Aunque la mirada de Occidente permanece centrada actualmente en Ucrania, poco se conoce de su cultura, su poesía y su pintura. Los traductores Luis Gómez de Aranda y Olena Kúrchenko han realizado la primera antología bilingüe de la lírica de este país, compilando poemas clásicos del realismo y romanticismo de los siglos XIX y XX junto a obra de escritores actuales, que publican y son leídos en el siglo XXI. El volumen se ilustra con pinturas de artistas plásticos expuestas en el Museo Nacional de Arte de Ucrania. En la selección ha primado sobre todo la calidad de los creadores, unidos por el denominador común de la defensa de la nación ucraniana. La reivindicación de un país unido durante décadas a la Rusia soviética, que desde su independencia mira a Europa.
Zenda adelanta cinco poemas del libro.
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Canción de las sirenas
De Levkó Borovykóvskiy (1806-1889)
Ni queremos plata, ni queremos oro.
La danza y el canto – el único antojo.
Arenas, las ondas, doradas y blancas,
más brillan que el oro y más que la plata.
Como pececitos – jugando entre ondas,
como pajarillos – cantamos las coplas.
Al fondo del Dniéper, y en nuestras moradas,
las damas del río, sirenas y hadas.
Pero nuestros lechos, de seda vestidos,
no albergan compaña, no tienen amigo.
Ven, joven cosaco, que en la noche clara
yo beso tus ojos castaños, tu cara.
En el mundo blanco, cuando late al alma,
la lengua sonríe, falsías, celadas.
Quizás enemigas, mas siempre veraces,
los mozos, amamos las hadas, los pajes.
1832
Canción de primavera
De Markiyán Shashkévich (1811-1843)
Así rogaba
la flor mocita,
vera temprana.
«¡Madre querida!
Que yo florezca
la más bonita.
Ser libre ahora,
toda alegría.
Como el sol clara,
como una estrella,
y todo el prado
me miraría».
«Hija, paloma,
tú eres mi pena.
¡Ay! Mi tesoro
que el viento hiela,
silba la helada,
y en la tormenta,
pierde sus hojas
toda belleza.
Pronto marchitas,
todas las frentes,
luego se inclinan.
Y esa es mi pena».
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Destino
De Tarás Shevchenko (1814-1861)
No me engañaste, al contrario.
Fuiste para el pobre amigo.
Como hermano, como hermana,
me cogiste de la mano.
«Estudia —me dijiste— un día,
serás un hombre importante».
Tú me llevaste a la escuela
de aquel sacristán borracho.
Estudié cual me dijeras,
mas en algo habías mentido.
¿Importante? ¡Si es lo mismo!
Pero al menos, sin un grano
de mentira a las espaldas,
hemos andado el camino.
Con mi pobre amigo busco
gloria ajena a todo engaño.
Me acompaña mi destino
y la gloria es mi legado.
9 de febrero de 1858, Nizhniy Nóvgorod
Campo infinito
De Iván Frankó (1856-1916)
Campo infinito, manta de nieve,
dame tu espacio, tu libertad.
Yo solo en medio, ando a caballo,
mi alma es solo fiero pesar.
Ando a caballo por la llanura,
voy con el viento, que viene y va.
Yo voy huyendo de mis dolores
y el alma rota busca la paz.
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Helecho
De Mykola Bazhán (1904-1983)
Un antiguo tesoro, blanca estrella,
la luna y estos sueños, blanca espuma.
Temblando y preocupada, se ha acostado
una noche pagana sobre el bosque.
Negrea y entre fuegos humeantes
se acercan sacerdotes a sus dioses
que callan. Les ofrecen reverencias
y telas extendidas, transparente
la miel, queso jugoso, los secretos
nocturnos, engañosos; navegantes
encajes nebulosos de los lagos,
aromas de rocíos y de helechos.
los jóvenes drevlianos trenzan rondas.
Brebajes hechizados y vernales, eslavos viejos cantos.
1926
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VV.AA. Traductores: Luis Gómez de Aranda y Olena Kúrchenko. Título: Un puñado de tierra. Poesía y pintura en Ucrania. Editorial: Reino de Cordelia. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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