Twilight (Al caer el sol, 1998) reúne todas las características y elementos del cine negro. A un expolicía, Harry Ross (Paul Newman), que además es exmarido y expadre con un pasado tormentoso, un amigo, Jack Ames (Gene Hackman), en cuya casa vive, le pide ayuda para localizar a su alocada hija, Mel (Reese Witherspoon), de fiestas peligrosas en Acapulco, así como que pague el precio de un chantaje que está sufriendo, un cadáver imprevisto que le sumerge de nuevo en ajustes de cuentas con colegas policiales que no olvidan ciertas cosas del pasado. Y una mujer, Catherine (Susan Sarandon), guapa en su madurez, esposa de su amigo Jack, sensual, desinhibida, inteligente, provocadora. Y con pasado —sin pasado no hay noir que valga—, porque el anterior amigo de Catherine desapareció misteriosamente. Para complicar el asunto, en la vida de Harry reaparece otro expolicía, Raymond Hope (James Garner), que enreda en el pasado de Catherine con la idea supuesta de ayudarla. Si siguen ese hilo acabarán llegando a la que, personalmente, considero la mejor novela noir, El largo adiós, en la que el gran Raymond Chandler cerró el círculo complejo de Phil Marlowe, cínico, romántico, corrupto y despiadado: amores, lealtades y traiciones trazadas en un diabólico e intrincado tablero de ajedrez compuesto con seres y pasiones humanas, demasiado humanas, en el que la regla es que no hay reglas, o que las reglas las incumplen todos los jugadores. No ha tenido suerte El largo adiós en el cine, porque la adaptación de Robert Altman, pese al guion de Leigh Brackett —la guionista de cabecera de Hawks, con Faulkner firmaron el libreto de El sueño eterno— es un desastre motivado porque el inefable Altman se tomó a chacota la novela de Chandler, dirigiendo una especie de comedia sin gracia y sarcástica que provocaba tanta indignación como melancolía por la baza desaprovechada. Así y con todo, los remakes y las versiones inconfesas han conectado tramas y personajes con la novela de Chandler, y eso es lo que late tras Al caer el sol. Lo que sucede es que esa latencia es de primera clase, mezclando los ecos chandlerianos con giros y derivaciones nuevas, merced a un prodigioso guion de Robert Benton, surgido a la fama por el de Bonnie and Clyde y director de la película, y de Richard Russo, un excelente guionista y novelista (Ni un pelo de tonto).
Hay en Al caer el sol un tono muy hermoso, muy poético, de intimidad devastada en buena medida por el peso del pasado, ominoso, misterioso, oscuro. Quizás el título favorece el calificativo y la película pudiera clasificarse como melancólicamente crepuscular, a lo que se uniría la madurez ya en declive de los actores y de sus personajes. Pero es el tono chandleriano ya indicado el que nos introduce en un terreno ético muy personal, un terreno en el que las lealtades son tan profundas como las traiciones, e incluso éstas aparecen teñidas de amistad. Los personajes nunca van a la deriva y son conscientes de que su tiempo ha pasado, pero no renuncian a luchar por el futuro. Benton y Russo han atrapado con precisión esos momentos, potencian lo que se dice y miman los silencios de lo que se callan. Es dura pero sin prepotencias existenciales. La corrupción es personal e intransferible. Nadie regala nada pero Newman, sin olvidar, puede sacrificar todo si se lo permiten, aunque se lo nieguen. La puesta en escena de Robert Benton es a ratos contemplativa, pero nunca pierde la brújula del ritmo, jamás a la exigencia del galope o del frenesí de la acción. Paul Newman es un actor lento, pero de una lentitud reflexiva, ética. Hackman es un actor descomunal que, como Robert Duvall, encubre la peligrosidad de un escorpión, la inteligencia de un jugador de ajedrez, la implacabilidad de quien lo ha vivido todo y lo planea desde el silencio. Susan Sarandon se ofrece como un enigma que parece que no tiene enigma, hermosa, peligrosa, frágil en esa peligrosidad de no haber encontrado en la vida lo que ha buscado por caminos estrictamente personales. Y dejo, injustamente quizás, para el final a dos veteranos, James Garner y Stockard Channing, de los que llenan un plano y justifican una película. Garner, con su rostro surcado por la vida y sus maneras de acción, atraviesa la película como un cometa guiado por sí mismo. Channing está soberbia como Verna Hollander, una mujer policía que conoce su oficio, la vida y el pasado que los reúne a todos. Stockard Channing es tan buena que parece que no actúa, que ella es el personaje, hasta que la ves en otra película y descubres lo mismo.
Al caer el sol es, claro está, California, soleada pero sobre todo nocturna: las casas de Hollywood de tipo español, las piscinas por las que traicionaron a amigos e ideas los soplones presionados por McCarthy, las comisarías abarrotadas de delincuentes y policías dispuestos a todo, las palmeras, los coches, la vida en un paraíso tan peligroso y falso como cualquier otro al este del Edén.
¿Qué hace que una película triunfe en el público o en la taquilla, o en ambos? Al caer el sol costó 37 millones de dólares y recaudó en Estados Unidos poco más de 15 millones. ¿Se trataba de una película fuera de temporada? ¿Un noir demasiado sofisticado en una época de Harry el Sucio o Superpoli en Hollywood? ¿Puede fracasar una película con un gran guion, una impecable dirección y un reparto extraordinario? Pues lo hizo, y yo, que como mi amigo Garci pienso que Al caer el sol roza la máxima nota, la extraigo de este Cofre del Pirata, invitándoles a que penetren en sus subyugantes imágenes y complejos seres humanos envueltos en un pasado que nunca dimite en sus vidas.
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Twilight (Al caer el sol, 1998). Producida por Scott Rudin para Paramount Pictures. Dirigida por Robert Benton. Guion de Robert Benton y Richard Russo. Fotografía de Piotr Sobocinski, en color. Montaje de Carol Littleton. Música de Elmer Bernstein. Interpretada por Paul Newman, Gene Hackman, Susan Sarandon, Stockard Channing, James Garner, Reese Witherspoon, Giancarlo Esposito, Liev Schreiber, Margo Martindale, John Spencer, M. Emmet Walsh. Duración: 94 minutos.
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