Hay algo adictivo en la escritura de José López Arribas (1985, Villaviciosa de Córdoba). Siempre ocurre. Haga lo que haga, ya sea prosa lírica rural desbordada, realismo mágico andaluz o relatos tan inclasificables y perturbadores como este, siempre hay algo en sus textos que nos impulsa a seguir leyendo. Quizá la explicación más sencilla se encuentre en cuánto estamos disfrutando.
Desde la Escuela de Imaginadores presentamos «Quiero ser como papá», nuestro relato del mes de julio con el que José López nos hace reflexionar sobre la responsabilidad de la paternidad, la inocencia infantil o el origen de la violencia. Pero, por encima de todo, nos introduce en un mundo tan personal y desasosegante que a veces nos lleva a dudar si de verdad es el nuestro.
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Quiero ser como papá
La seño ha dicho que, si nos salía muy bien el dibujo, podríamos llevárnoslo a casa, y yo pienso en la salita. Todas las estanterías están llenas de fotos de mamá. Pero la salita necesita adornos. Las fotos de mamá no adornan. No son rosa, azul, rojo. Las fotos de mamá son dignas, que es una palabra que dice mucho papá. Y papá también dice mucho horror. Digno y horror son palabras nuevas que ha aprendido papá. Mamá era la palabra favorita de papá, pero desde unos días dice otras, habla poco. Ahora papá dice gracias, y baja la cabeza. O no dice nada, y sube la cabeza. Que es como si dijera mamá. Por eso este dibujo va a ser para mamá, pero más para papá y la salita. Porque papá y la salita no tienen tantas cosas bonitas como tiene mamá allá donde esté.
Entonces yo he vaciado el estuche con las ceras: cien, ocho, tres. La mesa del cole se ha llenado de azul y de verde. Pero también de tijeras, sacapuntas y de punzones. Con las tijeras hay que tener cuidado porque se clavan en el cuello y en la barriga, igual que con los punzones y con la punta de las ceras. Yo saco punta a las ceras, y toco que pinchen. Las ceras si pinchan, dibujan bien. Como los punzones, si pinchan, asesinan bien. Asesinar es colorear el suelo y las paredes de rojo. Yo coloreo cuando lo manda la seño, y hago puntitos con los punzones. Y sé que, lo que pincha, asesina. Lo veo cuando voy con papá. Papá y yo hemos visto punzones clavados en los brazos de hombres, y hemos llegado de noche a la salita, papá diciendo horror, yo lavando en la palangana un punzón, no me tienes que comprar punzones, papá, solo me tienes que comprar mortadela. Y no dice nada, sube la cabeza, adonde está la bombilla y el techo. Y adonde después del techo, está el cielo. Y adonde después no sabemos qué habrá. O si habrá algo más que en la salita, adonde solo hay estanterías llenas de fotos de mamá.
No quiero que Clara me hable. Tengo que adornar la salita y Clara todo el rato mete su nariz en mi folio, copiona. ¿Qué vas a dibujar? Ahhh, lo que ha dicho la seño. Copiona, ¿tú no sabes dibujar? Shhh. Veo la cera roja en medio de nuestras mesas, entonces la cera roja no es de nadie. Alargo la mano y cojo la cera roja. Dibujo una raya roja en mi folio.
El suelo que yo quiero pintar es rojo, igual que los suelos que veo con papá y huelen fuerte. Los olores no se pueden pintar. Si huele bien, pintaría la salita con mamá. Si huele mal, pintaría el cole con Clara. Clara sacándome la lengua. Clara copiona metiendo su nariz en mi folio. Tu suelo es feo. Mi suelo es digno y el tuyo es horror, porque tú dibujas suelos torcidos. Shhhhh. Clara arruga la nariz. Los suelos tienen pinos, los suelos no tienen rojo. Los suelos tienen sangre. Clara retira la nariz de mi folio.
Limpio con la mano pizcos rojos. Soplo y cuatro o más pizcos caen por la mesa. Sopla también el aire. El aire pega a las persianas. El aire pega a los árboles. En el paragüero hay paraguas. En mi cole hay niños con paraguas, niños sin papás, igual que hay mayores sin papás, como la seño. La seño es una mujer que dice mucho shhhhh, y que antes había dicho, tenéis que dibujar qué queréis ser de mayores, y que no tiene papá porque la seño tiene las manos moradas como la mañana. Da vueltas por la clase y se para en la ventana. La seño pone las manos encima de la estufa. Sin papá, se pasa frío. Sin mamá se pasa salita sin adornar.
