Quizás sea un falso recuerdo, pero en mi mente conservo la imagen de cuando, con ¿cuatro años?, y poniéndome de puntillas, pude alcanzar por vez primera el estante más bajo de la biblioteca familiar, allí donde habitaban los Mortadelos, los zipizapes y algún Astérix y Tintín; al poco tiempo, ya que entonces crecía a lo alto y no a lo ancho, pude alcanzar la siguiente balda, donde había fondeado la colección Barco de vapor; seguí creciendo y la siguiente parada en mi ascensión fue el anaquel donde reposaban Julio Verne, Emilio Salgari o Mark Twain. Me sentí muy mayor cuando mi altura me permitió alcanzar la repisa más alta, y la primera novela que leí de ahí fue El nombre de la rosa (de esto no tengo dudas: tenía 14 años y cursaba octavo de EGB). Pero lo que más adulto me hizo sentir fue crear mi propio estante, inaugurado por La expedición de Stephen King y luego ampliado por obras del mismo autor, por Isaac Asimov, o por El señor de las moscas.
Y es curioso, porque ayer soñé con un anaquel que sostenía un libro que recopilaba y ampliaba las viñetas e historias sobre Lepisma Saccharina que semanalmente presento a mi psiquiatra… Si es que se sueña con cada tontería… 4.7/5 (13 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: