originales impresos. Antes trabajaba con máquina de escribir. “Ébano y Tuareg los escribí con máquina de escribir”, me dijo ayer. Había una oficina que le pasaba a máquina las novelas y los guiones de cine. “Una de las primeras señas que tuve de que Tuereg tendría mucho éxito me la dieron en aquella oficina porque las mecanógrafas, mientras pasaban la novela me preguntaban insistentemente cómo seguía. Yo les decía que no lo sabía porque aún no lo había escrito.”
Le digo a González-Trevijano que la forma de escribir condicionaría a los propios textos, es decir, que efectivamente el resultado de esa técnica sería diferente, y que no es lo mismo una novela escrita con ordenador —“la novela de ordenador”, que decía Miguel García-Posada, novela extensa, aludiendo a que era más fácil escribirla con el ordenador— que otra escrita con la pluma de Cervantes, Lope o Quevedo.
Me acuerdo un consejo que nos daba a sus alumnos el profesor Amancio Labandeira, sobre este tema: “Hoy en día es fundamental aprender tres cosas: hablar inglés, aprender a escribir a máquina y saber utilizar el ordenador.” Yo procuré tomarme esto al pie de la letra, nunca mejor dicho, y poco después de oír a Labandeira, ese mismo curso, me matriculé en una academia para aprender a escribir a máquina. Gracias a eso he escrito muchísimos libros, libros, artículos y trabajos con el ordenador, con todos los dedos, como lo estoy haciendo ahora con este texto. Se lo agradezco mucho a mi admirado profesor.
Yo creo que no es lo mismo escribir a mano que escribir a ordenador. De hecho yo ahora junto los dos procedimientos, y se puede decir que escribo de las dos maneras, fusionándolas. Escribo a mano, sí, con pluma, y eso hace que escriba, además, con mayor placer, también con mayor precisión, creo. Creo que en suma me he convertido en el mecanógrafo que tenía Cela para pasar a limpio sus correcciones. Es decir, ahora soy el escritor que escribe y corrige y el mecanógrafo que pasa a limpio, el mecanógrafo de mí mismo.
Umbral decía algo interesante sobre este tema: lo que se escribe rápido se lee rápido. Él escribía muy rápido y yo, que lo leí tanto, puedo dar fe que lo leía muy rápido, y con fruición.
Pero también hay que tener en cuenta que los escritores son diferentes, también sus libros y sus expectativas.
Asimismo pueden ser diferentes los hábitos de escritura. González-Trevijano, por ejemplo, tiene la disciplina de levantarse todos los días a las seis de la mañana y ponerse a escribir. Dice que sólo le puede dedicar una hora y cuarenta minutos, o dos horas, pero que eso sumado todos los días del año es mucho tiempo. Tiene razón.
Una vez me dijo que, como Marañón, él era “un trapero del tiempo”.
González-Trevijano lo cuenta como si fuera una especie de hobby —aunque también dice que lo hace con esfuerzo—, pero yo sé que esta “afición” le ha debido de ayudar en su carrera mucho más de lo que parece, sus libros y sus artículos de prensa (ha publicado mucho en el ABC, terceras, en La Voz de Galicia y en La Gaceta de los Negocios).
Digamos que los libros y los artículos, aunque no siempre den dinero, son una especie de intangible, por utilizar una expresión muy de nuestra época. Una ayuda para la carrera, efectivamente, intangible, difícil de calcular, pero muy presente y efectiva.
Me pareció interesante este tema sobre qué métodos utilizan los autores para escribir sus libros. Yo le decía a González-Trevijano que pensaba que más bien el escritor de cada momento se adapta a lo que tiene, a los medios de que dispone. Pienso que Cervantes escribiría el Quijote con su pluma con parecida soltura con la que González-Trevijano escribe sus maravillosos ensayos de arte o de Historia, o yo mismo estos mis queridos artículos de Zenda. Quiero decir que la pluma o el ordenador no añadirían facilidad y dificultad, sino otros condicionantes. Pero también pienso que escribir a pluma o a ordenador sí que puede cambiar mucho el resultado. Me pregunto ahora si cambia la calidad, o simplemente si las obras acaban siendo diferentes, no mejores o peores. Es un asunto casi filosófico.
Vázquez-Figueroa me dice que la clave es otra: “O tienes talento o no lo tienes”.
También Umbral me decía que él creía poco en los procedimientos, en los horarios, etc., que él pensaba que lo importante estaba en el talento que uno tenía.
En los últimos tiempos, como ya he dicho, he vuelto a escribir a mano; yo creo que gracias a ello he recuperado algo del antiguo proceso de la escritura, algo muy importante. Creo que escribo mejor ahora, más elaborado, más profundo. Soy muy sincero con mi pensamiento sobre esto.
Me acuerdo que Saramago, en un programa de Fernando Sánchez Dragó, me parece que El Faro de Alejandría —con Cela precisamente— decía que cuando uno escribía a mano se lo pensaba mejor. Yo puedo decir que disfruto más, todavía más.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: