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La explosiva desesperación de los parásitos - Jorge Fernández Díaz - Zenda
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La explosiva desesperación de los parásitos

Bien es cierto que el “Primer Trabajador” dictó esta verdadera antología de las picardías criollas y los timos políticos para que el caudillo supremo (él mismo) consolidara la exclusividad eterna del poder mítico y arrasara con toda competencia intestina: “Mi único heredero es el pueblo”. Pero también es cierto que varias generaciones de “soldados” y...

Los inflamados celebradores anuales de la lealtad han traicionado muchas cosas a lo largo de estos setenta y siete años, pero lo más espectacular que han hecho es traicionarse a sí mismos. En la “tercera verdad” —todavía grabada en el frontispicio imaginario del Consejo Nacional Justicialista— se señala específicamente que quien en nombre del Movimiento sirve a un caudillo no es peronista, y en la séptima, que cuando un dirigente “comienza a sentirse más de los que es, empieza a convertirse en un oligarca”. En la cuarta verdad, se indica que para el peronismo “no existe más que una sola clase de personas: los que trabajan” y que laburar también representa un “deber”, porque “es justo que cada uno produzca por lo menos lo que consume”. Al sortear otros “mandamientos” meramente ambiguos o demagógicos, se arriba al número once, que propugna “la unidad nacional y no la lucha”. Con un breve vistazo a esta incendiada y “larga agonía de la Argentina peronista” (Halperín Donghi dixit), la criatura parida por Perón ha mutado definitivamente en una confusa y desconcertada confederación de caudillos huecos que se apropiaron de su apellido y de su sigla, conducidos por una oligarca capaz de iniciar una guerra contra la Corte por un mero problema personal (Morales Solá dixit) y de hacerles creer a sus fans que se encuentra por encima de los razonamientos humanos; un ecosistema basado en un clientelismo pobrista que demuestra aversión por el esfuerzo y un extraño amor por la economía en negro; un bombeo artificial e irresponsable del consumo sin respaldo ni contraprestación, y una filosofía agonal signada por el conflicto permanente y cruzada por un divisionismo suicida.

"La insensatez y la consecuente debacle del cuarto gobierno kirchnerista pueden arrastrar, sin embargo, a todo el peronismo, como la ballena blanca se lleva con ella al capitán Ahab"

Bien es cierto que el “Primer Trabajador” dictó esta verdadera antología de las picardías criollas y los timos políticos para que el caudillo supremo (él mismo) consolidara la exclusividad eterna del poder mítico y arrasara con toda competencia intestina: “Mi único heredero es el pueblo”. Pero también es cierto que varias generaciones de “soldados” y simpatizantes del peronismo post mortem han adherido religiosamente a las “Veinte verdades peronistas” como a un dogma inmutable. Muchos de ellos pueden incluso recitarlas de memoria aún hoy, a pesar de que al menos estas pocas reglas aquí descriptas constituyen un mínimo sentido común violado con jubilosa vehemencia por quienes ahora se sienten evitistas (esa ficción), herederos de la “juventud maravillosa (ese injerto) y, por lo tanto, fase superior del Movimiento (ese vano ensueño). Copado por pequeños burgueses de Palermo Progre y señores feudales de Puerto Madero, el kirchnerismo no ha modificado las premisas originales por oportunismo o emergencia de coyuntura —como en distintos momentos lo hizo la corriente troncal pejotista y también en su hora el “neoliberal” Carlos Menem—, sino por épica convicción y por sistema de pensamiento: cargarse el sentido común fue un plan, y lo consiguieron. La insensatez y la consecuente debacle del cuarto gobierno kirchnerista pueden arrastrar, sin embargo, a todo el peronismo, como la ballena blanca se lleva con ella al capitán Ahab, después de hundir al Pequod y a casi toda su tripulación; por codicia o simple cobardía, ninguno de aquellos marineros fue capaz de amotinarse, desplazar al déspota y cambiar el curso de los acontecimientos.

"El atracador tiene el tupé, por supuesto, de acusar de insensibilidad social y patriótica a quienes se resisten al robo o la confiscación"

Los activos simbólicos de los últimos peronismos eran la garantía de gobernabilidad (los destituyentes siempre estaban adentro y con los mafiosos se pactaba) y una cierta idea (más apócrifa que real) de vocación productiva. La autoinfligida tormenta económica, la evidente incompetencia política, la enemistad manifiesta con la inversión y con las matemáticas, esta insólita fragilidad galopante y la desorientación general de esta coalición han pulverizado esos dos activos. La inefable alianza kirchnerista, que llevó al summum y al naufragio el modelo populista de saqueo y procrastinación, ha sido apoyada por una parte del Episcopado, primero bendiciendo a su delegado en la Tierra, Juan Grabois -ahora promete sangre y anima convulsiones sociales sin que se lo llame a prudencia- y después a Martín Guzmán, hoy acusado de ser la “maldita herencia” de Silvina Batakis y de haber engañado a todos. Si Guzmán hubiese sido tan astuto con sus camelos y relatos —así lo denuncian afligidas fuentes de Balcarce 50 y el Instituto Patria—, no merecería el Premio Nobel de Economía —allí fue un desastre— pero sí al menos el de Literatura. La pobre Batakis, que tiene como libro de cabecera las célebres memorias literarias de Niko Kazantzakis, ha sido convocada a una verdadera tragedia griega. No sabe muy bien si debe ser fiscalista o seguir siendo “expansiva sin plata”, y entonces llega un poco tarde a todo, incluso a lo más obvio: el aumento de transportes y de tarifas, y la clausura del Estado en su rol de agencia laboral para ñoquis. La escalofriante superinflación es, entre otros factores, producto de tres acciones de la arquitecta egipcia: el plan platita, el magistral control de precios operado por su delfín Roberto Felletti y el desmanejo histórico de la cuestión energética: sólo en el primer semestre las importaciones en ese rubro alcanzaron los 6609 millones de dólares. A esto se agrega que, como observa el economista Ariel Coremberg, han prácticamente obligado a los bancos a comprar bonos basura a tiro de default para financiar esta administración inviable; no lo han hecho con el patrimonio de los banqueros sino con el ahorro de los ciudadanos de a pie: “El sistema bancario está prácticamente estatizado”, informa Coremberg, y el Fondo de Garantías Sustentable de la Anses fue colocado en un 72,4% en títulos también impagables y en préstamos a provincias insolventes: “El ahorro obligatorio de generaciones de argentinos para jubilarse está completamente licuado”. Es por eso que el saqueador —inútil para generar confianza y riqueza— gira en redondo viendo que ya les ha vaciado los bolsillos a todos, y que solo le quedan las silobolsas. El atracador tiene el tupé, por supuesto, de acusar de insensibilidad social y patriótica a quienes se resisten al robo o la confiscación. La rapiña ha sido la única política de Estado permanente del ciclo kirchnerista, y sobran los ejemplos de ascenso fulminante que han tenido economistas y políticos en ese escalafón al haberle llevado a la familia Kirchner ideas concretas y coartadas ideológicas y morales para alzarse con fondos privados y ajenos.

"Mientras tanto, la clase media alta quema los últimos cartuchos devaluados que le embuchan"

Mientras tanto, la clase media alta quema los últimos cartuchos devaluados que le embuchan, y asiste a una especie de últimas escenas del Tenedor Libre de la Vida en la conciencia de que esta modesta fiesta consumista —la revancha después de la cuarentena más larga del mundo— se acaba; la clase más desfavorecida, en cambio, carga con los subsidios como quien empuña un revólver de jabón en medio de un aguacero. La crisis terminal del kirchnerismo acontece cuando Los Saqueadores de Cajas, Ahorros, Alforjas y Bolsillos descubren que no queda un cobre, y que sin guita no son nada. El modelo extractivo y carroñero ingresa entonces en turbulencias terminales, se desvanece día a día el poder político, y a Batakis no le queda ni siquiera el famoso consuelo de Kazantzakis: “Ya que no podemos cambiar la realidad, cambiemos los ojos que ven la realidad”. Porque los ojos han visto demasiado y son inmunes al verso. Tal vez se podría proponer la verdad número 21: “Quien confunda la redistribución del ingreso con el parasitismo estatal no puede llamarse peronista, sino simplemente parásito”.

