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Segunda encamada de John y Yoko - Zenda
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Segunda encamada de John y Yoko

“Faites l’amour et non la guerre”, reza el lema que escriben bajo el símbolo de la paz universal, que ya no es esa paloma blanca con la rama de olivo en el pico, de resonancias bíblicas. Gráficamente, ahora, la paz se representa mediante un círculo con tres líneas interiores. Una va de arriba abajo; las...

Otro primero de junio, el de 1969, hace hoy cincuenta y tres años, John Lennon vive uno de los momentos estelares de su pacifismo con su segunda encamada junto a Yoko Ono. Para la “gente decente”, que se autodenominan aquellos que llaman “cochambrosos” a los jóvenes melenudos y de torpe aliño indumentario, como Lennon, esta nueva improvisación del Beatle por el fin de la guerra de Vietnam y el resto de los conflictos, en el mejor de los casos, es un circo, una sublimación de la pereza y el retozo… Resumiendo, ese ocio contemplativo que tanto gusta a los hippies.

“Faites l’amour et non la guerre”, reza el lema que escriben bajo el símbolo de la paz universal, que ya no es esa paloma blanca con la rama de olivo en el pico, de resonancias bíblicas. Gráficamente, ahora, la paz se representa mediante un círculo con tres líneas interiores. Una va de arriba abajo; las otras dos, en la parte inferior, una a cada lado de la primera, diríase que sujetándola en lo que podría ser la representación de la huella de un ave. Se trata de una creación del diseñador británico Gerald Holtom para una campaña de 1950 contra las armas nucleares.

"Un mundo entero se resquebraja. La sociedad que lo ha creado se niega a darse cuenta de su decrepitud y de la pujanza de esos jóvenes que traen consigo un nuevo entendimiento"

Casi veinte años después, las encamadas de John Lennon y Yoko Ono van a ser más eficaces. Ya saben de qué se trata pues, ya el veinticinco del pasado mes de marzo, la pareja, consciente del interés que despertaban todas sus acciones, cinco días después de su boda decidió pasar su luna de miel en el hotel Hilton de Ámsterdam, llevando a cabo allí su primer Bed-in For Peace. Acababan de protagonizar un nuevo escándalo al fotografiarse desnudos para la portada de Two Virgins, el primero de sus álbumes experimentales, censurado y perseguido por aquella ilustración en medio mundo. Así las cosas, la prensa esperaba de la pareja una cópula de cara al público o algo por el estilo. “Haz el amor y no la guerra” es la consigna de la época y no hay nada más amoroso que el sexo.

A finales de los años 60, la capital de los Países Bajos —junto a San Francisco, Katmandú, Ibiza y Goa—, empieza a ser ese lugar de peregrinaje que será, para la sedición juvenil fraguada en torno al rock, en la década siguiente. Sus vecinos, proverbialmente tolerantes, ya empiezan a estar acostumbrados al pintoresquismo de los jóvenes sediciosos. De modo que el escándalo que provocó aquel primer performance no fue tanto como se esperaba. Es uno de los momentos estelares de John Lennon —por otro lado, como tantos de los protagonistas del siglo XX, una persona pródiga en instantes sublimes—, máxime considerando que todo lo que sea mostrar en una cama a una pareja que no duerme puede llegar a ser pecaminoso. Pero la encamada que cincuenta años después inspirará una moneda conmemorativa de veinte dólares a la Royal Canadian Mint, es esta que se inicia un día, tal que hoy, de 1969. Hacen mal en no tomársela en serio quienes deberían darse por aludidos.

"Pero si supieran que, al margen de la consabida represión comunista, lo que se ha aplastado en Praga es ese nuevo talante que traen los jóvenes, también se sentirían aliviados"

Un mundo entero se resquebraja. La sociedad que lo ha creado se niega a darse cuenta de su decrepitud y de la pujanza de esos jóvenes que traen consigo un nuevo entendimiento. Allende las fronteras que separan los distintos países que lo integran, para las “personas decentes”, la gente de “ley y orden”, que empero el inminente fin de su cosmovisión cuadriculada sigue habiendo en todas partes, fue un verdadero alivio que, en Francia, De Gaulle y su autoritarismo salieran fortalecidos en las elecciones legislativas convocadas en junio del 68. El pueblo —que aún se llama a la gente— hizo oír su voz en las urnas tras las revueltas parisinas.

Es más, si no fuera por el auténtico miedo que en toda la sociedad occidental se sigue teniendo al comunismo, las “personas decentes” también se alegrarían de la diligencia con que la URSS y el Pacto de Varsovia —léase el estalinismo internacional— aplastó la Primavera de Praga en agosto del año pasado. Como todo son prejuicios y temores, hablan de la invasión de Checoeslovaquia como una más de las manifestaciones del “terror rojo”. Pero si supieran que, al margen de la consabida represión comunista, lo que se ha aplastado en Praga es ese nuevo talante que traen los jóvenes, también se sentirían aliviados. Aquellos tanques del pueblo, el partido y el estado, han acabado con las barricadas de los estudiantes en la capital checoeslovaca, pero ese espíritu que hermana a la juventud sediciosa a ambos lados del Atlántico y del Telón de Acero, se ha visto enardecido.

