La activista Safia El Aaddam, una de las potentes jóvenes voces del movimiento antirracista en España, publica Hija de inmigrantes, su primera novela en la que pone el foco en la salud mental agravada por el racismo y la exclusión en el país en el que se nace.
«El hilo conductor de la novela es la terapia, porque la protagonista acude a una profesional de la salud mental y descubre que sus problemas se originan en la infancia por el rechazo, el racismo y la pobreza. La acompañaremos durante su proceso de reconciliarse con la identidad y conoceremos cómo estamos tratando a las hijas de inmigrantes en un país en el que han nacido, pero que sigue rechazándolas», asegura la autora en una entrevista con EFE.
El Aaddam, quien ha pasado por primera vez por la Feria del Libro de Madrid, asegura que este relato de ficción está basado en su experiencia y en «la experiencia de muchísimas hijas de inmigrantes» que viven lo mismo que ella ha vivido y «que también tienen su propia historia».
«Me parece súper importante poner la salud mental sobre la mesa. Las personas migrantes viven en estrés constante desde que llegan y las hijas de inmigrantes lo heredamos. Heredamos estos problemas mentales y traumas generación tras generación porque no se curan», afirma la escritora nacida en Tarragona y de origen amazigh.
El nombre de su libro, que publica Nube de Tinta, es el mismo que usa en su cuenta de Instagram, desde la que, con más de 70.000 seguidores, ha impulsado varias campañas para «reivindicar las situaciones que estaba viviendo en cuanto al derecho a voto, la nacionalidad española y el racismo social que se vive».
«Creé la cuenta en un momento en el que no me encontraba, no sabía exactamente quién era ni qué etiqueta tenía que tener si yo no era migrante, no había dejado ningún país para vivir en otro, sino que nací aquí. Al mismo tiempo no era española porque ni tenía la nacionalidad española ni se me veía como tal», explica El Aaddam, quien lleva varios años tratando de conseguir la nacionalidad.
«Pensé: ‘Bueno, soy hija de inmigrantes, heredo esa etiqueta, heredo este estatus legal y creo que este nombre es el adecuado'». Por medio de esa cuenta, asegura, ha podido conectarse con «miles de hijas de inmigrantes en todo el país».
Una oportunidad de encuentro que ha vuelto a surgir con la publicación de su novela. «Estoy muy contenta porque está llegando donde yo quería que llegase, que es a las hijas de inmigrantes, a las personas migrantes para que reconozcan esas vivencias y las abrace esta lectura».
«También a las personas profesionales que trabajan en ámbitos de educación, de sanidad y otros, y que pueden usar este libro como herramienta de cambio», añade.
La activista, que se reconoce como feminista, cree que el movimiento debe ser interseccional «porque si no no es feminismo». Y sostiene que «igual que no queremos que los hombres hablen por las mujeres, tampoco queremos que las mujeres blancas hablen por las mujeres racializadas y migrantes porque tenemos otras necesidades«.
«Para hacerlo desde un punto de vista paternalista, islamófobo y violento, pues mejor que no se haga porque se ejerce violencia sobre otras mujeres. Rompemos el techo de cristal, pero a costa de las mujeres migrantes y las mujeres racializadas», agrega.
Según El Aaddam, el feminismo blanco «no habla de la regularización ni de la protección de las mujeres migrantes que están más expuestas a sufrir violaciones y agresiones sexuales, que no pueden denunciar por miedo a que las deporten o, incluso, que tienen papeles que dependen de sus maridos y no pueden denunciarlos porque si no les quitan los papeles».
Y reivindica una «perspectiva feminista, antirracista e interseccional» que tenga en cuenta la realidad de otras mujeres, «porque la realidad de una mujer racializada y migrante no es la misma que la de una mujer blanca. Ella cuenta con más privilegios dentro de todo este patriarcado».
La escritora cree que es muy importante que se empiece a ceder espacios. «Hay muchísimas mujeres racializadas y migrantes que tienen muchísimo que decir en este país. Y creo que es muy importante ceder espacios y hacerse eco de sus luchas. No invisibilizarlas ni silenciarlas», zanja.
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