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Beatriz Ruibal: "Buscaba una mirada íntima de Juan Ramón y Zenobia" - Zenda
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Beatriz Ruibal: «Buscaba una mirada íntima de Juan Ramón y Zenobia»

Beatriz Ruibal es artista visual. Trabaja con fotografía, cine e instalación. Su obra (fotográfica o cinematográfica) se define en el retrato más que en ningún otro género. A través de sus fotografías asistimos a una narración casi literaria de los personajes retratados que, en su último trabajo, trasmuta en objetos: Inventario de Posesiones de Juan...

Beatriz Ruibal es artista visual. Trabaja con fotografía, cine e instalación. Su obra (fotográfica y cinematográfica) se define en el retrato más que en ningún otro género. A través de sus fotografías asistimos a una narración casi literaria de los personajes retratados que, en su último trabajo, trasmuta en objetos: Inventario de Posesiones de Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí es un proyecto que viene a completar otros inventarios creados por esta artista a partir de los objetos hallados de escritores.

La cámara de Beatriz amplía esos objetos cotidianos escrutando su belleza hasta el mínimo detalle. Sus fotografías literarias logran una transformación singular, convirtiendo la imagen en huella, memoria y nostalgia; congelando en el presente unas historias gráficas que ilustran el alma de lo poseído.

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—¿Cómo surge la idea de este proyecto de fotografía literaria?

"Buscaba una mirada íntima del universo privado del poeta premio Nobel y de Zenobia que fue su eje y equilibrio"

—Como proyecto concreto surgió durante el pasado confinamiento. Como a tantos, el encierro me acercó de nuevo a la biblioteca y estuve releyendo despacio, casi como si fuese la primera vez, la obra completa de Juan Ramón, que siempre ha sido uno de mis poetas favoritos. Quise saber más de su vida y de la de Zenobia; son figuras fundamentales no solo de la literatura española, sino también de la historia del siglo XX de nuestro país. Buscaba una mirada íntima del universo privado del poeta premio Nobel y de Zenobia, que fue su eje y equilibrio; desvelar la personalidad de ambos a través de sus objetos en poéticas imágenes, pertenencias que se encontraban en su residencia de Puerto Rico y en la casa en la que vivían en Madrid y que dejaron puesta cuando salieron de viaje al extranjero el 20 de agosto de 1936 con un equipaje muy ligero, pensando en que pronto regresarían.

—Y ahí comienza la singular historia de los objetos de Juan Ramón y Zenobia.

—Azaña le da a Juan Ramón un cargo diplomático cultural en EEUU y ellos se marchan con una maleta pensando siempre que podrían volver. Pero el caso es que no fue así, y durante el tiempo trascurrido tres personas robaron en esa casa. Dos confesaron y una no (el relato oficial, que no es este el lugar de enrollarme en él, está en internet). El caso es que estas pertenencias, que se encontraban en la casa de la pareja de la calle Padilla de Madrid, fueron depositadas y guardadas en el Museo del Romanticismo, donde estuvieron desde los años cuarenta hasta 1958. Cuando a Juan Ramón le otorgan el Premio Nobel de Literatura, se crea la Fundación Zenobia y Juan Ramón Jiménez en Moguer, Huelva, donde se trasladan definitivamente dichas pertenencias. Muchas de esas cosas son las que yo he podido fotografiar para este proyecto fotográfico literario.

—¿Cómo accedes a esos objetos?

"Tuve el privilegio de fotografiar con libertad todo lo que allí había, tanto lo que estaba expuesto como lo que permanecía guardado y archivado"

—Durante la pandemia, la Casa Museo permaneció cerrada, claro, y entonces tuve el privilegio de fotografiar con libertad todo lo que allí había, tanto lo que estaba expuesto como lo que permanecía guardado y archivado. Mi interés por la Fundación viene de años atrás, pues veraneo con mi familia en el cercano pueblo de Isla Cristina, y no ha pasado ni un solo verano en el que no hayamos dedicado un día a visitar la hermosa casa de la pareja en Moguer. Así fue como entré en contacto con los responsables y también como ellos conocieron mi trayectoria artística.