Todo lo que voy a dibujar es rojo. Dibujo yo de mayor con las botas grandes de papá, el pelo despeinado de papá y el escobón de papá. En el suelo, dibujo un hombre tumbado, un hombre que está asesinado. Estar asesinado es estar muerto queriendo o no queriendo, eso no lo dicen los muertos. Entonces, ni papá ni yo lo sabemos. Los asesinados que he visto no hablan, y encima, los asesinados que he visto tienen los ojos grandes y abiertos que tenía de asesinada mamá. Mamá de viva tenía los ojos cerrados y chicos. Mamá de asesinada es muerta, igual que es mamá de viva en las fotos. Y todos los asesinados que he visto tienen las casas abiertas para que papá entre con el escobón, y luego entre yo, y luego entre el hombre con gorra de policía. Y todos, todos, todos los asesinados que he visto, siempre, siempre, están solos, solos en el suelo, solos en los baños y solos en los cuartos. Por eso voy a trabajar con papá, porque papá no quiere que me quede solo, como se quedó mamá. Mamá se fue porque la dejamos sola. Eso dice mucho papá, en la salita, y baja la cabeza, una mañana dejamos solita a mamá. Y mamá nos dejó a papá y a mí. Juntos y solitos. Juntos y solitos en la salita. Juntos y solitos siempre.
Cuando voy a trabajar con papá hay señores o señoras que se ponen la mano en la boca y dicen, ¿qué hace aquí este niño? No saben que yo, a papá, tampoco lo voy a dejar solito. Y tampoco quiero que tosa papá. Porque papá tose trabajando. Papá necesita una ayuda digna para llevar los cubos de fregar, y para sacar de la furgoneta la máquina de fregar, que pesa horror. A veces, papá tarda mucho en entrar, y se para y mira arriba, buscando el aire y buscando a mamá, ¡vamos!, entro yo saltando, ¡vamos, papá! Papá tose, y lleva manchas de sangre en la ropa. Y pantalones azules con tirantes de niño. Pero papá es mayor. Nos metemos en la casa del asesinado y papá tarda toda la tarde. Y mientras friega papá, yo me siento en algún cuarto y hago tareas del cole hasta que papá termina, y ha guardado todo en bolsas negras. Bolsas más grandes que yo, que pesan. Y huelen. Y papá tose. Y yo me tapo la nariz y ayudo a papá a que no tosa, cierro la bolsa y papá dice buenas al hombre con gorra de policía. Y yo digo hola. Y el hombre con gorra de policía no dice ni `mu’, ni buenas ni hola, y entra a la casa para saber si el asesinado está muerto queriendo o no queriendo. Pero no sabe, no es sabio. Y el asesinado no habla. El hombre con gorra de policía sale de la casa y me pone su gorra, tampoco sabe que yo no quiero ser policía. ¡Yo quiero encontrar punzones! Y entonces, abro la bolsa negra y meto la mano, y aparto ropas, y muevo papeles, y busco si hay punzones. Y a veces hay, y a veces hay cuchillos, y a veces, cuerdas que necesitan los asesinados, que yo no necesito. Porque yo no soy un asesinado. Yo solo necesito punzones para dibujar. Pero otras veces papá me da los punzones y yo tengo estuche, ¿por qué me los guardas en el bolsillo? Y no dice nada, cuando papá termina de trabajar, cuando papá conduce. En la furgoneta, juntos y solitos, papá siempre mira al frente porque nos podríamos morir no queriendo, nos podríamos asesinar. Papá aprieta los labios y yo no dibujo porque los punzones en el bolsillo son para asesinar. Y no dibujo porque hay baches y entonces me salgo y no me sale muy bien el dibujo. La furgoneta, con el ruido, calla a los perros saltando y ladrando y corriendo en la calle. Llegamos muy de noche a la salita. Y siempre está oscura. Y siempre sin color. Y sin adornos. Y falta mamá. Y entonces ir a fregar los asesinados es mejor que estar en la salita con las fotos de mamá hablándote. Y toda la noche papá sin hablar. Y todos los besos de papá en los cristales de las fotos de mamá. Y todos los punzones pinchándome en el bolsillo.
