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Heidegger nazi - Zenda
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Heidegger nazi

Pues bien, de modo semejante, ciertos ensayistas se dedican a desentumecer los estereotipos cristalizados en los textos de un líder o un autor, pero ocultos o disimulados por las cenizas del propio lenguaje autoritario, pleno de sobrentendidos, equívocos maquillados, etimologías dudosas, paronomasias, paralogismos, prejuicios y hasta múltiples pistas falsas como “eufemismos, palabras encriptadas, neologismos impuesto...

Un rumor histórico recuerda que, en sus vivaques, los soldados romanos ejecutaban un acto rutinario: debajo de las ascuas apagadas subsistían siempre restos de tizones encendidos y bastaba agitar sobre ellos las hojas de las espadas para inflamarlos. Ya en nuestro tiempo, la locución metafórica derivada de esa leyenda es “avivar el rescoldo”, que significa despertar lo latente que está pronto a extinguirse.

Pues bien, de modo semejante, ciertos ensayistas se dedican a desentumecer los estereotipos cristalizados en los textos de un líder o un autor, pero ocultos o disimulados por las cenizas del propio lenguaje autoritario, pleno de sobrentendidos, equívocos maquillados, etimologías dudosas, paronomasias, paralogismos, prejuicios y hasta múltiples pistas falsas como “eufemismos, palabras encriptadas, neologismos impuesto pero jamás definidos [que] actúan como símbolos inexplicados; la rareza de las referencias, la autoridad brutal, los juicios sin apelación, la forma tética de la sintaxis, el martilleo prosódico, todo ello suscita una empresa cuyo mensaje enigmático es una causa mayor”.

"Ante semejante panorama de encubrimiento generalizado, los argumentos subversivos y anti-dogmáticos, como los contenidos en este libro, tienen un propósito común: limpiar los enunciados despóticos de los textos de filosofía totalitaria"

Este es ciertamente el caso de la obra del filósofo por antonomasia Martín Heidegger, “refundador de la hermenéutica”, quien representa el “nacionalsocialismo eterno” y pasa por ser “la figura decisiva del desarrollo de la hermenéutica del siglo XX”, como reza la Stanford Encyclopedia of Philosophy. Para colmo, ese oscurecimiento se adensa merced al montón de escorias elogiosas acumuladas por los comentarios enaltecedores, obsesivamente redundantes en servicio de una bandería académica aduladora.

Jean Lacroix daba a Heidegger el título del “más grande filósofo de todos los tiempos”, mientras que la comparsa de apologistas de ese “engrudo hierático” —compuesta, entre muchos otros, por los corifeos Palmier, Rorty, Derrida, Foucault, Young, Finkielkraut, Agamben, Lévi, Negri, Di Cesare, Žižec, Duguin, Salanskis, Sollers, etc.— se ha encargado, a veces con notable eficacia, de difundir una lectura tramposa que pone en evidencia la “ceguera deliberada” ante el “culto al Pensador” y banaliza con candor, edulcora o disfraza las expresiones subrepticias o declaradas concurrentes en los textos del Maestro pero, sobre todo, procura disociar el compromiso político de su filosofía e incluso divide esa filosofía entre un antes y un después, o entre lo circunstancial  y lo consistente.

"Rastier pone en debate tanto la hoy todavía inacabada edición de los textos del Pensador como el hecho de que sus archivos permanecen inaccesibles a los investigadores"

Ante semejante panorama de encubrimiento generalizado, los argumentos subversivos y anti-dogmáticos, como los contenidos en este libro, tienen un propósito común: limpiar los enunciados despóticos de los textos de filosofía totalitaria, pavonados por el caótico canon devoto, sectario y, al mismo tiempo, entresacar las aseveraciones de superioridad racial y exterminio judío, y las alegaciones anticientíficas, antitécnicas (a excepción de la “técnica nacionalsocialista”), antiracionales, antimodernas, etc., que demuestran la factura nazi —auténticamente constitucional— de todo el pensamiento heideggeriano.

