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Juan Eslava Galán: «Moros y cristianos coexistieron en España pero no convivieron»

Siguiendo su serie de historia divulgadora «contada para escépticos», en La Reconquista contada para escépticos (Planeta) Eslava Galán sigue el devenir histórico desde el año 711, cuando unos 16.000 musulmanes atravesaron el Estrecho e invadieron la península ibérica, y conquistaron el reino cristiano de Toledo. En una entrevista con EFE, Eslava Galán opina que hablar...

El historiador y escritor Juan Eslava Galán pone el foco divulgador en su último libro en la llamada Reconquista española tras ocho siglos de ocupación musulmana, y contrariamente a lo que se piensa, «moros y cristianos coexistieron en Al-Andalus, pero no convivieron».

Siguiendo su serie de historia divulgadora «contada para escépticos», en La Reconquista contada para escépticos (Planeta) Eslava Galán sigue el devenir histórico desde el año 711, cuando unos 16.000 musulmanes atravesaron el Estrecho e invadieron la península ibérica, y conquistaron el reino cristiano de Toledo.

En una entrevista con EFE, Eslava Galán opina que hablar de «convivencia entre las tres religiones en la España de la época es una bobada; hay coexistencia a veces pacífica, pero cuando la fuerza la tienen los moros imponen tributos a los cristianos y viceversa, y en medio los judíos, que recibían de las dos partes».

Este período es, para el autor, de «importancia vital» porque la Reconquista «se hizo como reivindicación del estado godo» y concluye con «la caída del reino de Granada y el descubrimiento e inmediata conquista de América».

La fuerte vinculación que durante la ocupación musulmana hubo entre la península y el norte de África tuvo continuidad y, de hecho, señala, los reyes cristianos de Castilla y Aragón ya se habían repartido cómo tenían que seguir las conquistas en el norte de África tras caer Granada, pero «el descubrimiento de América hizo que cambiará la situación».

El historiador jienense explica la fácil entrada de los musulmanes porque, «como en toda la Edad Media, muchos conflictos se dirimen en una batalla campal, y en este caso los musulmanes ganaron al ejército de Rodrigo; y además las calzadas romanas estaban intactas, lo que permitió que los invasores se desplazaran con gran rapidez».

Aunque van «a sangre y fuego» donde hay resistencia, en paralelo «pactan con obispos y condes dejándoles intacta la administración de sus territorios como con los godos, pero ahora pagando a los musulmanes».

Quedaron fuera de su dominio la cornisa cantábrica y los valles del sur de los Pirineos, donde surgió el germen de la reconquista cristiana.

Eslava Galán habla de Pelayo como «un mito» que difundió, sobre todo, la propaganda franquista, «interesada en establecer un paralelismo entre la Reconquista y la Guerra Civil, una lucha de cristianos contra los moros en un caso y entre Franco y los cristianos contra los sindiós de la República en el otro, y de ahí vino también la exaltación del Cid».

Sobre el Cid, Eslava apunta que «no debe ser contemplado en términos de bandos», sino que es «un señor de la guerra, que cuando queda liberado de la obediencia al rey se siente libre de alquilar su espada y se ofrece a los que le pueden pagar, los gobernadores musulmanes de Zaragoza; y al final de su vida, se independiza y por su cuenta conquista Valencia».

Si una guerra civil entre godos fue el motivo de la decadencia visigoda, idéntico conflicto causó la decadencia musulmana: «Los moros se rigen por una vinculación tribal y no a una nación; y cada tribu recibió su parte en la península».

Ese reparto no fue equitativo, ya que los bereberes de Tariq, el primer invasor, habían recibido las parcelas más improductivas (la Meseta, Galicia y las montañas) y la aristocracia árabe, los baladíes, llegados con Musa cuando el trabajo estaba hecho, se habían adueñado de las regiones más feraces (Levante, valles del Guadalquivir y del Ebro).

En ese contexto, a lo largo de la historia de Al-Ándalus «se produjo un movimiento centrípeto, en un intento de Córdoba de dominar todo el territorio a imitación de Damasco y luego Bagdad, en el Imperio Bizantino o en Roma, y al mismo tiempo una tendencia centrífuga en los territorios de frontera, donde las tribus que hay en Zaragoza, Toledo y Mérida tienden a establecerse por su cuenta».

Una de las causas de la conversión masiva es, según el autor, que «los musulmanes respetaban a los pueblos del Libro, judíos y cristianos, podían mantener su credo pero tenían que pagar un impuesto religioso, que era cada vez más abusivo, por lo que muchos hispanogodos se convencieron de que era mejor convertirse al Islam por una ventaja dineraria, y el procedimiento era muy sencillo, bastaba con una profesión de fe en presencia de varios testigos».