—¿Estabas sola allí, entre todas aquellas cosas?

—Completamente sola; los trabajadores de la Fundación y yo. Imagínate. Me dejaron abrir cajones, armarios, fue increíble la emoción de tocar la textura de su ropa o introducir mis manos en los bolsillos de sus abrigos; conecté de una forma singular con aquellos objetos. Fue tremendamente emocionante, y creo que esa emoción es la que se transmite en las fotografías, que adquieren el sentido profundo y sicológico de un retrato.

—De todos los objetos fotografiados, ¿cuál es el que más te emocionó?

"La desplegué a la luz. Estaba completamente agujereada y comencé a disparar. Esas heridas han quedado reflejadas en una secuencia en la que he procurado que se vean en distintas perspectivas"

—Pues realmente fotografié guiándome, como te decía, por la emoción, pero de una manera ordenada, con una metodología casi arqueológica y taxonómica en la búsqueda, dándole importancia al proceso de investigación que antecede a la obra. Después, a la hora de elegir las fotografías que formarán parte de la exposición y del libro en el que ya estoy trabajando, digamos que sí pude elegir algunos favoritos ya con otra mirada. Entre ellos destacaría la fotografía de la mantilla de Zenobia. Es como de seda, muy, muy suave, de una textura increíble. La encontré abriendo uno de esos cajones. Estaba enrollada como una tela más, casi sin importancia, al fondo del cajón. La desplegué a la luz. Estaba completamente agujereada y comencé a disparar. Esas heridas han quedado reflejadas en una secuencia en la que he procurado que se vean en distintas perspectivas, reflejando el paso del tiempo.

—En tu trabajo fotográfico aparece siempre, como lenguaje plástico recurrente, la secuencia.

—En este proyecto esa experiencia se hace muy evidente en los trajes de Juan Ramón. Se conservan cinco. Todos ellos los fotografié con el mismo valor de plano y la misma iluminación, etc. Esa es realmente una serie que me entusiasma.

—De la cabeza a los pies. Haces el retrato de una de las bailarinas de Zenobia

—Si, y a pesar de que mis fotografías son realizadas conscientemente a gran escala con la intención de descontextualizar los objetos y darles otro valor que lo magnifique. Y fíjate, Zenobia tenía un pie muy pequeño, como de muñeca. La delicadeza de un pie casi de niña soportando todo el peso de lo que fue aquella mujer creo que se refleja bien en este retrato de las bailarinas solitarias de Zenobia.

—De él has elegido, entre otras cosas, los pijamas.

—Oh, sí. Los pijamas de Juan Ramón lo definen. Él tenía toda la ropa marcada con sus iniciales, JRJ, de diferentes maneras: en boli, bordado, grabado con chapas… El pijama de rayas estaba en una cómoda cerrada, una especie de secreter sin tiradores que los conservadores del museo me abrieron. Ahí había dos cajones llenos de pijamas idénticos. Concretamente este está repetido cinco veces. El otro tipo de pijama era liso y gris. Igualmente, marcado con sus iniciales, ordenado pulcramente y repetido otras cinco veces. Ese lenguaje de la ropa doméstica del poeta habla de él como un verso a gritos.

—Pero no sólo fotografiaste ropa, también objetos.