Al preguntarse ¿cómo leer a Heidegger y en qué corpus?, el autor de este libro participa en esa labor de desmontaje, pero a diferencia de los ensayos desalienadores precedentes —los estudios de Habermas, Anders, Löwit, Blanchot, Farías, Merleau-Ponty, Levinas, Faye, Adorno, Bourdieu, Meschonnic, etc.—, Rastier pone en debate tanto la hoy todavía inacabada edición de los textos del Pensador como el hecho de que sus “archivos permanecen inaccesibles a los investigadores”. Especialmente ataca la cuestión del lenguaje heideggeriano e incrimina, desde un punto de vista filológico, semántico y semiótico, su notorio desbarajuste: la obra conocida carece de “garantías filológicas, pues los editores han suprimido frases bochornosas, propuesto fechas dudosas e incluso engañosas, y mantenido un orden de edición errática, con una lentitud calculada, en una publicación póstuma prolongada ya durante cuatro décadas”.

"La desmesurada iconización conservadora del idealizado Pensamiento del Tutor, se interpone tajantemente para evitar cualquier acercamiento desprejuiciado, sereno y ponderado"

El análisis del corpus heideggeriano hoy disponible no se limita entonces a subrayar y denunciar estos extremos, sino a probar su rol estructural. En los seis grandes apartados y en las conclusiones de su libro, François Rastier pasa revista filológica e interpretativa a los obstáculos de traducción (Beaufret, Fédier) y de edición, ocasionados incluso por el propio Heidegger, quien “niega su manipulación, confunde a su lector, elude la responsabilidad de su pensamiento y reescribe la historia de sus ideas igual que de sus escritos mediante una especie de negacionismo de la fuente”, a lo que se añade las adulteraciones de Trawny y su “desenvoltura cínica”. Pero, a la par, la desmesurada iconización conservadora (ortodoxa y deconstruccionista) del idealizado Pensamiento del Tutor, se interpone tajantemente para evitar cualquier acercamiento desprejuiciado, sereno y ponderado, a esa escritura cuyo repositorio original, insisto, todavía continúa inaccesible.

Pese a todo, en su libro Rastier toma el camino del examen documental minucioso de los textos divulgados hasta este momento (93 de 102 u 84 de 102 volúmenes previstos)[1], a fin de “reconstruir la ética, la racionalidad y la política en torno a los derechos del hombre, pues solo un humanismo después de la catástrofe puede evitar otras nuevas”, y centra su contundente estudio en el ocultismo y el “nazismo elogiado por su barbarie” de los Cuadernos negros, temas que repercuten en la obra integral de Heidegger y a los cuales Rastier también ha dedicado otro trabajo especializado[2].

"Rastier constata que en los años recientes el antisemitismo se ha propagado en el ámbito político y Heidegger contribuye abundantemente al defender un nacionalismo identitario extremo"

Fuera de ese tenebroso cariz, el trasfondo biográfico sectario y esotérico del pensamiento heideggeriano se acentúa principalmente en su correspondencia y se transparenta en Ser y tiempo, donde “trata desde luego temas conocidos, como la ontología griega o la fenomenología de la cotidianeidad, pero habla como profeta, no solamente como adepto sino como fundador de una secta que ve afluir a discípulos”, lo cual explica su particular carácter sobrenatural predictivo que le permite “seducir a los indecisos, extraviar a los tibios y radicalizar aún más a los fanáticos”. De tal modo que la confusa grandilocuencia nazi de los desaforados discursos de Hitler (por quien el filósofo sintió una admiración nunca desmentida), hace eco en el catastrofismo oracular de Heidegger, que “profetiza lo que acaba de ocurrir recodificando los sucesos en la Historia del Ser o azuzando amenazas”, a lo que se agrega “el cambio purificador de la extinción de la humanidad actual y su remplazo por una humanidad nueva, lo que hace dar al tema del exterminio y del nuevo comienzo un giro apocalíptico”. Promulgada la creencia (apocalipsis significa revelación), se anula la distancia crítica y sobre todo cualquier asomo de racionalidad.