Al final del período musulmán, había «una civilización que imitaba en muchas cosas a Oriente, se habían relajado las costumbres, les gustaba la buena vida, la poesía, la música, el vino, y cuando llegan los almorávides, luego los almohades y finalmente los merimerines, gente fanatizada del norte de África que querían un Islam estricto, todo cambió».

El fiel de la balanza se decantó en favor de los cristianos en la batalla de las Navas de Tolosa (1212), tras la cual prácticamente solo quedará el reino de Granada, que «los castellanos respetaron porque pagaba 20.000 doblas de oro anuales como tributo».

En el ensayo, Eslava descubre curiosidades poco conocidas como que Abderramán III tenía una abuela cristiana —»casi todos los emires y califas eran hijos de esclavas cristianas»— o las incursiones vikingas sin excesivo éxito asaltando la costa cantábrica, atlántica (Lisboa) o remontando el Guadalquivir hasta Sevilla o el Ebro hasta Pamplona.

Sobre la herencia dejada por los musulmanes, Eslava ensalza los «grandes monumentos» que nos dejaron como la Alhambra, la Aljafería o la Mezquita de Córdoba, y «algunas palabras árabes que se incorporaron al castellano», si bien, piensa que no debe exagerarse esa influencia.

El historiador anuncia que está preparando una nueva entrega de «contado para escépticos» sobre la Revolución Francesa.

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Ricarrob
Ricarrob
1 año hace

Uno de mis escritores favoritos. Excelente. Habrá que leer este nuevo libro de la serie. Sugestiva y original forma de escribir que engancha.

Respecto a las revoluciones, realmente me parece que está poco atendida la revolución inglesa del XVII y la época de Cromwell. Creo que es la base de todo lo posterior y el nacimiento del capitalismo moderno con ese puritanismo tan influyente. A ver si se anima don Juan y escribe sobre ello.

Incluso como hilo conductor, se puede ir más atrás hasta el Renacimiento, Florencia y Venecia como origen de las repúblicas modernas.

Por ello, no estoy del todo de acuerdo con que somos hijos de la R.F. creo que somos hijos de la Ilustración, nietos de las revoluciones americana e inglesa y viznietos del Renacimiento.

Saludos a este escritor ejemplar. Solo por los tantísimos momentos leyendo su extensa y varisda obra, merece ya gran elogio.

Borja
Borja
1 año hace

Interesante entrevista. Considero empero que el entusiasmo del Sr. Eslava por la revolución francesa es excesivo. Los hechos revelaron -y revelan- el caos en el que se encontraron los revolucionarios durante grandes períodos de tiempo de esa década y la subsiguiente deriva orate, violenta, sectaria y brutal que adquirieron algunos de sus dirigentes, como Robespierre. Sobre todo ello el autor guarda silencio, pero esos hechos confirmaron -y confirman- lo profundamente extraviados que estaban los «ilustrados». Matanzas como la de la Vendée, el expolio y las masacres antisemitas -toda una tradición en Francia-, así como las de otros «ciudadanos» inocentes, de las que tampoco el Sr. Eslava menciona una sola cosa, corroboraron -y corroboran- que la revolución fue, en realidad, desastrosa. Las loas a la Ilustración son también desmedidas por parte del Sr. Eslava, en mi opinión. No se debería olvidar, por ejemplo, que tanto la Enciclopedia como en general la propia Ilustración eran -y son- completamente hispanófobas y situaron a España en el habitual modo negrolegendario, ahistórico, mendaz y canallesco, por lo mentiroso, que padecemos los españoles aún hoy día. Occidente, por cierto, creo yo, no se forjó en la revolución francesa, una verdadera orgía de sangre y de terror, sino en Grecia y en Roma. No en vano filósofos como Adorno aseguran que la Ilustración dio inicio en la antigua Atenas. Y no, ciertamente, en París.

JManuel
JManuel
1 año hace

Qué cantidad de sandeces históricas dice este señor escritor de libros «digestivos». Los tópicos ya superados de la mediocre y progre historiografía académica resumidos en Eslava Galán.
Napoleón, un genocida y destructor de patrimonios nacionales, es un redentor, según él entrevistador y entrevistado.
La Revolución francesa lo que deja es sangre y la masacre de La Vendée. La Revolución americana es la que inspira a los verdaderos ilustrados,como Tocqueville y Bastiat.
No nos falten al respeto a los lectores, por favor.

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