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*Artículo publicado en el diario La Nación de Buenos Aires

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Jorge Fernández Díaz

Jorge Fernández Díaz es escritor y periodista. Durante más de treinta años fue alternativamente cronista policial, periodista de investigación, analista político, jefe de redacción de diarios y director de revistas. Actualmente es uno de los principales columnistas políticos del diario La Nación. Publicó, entre otros libros, El dilema de los próceres, Mamá, Fernández, Corazones desatados, La segunda vida de las flores, La logia de Cádiz, La hermandad del honor, Alguien quiere ver muerto a Emilio Malbrán y Las mujeres más solas del mundo y El puñal. Recibió la Medalla de la Hispanidad, que le otorgó el gobierno español y la comunidad española en la Argentina; el Konex de platino como el mejor redactor de la década; el premio Atlántida con el que los editores de Cataluña celebraron su labor a favor de los libros, y la Medalla del Bicentenario por su obra periodística y literaria. En 2012 fue condecorado por el rey de España con la Cruz de la Orden Isabel la Católica. Es miembro de número de la Academia Argentina de Letras. @fernandezdiazok

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Josey Wales
Josey Wales
1 año hace

El gobierno kirchnerista no ha caído tan bajo como el español. Aquí ni siquiera respetan las tumbas estos desalmados.

Mirta Vazquez
Mirta Vazquez
1 año hace
Responder a  Josey Wales

El peronismo del que es subsidiario el kirchnerismo es un gobierno que por tener o conservar el poder destruyó hasta los derechos humanos.

Norberto Cafferata
Norberto Cafferata
1 año hace
Responder a  Mirta Vazquez

Así fué y es!!

Norberto Cafferata
Norberto Cafferata
1 año hace
Responder a  Josey Wales

Jejejejjj, no riene ni la menor idea de lo que afirmas…

Victor
Victor
1 año hace

No es «viciadura», creo. Es «mishiadura»; pobreza, carencia

Esteban
Esteban
1 año hace

Muy interesante y amena la conversación, la disfruté al máximo. Gracias a los dos por ese regalo.

Mirta Vazquez
Mirta Vazquez
1 año hace

Hola, he seguido a Fernandez Díaz en radio hasta el año pasado que dejó su programa Pensándolo bien, leí algunos de sus libros y lo descubrí en Mamá. me gusta más como periodista ( hay pocos tan buenos) que como escritor. Sus artículos son excelentes mientras que por radio su voz enojosa por momentos me molestaba. Como Ricardo Darín es un hombre de dos mundos: Argentina y España.

Nora Skoczdopole
Nora Skoczdopole
1 año hace

Mi querido Jorge Fernández Díaz, ese que escucho en la radio para disfrutar con sus “calenturas” diarias con la realidad argentina con las que me identifico al 100%.
Sos un gran espectador y fiel transcriptor de nuestra patética, paupérrima y diaria realidad argentina. Qué lástima esto que nos lastima tanto.
Solo nosotros podemos contar de nuestros padeceres, que ya nos contaban nuestros padres. Pobre clase media. Cuántos más nos vampirizarán?

Estela
Estela
1 año hace

Estoy de acuerdo con Pérez Reverte cuando dice que Fernández Díaz es actualmente el mejor escritor argentino. Con artículos y libros excelentes. Muy linda nota, la disfruté mucho, gracias.

Miguel Sarno
Miguel Sarno
1 año hace

¡Excelente reportaje! Jorge Fernández Díaz deslumbra como articulista, politólogo y literato. La versatilidad de su pluma es tan admirable como su virtud de mirar a la cara y relatar sin eufemismos la realidad de nuestra Argentina dolorosamente denigrada por esa peste denominada peroncho-kichnerismo. Dios le bendiga y le permita ejercer con sostenido vigor hasta el último de sus días, estos talentos suyos para el bien de todos nosotros, sus compatriotas.

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