Ehhhhh, es míaaaaaa, la tengo yo. Agarrada. ¿Para qué quieres la cera color carne? Para dibujar sesos. Buagggg, con mi cera no se dibujan sesos. Agarrada. Ehhhh, míaaaaa, tú tienes la cera roja, dame tú la roja. No he terminado todavía. Tú eres lento. Tú eres agarrada fullera. Shhhhhhh. Ves, si no me das el color carne, va a venir la seño. ¿La llamo? Agarrada chivata.
Clara ha dibujado una seño. Colorea una cara de seño de color carne. Y ha dibujado también pinos verdes. Pero las seños están en el cole, no están en los pinos. Clara no sabe dibujar. Y Clara colorea muy rápido, colorea horror, colorea fullero. A Clara el dibujo no le está saliendo muy bien. Clara no quiere adornar su salita. Abre la mano y toma ya el color carne, dame tú el rojo. Toma el rojo. Shhhhhhhhh. Clara dibuja en su folio un corazón gigante.
Yo dibujo muy bien sesos. Los sesos son nubes de color carne. Las nubes de verdad son del cielo. Los sesos son nubes del suelo. Clara, yo voy a colgar mi dibujo en mi salita. Los dibujos son para guardar. No, los dibujos son para adornar. Shhhhhhhhhhhh. Para adornar son los cuadros. No, yo no tengo cuadros, yo tengo salita, y tengo dibujos porque los dibujos valen ceras y valen punzones, y de eso, sí tengo. Clara colorea el corazón gigante y se aparta el pelo de la frente. Tu dibujo es buaggggg. No, mi dibujo es mucho rojo. Mucho rojo es bonito, pero tu dibujo es sangre. Mi dibujo es yo de mayor con las botas grandes de papá, el pelo despeinado de papá y el escobón de papá. Tu papá limpia muertos. No, ¡el trabajo de papá es guai!, ¡papá encuentra tijeras y punzones! Tú no sabes. Yo sí sé, yo voy con papá. Mentira, tú te quedas en el comedor. Sí, pero papá me recoge y lleva la ropa con sangre, y yo sé, yo sé mucho de muertos porque voy cien, ocho, tres veces con papá. Clara colorea. Los muertos dan pena, ojalá no hubiera muertos. Shhhhhhhhhhhh. No, bajito sin que se entere la seño, ojalá siempre haya muertos, muchos asesinados muertos, porque entonces, papá puede comprar mortadela, y entonces yo puedo dibujar con punzones, y entonces yo puedo adornar la salita, y si no hay muertos, ¿sabes qué?, ¿si no hay muertos?, que yo saco un punzón de mi bolsillo y asesino. Clara suelta en la mesa la cera roja y deja de colorear. Asesino para que pueda fregar papá, si no hay muertos.
Si no friega papá, todo sería un horror. Las casas, todas, estarían llenas de muertos. Los días, en todos, hay muertos. Y los muertos cuando se asesinan ya no hacen nada, solo llenar el suelo de sangre, y las paredes de nubes, y mirar al cielo. Porque ellos ya no pueden hablar y decir que venga a fregar papá. Entonces papá entiende a los asesinados. Es un sabio, papá. Y sabe todo. Como, ¿qué es limpieza de suicidios y homicidios? Lo que pone en la furgoneta. ¿Pero, qué es homicidios? Un horror, dice papá. ¿Y qué es suicidios? Y no dice nada, y se le caen los ojos y la boca, y toda la cara la recoge con las manos, y ya no le pregunto más. Papá no dice nada en la salita, que es como si dijera que no le hable a la vez que está hablando con mamá.
Mamá habla conmigo cuando coloreo. ¡Chinchetas en la pared, ni se te ocurra! Mamá de asesinada siempre me riñe. Yo llevaba dibujos a casa cuando mamá de viva, yo quería colgar dibujos en mi habitación como están rosa, azul, rojo, las paredes del cole. ¡Ni se te ocurra hacer un agujero! Pero mamá, este dibujo de yo de mayor que estoy haciendo, voy a colgarlo con celo, ¿vale? El celo se pega, no hace daño en la pared. No te enfades. Voy a colgarlo con celo en la salita porque me está saliendo muy bien.
