El amor no es un ejercicio intelectual, en él hay poco espacio para el análisis o la lógica. Nace de la intuición, no depende de la razón ni del lenguaje. Y precisamente por eso, porque sus arrebatos desafían lo racional, tenemos literatura. ¿Qué sería de ella sin el amor ferus? ¿Qué sería de la mímesis si no intentara encontrar el reflejo de esa pulsión mágica? En la romanza que introduce esta sección cada jueves podría caber Ulises desafiando su integridad porcina por Circe, quizás Calixto haciendo añicos su futuro melibeando por consejo de una alcahueta. Quizás Dante en el infierno, quizás Santa Teresa en éxtasis. También nos hubieran servido Juanito Santa Cruz y Fortunata, o Ana Ozores, o Bovary, o Karenina. Hubiera podido incluir en estas anécdotas culturales una escena del Heathcliff de Brontë, del Sorel de Stendhal, de la Elizabeth de Austen. Porque existe el amor irracional existen Romeo y Julieta, Florentino Ariza y Fermina Daza, Fausto y Gretchen, Julia y Winston, Don Quijote y Dulcinea. Todos ellos amaron, sin saber muy bien por qué, sin saber muy bien cómo.
Resulta que a Piqué y a Shakira se les ha muerto el amor. Dicen que había rumor de siemprevivas, que diría el poeta, por cada discoteca que pisaba el central del Barcelona. Que las sirenas que cantaban desataron a Gerard del mástil, y a partir de ese momento la tragedia estuvo servida. Cabe preguntarse entonces, por seguir con los tópicos latinos, en qué momento decide el ser humano balancear la tranquilidad de su ánima entre el amor ferus y el amor bonus; cuándo la tranquilidad conyugal pasa de celeste a pandémica. Ahora todas las canciones de amor empezarán a doler, y todas las coplas al desamor empezarán a interpelar. En este último plano, podríamos empezar por la canción que la propia Shakira acaba de sacar a la luz, que suelta frases como «Por completarte me rompí en pedazos. / Me lo advirtieron, pero no hice caso», o «Esa filosofía barata no la compro. / Lo siento, en esa moto ya no me monto».
Shakira es la última en llegar al club de los bardos heridos, ése que seguirá vivo mientras haya amados habitando el olvido, escribiendo frases de amor ridículas que son ridículas porque son de amor. Compadezco a estos dos amantes perdidos. Hoy se apagan para ellos esas promesas que nunca cumplieron, se imponen los silencios a las frases cotidianas que nunca valoraron. Echarán de menos el tubo de pasta de dientes que siempre apretaba por el lado que molesta, las camas que nunca hacía los domingos, los WhatsApps que siempre dejaba con el doble tick azul sin responder, la basura que nunca tiraba, la serie que nunca se decidieron a ver, la declaración de la renta que siempre aguantaban hasta junio. Nunca olvidarán las miradas que no se dedicaron, las despedidas que no se ofrecieron, los futuros que no se terminaron de hacer. Quien lo probó sabe que ahora, cuando todo se ha acabado, los recuerdos serán su última literatura.
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