"Timothy Leary, el mayor apologeta del uso del LSD en la universidad norteamericana, se presta de muy buena gana a grabar con John y Yoko los coros de Give Peace a Chance en uno de los salones del hotel"

Dadas las circunstancias, a los adultos biempensantes y decentes, tampoco les quitan el sueño los muertos que la defensa de la ley el orden se ha cobrado en la Plaza de las Tres Culturas. Sin embargo, esta glorieta de Ciudad de Méjico será el lugar donde la represión al movimiento estudiantil —por más que los comentaristas venideros definan las revueltas del 68 como un “movimiento social”, fue juvenil antes que ninguna otra cosa— sea más cruenta. Entre ciento cincuenta y doscientos estudiantes —la cifra exacta aún se desconoce— serán asesinados por policías, militares y paramilitares, por no hablar de los cientos de heridos.

Sin embargo, se equivocan quienes estiman que, entre unas cosas y otras, se va metiendo en vereda a la juventud. Esa gente, que en su segunda encamada vuelve a mofarse de John Lennon y Yoko Ono, debería saber que estas improvisaciones son una versión apacible de la sedición que, en apenas unos años, impondrá un nuevo entendimiento a toda la sociedad occidental.

El matrimonio ha llegado a Montreal el veintiséis de mayo. Su primer destino era Nueva York, pero a Lennon se le ha prohibido la entrada en Estados Unidos por tenencia de estupefacientes. Después intentaron encamarse en las Bahamas, pero el tiempo les resultó muy caluroso. Así que el momento estelar de hoy tendrá lugar en las habitaciones 1738, 1740, 1742 y 1744 del Hotel Queen Elizabeth de la ciudad quebequense. Junto con los informadores, también llegan destacados representantes del underground y la contracultura estadounidenses. Cuenta entre ellos Timothy Leary. Es el mayor apologeta del uso del LSD en la universidad norteamericana y se presta de muy buena gana a grabar con John y Yoko los coros de Give Peace a Chance, en uno de los salones del hotel. Hoy es todo un himno pacifista. Así se escribe la historia.

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Javier Memba

Tintinófilo, escritor y periodista con casi cuarenta años de experiencia –su primer texto apareció en la revista Ozono en 1978–, Javier Memba (Madrid, 1959) es colaborador habitual del diario EL MUNDO desde 1990. Estudioso del cine antiguo, tanto en este rotativo madrileño como en el resto de los medios donde ha publicado sus cientos de piezas, ha demostrado un decidido interés por cuanto concierne a la gran pantalla. Puede y debe decirse que el setenta por ciento de su actividad literaria viene a dar cuenta de su actividad cinéfila. Ha dado a la estampa La nouvelle vague (2003 y 2009), El cine de terror de la Universal (2004 y 2006), La década de oro de la ciencia-ficción (2005) –edición corregida y aumentada tres años después en La edad de oro de la ciencia ficción–La serie B (2006), La Hammer (2007) e Historia del cine universal (2008). Asimismo ha sido guionista de cine, radio y televisión. Como novelista se dio a conocer en títulos como Homenaje a Kid Valencia (1989), Disciplina (1991) o Good-bye, señorita Julia (1993) y ha reunido algunos de sus artículos en Mi adorada Nicole y otras perversiones (2007). Vinilos rock español (2009) fue una evocación nostálgica del rock y de quienes le amaron en España mientras éste se grabó en vinilo. Cuanto sabemos de Bosco Rincón (2010) supuso su regreso a la narrativa tras quince años de ausencia. La nueva era del cine de ciencia-ficción (2011), junto a La edad de oro de la ciencia-ficción, constituye una historia completa del género, aunque ambos textos son de lectura independiente. No halagaron opiniones (2014), un recorrido por la literatura maldita, heterodoxa y alucinada, es su última publicación hasta la fecha. Blog El insolidario · @javiermemba

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Juan
Juan
2 años hace

Muy bueno el articulo. Las 7 horas sirven para dar contexto a la genialidad, para ver en primera persona el aburrimiento que muchas veces tienen, las frustraciones (como cuando Paul le dice a John que se sepa la letra de la canción o le pregunta si tiene ideas para una canción), las bromas, la falta de comunicación y disfuncionalidad, y como de repente, de todo eso, y en medio de los bostezos de George, empieza a aparecer Get Back. Necesitas pasar por el barro para apreciar las joyas.

Iñaki
Iñaki
2 años hace

Totalmente de acuerdo con Txema. Ocho horas de Beatles no las digiere cualquiera pero quien lo hace disfruta cada minuto. Desde luego fue mi caso (aún me quedan algunos años para disfrutar con los albañiles por la calle). Me emocioné en varios momentos, pero sobre todo cuando Billy Preston pasa por Abbey Road para saludar a unos colegas y se pone a jugar con el teclado a los acordes de ‘I’ve got a feeling’ y ‘Don’t let me down’, canciones que no ha escuchado en su vida. McCartney y Lennon flipan. Y nosotros. Que también somos personas.

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