Coloreo y el color carne de mi dibujo se pone casi negro. La mesa, las tijeras, sacapuntas y punzones se ponen casi negros. Hay una sombra en el dibujo. Miro arriba. ¿Te gusta, seño? La seño coge mi dibujo y se lo acerca a las gafas. Pero no dice nada, como papá. Como los asesinados. Lo suelta. El aire deja el dibujo en mi mesa. A la seño no le gusta mi dibujo, pero porque todavía no está terminado. Falta colorear el rojo. A la seño le gusta el dibujo de Clara. La seño sonríe y mira el dibujo de Clara. Pero porque el dibujo de Clara es de una seño con pinos, y eso no vale. Y Clara quiere hacer su dibujo para guardar, y no para adorno, entonces eso no vale tampoco. Yo quiero ser como tú, seño. Pero la seño ya no mira el dibujo de Clara, la seño va a la ventana. Pone las manos encima de la estufa. Me mira.
Clara fullera termina su dibujo. Suelta la cera roja. Yo cojo la cera roja para colorear sangre. Coloreo fuerte de rojo, veo a mamá de asesinada en el suelo, callada y muerta, papá con el escobón arrastra la sangre de mamá, más roja que la cera roja corre en mi dibujo… Coloreo fuerte de rojo yo de mayor, friego la sangre, la sangre de papá si se queda solito, aunque yo no quiero limpiar a papá, pero la sangre de papá será rosita porque papá no tiene sangre, escucho a mamá de viva, no tienes sangre, aunque seas un santo, que nos ves muriendo como estamos, y cuando yo no esté, a ver luego qué haces, si no te ves por las casas fregando sangre, que muertos es lo único que hay en este pueblo, que solo faltamos tu hijo y yo, muertos, muertos de hambre… Coloreo fuerte de rojo como es la sangre. ¡Vete de una vez, y nos dejas tranquilos, vete, no eres capaz!, papá de gritos rojo. ¡El día que me dejéis sola!… Coloreo fuerte de rojo. Papá y yo entramos a la salita, el suelo lleno de azul y de verde, pero también de tijeras y sacapuntas, mamá mamáaaaaaa saca del bolsillo un punzón y papá corre… Coloreo fuerte de rojo. El punzón cerca del brazo de mamá solita… Me dan un golpe en el codo. Hago sin querer un rayón en el dibujo. ¡Túuu, me has movido, idiota túuu! La empujo. ¡Túuuu, mi dibujo! Ayyyy, que ha sido sin querer, iba a coger mi carpeta. ¡Idiota túuu! Shhhhhhhhhhhhhhh, ¿qué pasa? ¡Señooooo, ayyy! ¡Idiota túuuu, no quieres que yo adorne la salita, ya no me ha salido muy bien el dibujo, idiota túuuuu! Meto la mano en el bolsillo, saco un punzón para asesinar y lo clavo. Y lo clavo. Y lo clavo. Lo clavo.
La sangre del brazo de Clara no es igual que la sangre de mamá, más roja que la cera roja. Tampoco es igual que la sangre de mi dibujo, rojo fuerte. Ni es rosita como la sangre de papá, que no tiene sangre. La sangre de Clara es roja niña. Y cae a gotitas en mi dibujo. Mancha a yo de mayor con las botas grandes de papá, el pelo despeinado de papá y el escobón de papá. La sangre de Clara cae también en la mesa y, alguna gotita, cae también en el suelo. La seño me levanta de la mano y me tira el punzón de asesinar de un manotazo. Clara tiene en la mesa un horror de llanto. La seño me lleva fuera del cole y mi dibujo se queda en la mesa. Mi salita se queda sin adornar. La sangre roja niña de Clara se queda en el suelo. Seño, yo sé dónde están los lavabos, y el agua, y los cubos de fregar, yo tengo máquina de fregar, yo puedo limpiar la sangre, seño. Yo quiero ser como papá.
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