"Ese objeto perdido tiene algo de tesoro hallado para mí"

—Sí. Hay objetos maravillosos que por sí mismos suponen un peso conceptual y un valor testimonial enormes: la pluma metálica con mango de marfil de Juan Ramón; la máquina de escribir Smith Corona; las gafas; incluso la biblioteca de la Casa-Museo, que retrato con la totalidad cerrada de un solo objeto. Y fíjate que, de todos ellos, el que más me emociona es el trozo de cera que se encontró en la butaca donde leía y corregía Juan Ramón. Debió de caerse en ese típico pliegue del cojín donde caen siempre las cosas de los bolsillos (monedas y demás), y nadie lo había tocado desde que el poeta lo perdiera. Es una de esas ceras usadas para subrayar. Ese objeto perdido, que tal vez Juan Ramón buscó un momento hasta que decidió coger otro trozo para seguir trabajando y que el azar llevó hasta mi cámara, tiene algo de tesoro hallado para mí.

—¿Fotografiabas las cosas en los lugares donde estaban guardadas?

—Oh, no. Casi toda la ropa pude fotografiarla con luz natural. Los conservadores me dejaron sacar los objetos al patio de la Casa Museo. Allí era imposible no evocar aquellos versos: “Y yo me iré y se quedarán los pájaros cantando”. La memoria, el patio, la luz, el sonido lejano de las campanas. La ausencia tan palpable en la ropa de ambos y el canto de los pájaros. En esa atmósfera recuperada e irreal hice la mayor parte de las fotografías de este proyecto.

—Al fotografiar con esa emoción dejabas de ser una mera notaria de los objetos

—Claro. Hay en este proyecto un testimonio, una reparación y una voluntad de ordenar casi taxonómicamente todos los objetos de la pareja. Son imágenes que reconstruyen fragmentos de historia, cuya recuperación devuelve memoria y obliga a la reflexión social, política y también afectiva. Pero también junto a eso hay mucho de lo que yo siempre he querido reflejar en mi trabajo fotográfico, algo coherente conmigo: la relación con la poesía y la literatura, que ha estado siempre, desde que era niña, en mí. De hecho, este proyecto se enmarca en otros similares realizados en la Casa-Museo de Antonio Machado, la Fundación Alejo Carpentier en La Habana o también en ese increíble lugar, la casa de Dulce María Loynaz o la de Lezama Lima.

—Además de artista visual, eres codirectora de Varasek Ediciones.

"Por encima de todo amamos a los poetas beat, que son la referencia de nuestro catálogo"

—Sí, exactamente. Varasek apuesta, desde 2012 por la poesía, los viajes y el rock&roll. Nos interesan las obras que aporten nuevas perspectivas. Por encima de todo amamos a los poetas beat, que son la referencia de nuestro catálogo. La editorial está enfocada en dos sellos: On the Road, una colección dedicada a los libros de viajes, obras de escritores comprometidos tanto con su obra como con el lado salvaje de la realidad. El otro sello es Buccaneers, donde recogemos poemarios de alta calidad, tanto de autores que proceden del underground menos estereotipado y más salvaje y auténtico como de poetas más conocidos pero que aportan obras originales y arriesgadas, fuera de los cánones del establishment literario. Este año hemos abierto una nueva línea editorial de ensayo vinculada a la ecología y al arte On Meditation. En breve sacaremos nuestro tercer ejemplar. Y tenemos una pequeña colección de libros de autor.

—¿Cuál es el futuro de este proyecto emocionante sobre los objetos de Zenobia y Juan Ramón?

—Estamos trabajando en la edición de un fotolibro muy cuidado, con La Fábrica, aquí en Madrid. Saldrá hacia finales de este año. También estamos trabajando en la posibilidad de hacer una exposición simbólica en Moguer que, como puedes imaginar, me hace una tremenda ilusión.

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María José Solano

Autora de Una aventura griega (Debate) y Jerez (Tinta Blanca). Columnista en ABC Licenciada en Historia del Arte, cofundadora de zendalibros.com, colabora en FD Magazine, ABC Cultural y Diario ABC, donde conduce el podcast de entrevistas "Casa de fieras". Es corresponsable de la editorial Zenda-Edhasa y directora del taller de la Fundación de Arte e Historia Ferrer Dalmau (FFD). mypublicinbox.com/mariajosesolano

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