A todo ello se suma la vieja controversia sobre el criterio empírico de la realidad filológica demostrada. Al exhumarse en detalle el mensaje escondido bajo la cobertera del discurso enigmático y el “absurdo nacionalismo lingüístico” alemán, de inmediato irrumpe el vértice xenófobo. Rastier constata que en los años recientes el antisemitismo se ha propagado en el ámbito político y Heidegger contribuye abundantemente al defender un nacionalismo identitario extremo, a la vez que predice la aniquilación del pueblo judío, su extirpación radical y, como si eso fuera poco, el final de la supuesta hegemonía norteamericana ¡en 2300!, pero no asume “ninguna responsabilidad personal” por su vaticinio ni menos acepta ser contradicho: Heidegger termina por ser “no un simple adepto del nazismo, sino uno de sus mayores profetas [que] presagia un destino colectivo […]: la destrucción total de los enemigos”.

"De ahí que, como era de esperar, esos malabares estilísticos repercutan en el lenguaje de la caterva de seguidores, especialmente en los comentarios de los epígonos ortodoxos"

De esta manera, el lingüista Rastier participa ampliamente en el debate académico del «caso Heidegger», que ha desbordado hace mucho los enclaves filosóficos. Su punto de vista es una toma de distancia reveladora: el análisis del léxico y la sintaxis predilectos en el estilo rumboso, característico del lenguaje metafísico e iniciático, entonces exacerbado con alegorías, fórmulas de doble sentido, aseveraciones / negaciones ontológicas, certezas no probadas, numerosas tautologías, perífrasis, anáforas, aliteraciones, etc. que saturan la lectura y que, desde luego, al deslegitimar cualquier racionalidad y universalidad, perturban su entendimiento básico; por el contrario, alientan deslices interpretativos divulgados a granel.

De ahí que, como era de esperar, esos malabares estilísticos repercutan en el lenguaje de la caterva de seguidores, especialmente en los comentarios de los epígonos ortodoxos Badiou, Vattimo, Rorty, Cassin, Trawny y Duguin o complacientes como Badiou y Cassin. Los filos romos de estas escrituras de plena actualidad son explorados y señalados, en especial al poner al descubierto sus artilugios descalificadores como el proyecto identitario eurasianista y el odio a la democracia. Se trata allí, sin más, del uso inmoderado de modalidades faltas de ética: fundación de cofradías filosóficas ortodoxas, ataques ad hominem, banalización de los argumentos contradictorios, dilución de responsabilidades, aprovechamiento de las medias tintas para eximir graves compromisos como las condenas perentorias de los opositores o minimizar la adhesión nazi y exaltar la dignidad filosófica del nazismo.

***

[1] En una comunicación personal reciente, Rastier aclara que “después de 2015 -en que se publicó originalmente su libro- han aparecido muchos volúmenes de Heidegger, entre los que se encuentran todos los Cuadernos negros, incluido el 102”.

[2] Heidegger, messie antisémite. Ce qui révélent les Cahiers noirs. Éditions Le bord de l’eau, Lormont, 2018, de próximapublicación en Laetoli.

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Autor: François Rastier. Traductora: Elena del Amo. Título: Naufragio de un profeta. Heidegger hoy. Editorial: Laetoli. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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Enrique Ballón

Enrique Ballón es lingüista y semiótico, profesor jubilado de la Universidad Estatal de Arizona, EE UU. Ha publicado más de quince libros de su especialidad, entre ellos la reciente edición de los manuscritos poéticos de César Vallejo.

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ibai
ibai
2 años hace

Muy bueno, gracias sr.

Josey Wales
Josey Wales
2 años hace

Tan pagano era Heidegger como la idolatría occidental de 1789. Paganos contra paganos. Ideologías, nada nuevo bajo el sol.

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