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Lo nuestro son los libros - Ernesto Pérez Zuñiga - Zenda
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Lo nuestro son los libros

Guillermo Busutil deja muy claro lo que ha recibido y lo que entrega y las razones de por qué lo hace. Estas razones estructuran el libro, divido en cinco partes llamadas sucesivamente: «Presente de indicativo», «Imperativo», «Presente de subjuntivo», «Futuro perfecto» y «Futuro», que se inician con las respectivas conjugaciones temporales del verbo leer: yo...

Dice Nuria Barrios en su breve y nítido prólogo («Pajarita de papel») que si tuviese que definir este libro con una palabra, «esta sería amor, un intenso amor a la imaginación, al lenguaje, a los libros». Pero de qué tipo de amor se trata. Es una pregunta que le hago a este  libro cuando lo leo salpicándome de un asombro espontáneo conforme recorro estos textos mínimos, de intensa personalidad, que tienen pinta de aforismos pero que son algo más. Ese amor se trata, me respondo, de empatía, de generosidad, de aventura, de indagación, de reconocimiento, de homenaje, de esfuerzo por traer al lenguaje lo que todavía no está, de juego, sí, de papiroflexia de ideas, imágenes, palabras, y algo más, de algo más está hecho ese amor, me digo: de querer doblar la entrega a propósito de lo recibido.

Guillermo Busutil deja muy claro lo que ha recibido y lo que entrega y las razones de por qué lo hace. Estas razones estructuran el libro, divido en cinco partes llamadas sucesivamente: «Presente de indicativo», «Imperativo», «Presente de subjuntivo», «Futuro perfecto» y «Futuro», que se inician con las respectivas conjugaciones temporales del verbo leer: yo leo, tú lees, en todas sus personas, con un importantísimo nosotros, nosotros leemos, leamos, y leamos otra vez, habremos leído y leeremos.

"Leer es vivir más, leer es multiplicar la vida por todas las vidas que uno lee"

Es muy sugerente que el autor no haya elegido para definir las partes en que se divide este libro ninguna conjugación del pasado, como si quisiera huir del mismo pensamiento de que la lectura —la lectura tan necesitada en nuestro tiempo— sea un asunto pretérito. Guillermo Busutil, como viene haciendo durante años —lo que le ha valido la concesión de un reciente Premio Nacional— es un paladín de los libros y de sus hacedores y de sus destinatarios, los lectores, como él mismo es e insiste en mostrarse, y, en fin, del conjunto especular que definimos como cultura.

Este paladín infatigable sostiene —ya desde la estructura de su libro— que la lectura no solo es un asunto del presente, sino que es una de las acciones cruciales de la vida. Leer es vivir más, leer es multiplicar la vida por todas las vidas que uno lee. Pues hasta los muertos resucitan en los libros que han escrito cuando alguien los está leyendo.

Este entusiasmo, este amor, sí, traspasa cada uno de los aparentes aforismos de este libro.

"Guillermo Busutil domina el conceptismo de Quevedo, asume la tradición de la greguería, la hace propia"

No lo son. O, quizá algunos. La mayoría son otra cosa. Para empezar, se han cuajado en un lenguaje poético, tan característico de la prosa de Guillermo Busutil, lenguaje que quiere lo máximo en lo mínimo para expresar más de lo que el pensamiento habitual alcanza. Y lo hace a través de la concentración de imágenes, paradojas y huecos donde la memoria del lector también trabaja para completar lo que el autor propone y encadena con un giro sorprendente pero profundamente significativo. Guillermo Busutil domina el conceptismo de Quevedo, asume la tradición de la greguería, la hace propia (con un homenaje explícito a Ramón Gómez de la Serna) y lleva el género a su más allá particular.

Hay aforismos que son microcuentos:

«Se traspasan lecturas por defunción del lector».

Otros, poemas:

«Penélope se asoma al mar y lo lee. Cada noche entre sus dedos, hacia atrás las olas».

Diminutos tratados de estética:

«Joyce: el caleidoscopio del tiempo y el lenguaje».

O ínfimos anales de la memoria:

«En la Tertulia de Granada Javier Egea tenía su isla del soneto».

Muchos son homenajes a autores del pasado o del presente:

«Gómez de la Serna se jugaba la fantasía de las palabras a una sola mano».

«Luis Alberto de Cuenca es un gourmet de la lectura de mapamundis».

«María Victoria Atienza escribe con luz descalza el encantamiento de sus poemas».

Otros, hallazgos mundiales sobre la práctica de escribir:

«El escritor trata siempre de llegar a tiempo a un final desconocido».

«Escribir es traducir a un fantasma».

«La escritura es una escalera interior».

O destilaciones alquímicas sobre la magia de leer o ser leído:

«La lectura es un silencio rico en palabras».

«La palabra tiene imágenes que la imagen no entiende».

«Oír leer es soñar».

Guillermo Busutil destila lo que ha recibido de la lectura de los libros y entrega sus propios descubrimientos en una fulgurante redoma.

La penúltima parte del libro, Futuro perfecto, está escrito al modo del «Me acuerdo» de George Perec. En este caso, Guillermo Busutil se decanta por un «Me gusta» rotundo y bienhumorado, que se inicia con toda una declaración de intenciones:

«Me gustan los libros que no figuran en un mapa».

Una declaración importantísima en esta época en que todo parece sometido al mapeo, al control, la pertenencia y el adocenamiento interesado.

Después, siguen casi un centenar de preferencias cuajadas con la misma sintaxis poética y preñada de la militancia lectora de la que venimos hablando, una militancia hecha de sabiduría empática y valiente libertad.

Dice Guillermo Busutil:

«Me gusta comprar libros cansados que ya no esperan ninguna lectura nueva».

Así es como resucita la literatura.

Y, más adelante:

«Me gustan los escritores con vocación de frontera».

Artefacto o aforismo («aerolitos» los llamaba Ory) que definen el arte de Busutil. Porque es en la frontera de los usos canónicos del lenguaje y de las ideas, en los claoroscuros del sentido, donde se produce el destello inesperado:

«Me gustan las palabras que tienen en su retrovisor una luna llena».

«Me gustan los libros que te ponen en camino».

A esto nos mueve sin duda Guillermo Busutil: a un camino con tantas direcciones como libros hay en el pasado o en el futuro, pero que solo puede ser asunto del presente, hoy, en la fragmentación electrónica que trata de penetrar cada uno de nuestros instantes.

Leer libros, a solas o acompañados. Aunque, en realidad, leer a solas es imposible pues estamos recibiendo la visita interna del libro que leemos.

Guillermo Busutil termina con una guinda en este sentido:

«Lo nuestro, amor, son los libros».

Es hermoso ese vocativo, que envuelve al lector en una complicidad directa, que invita a compartir la lectura con quien amamos y, sobre todo, a que el lector se sienta amado por el autor, como éste mismo se sintió leyendo.

Amor convoca amor. «Leer, carpe diem», concluye Busutil. Quien lo probó, lo sabe.

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Autor: Guillermo Busutil. Título: Papiroflexia, sobre el libro y la lectura. Editorial: Fórcola. Venta: Todostuslibros

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Ernesto Pérez Zuñiga

Ernesto Pérez Zúñiga (1971) nació en Madrid, ciudad donde vive actualmente. Es licenciado en Filología Española por la Universidad de Granada, ciudad donde creció y en la que realizó sus estudios desde la infancia. Como narrador es autor del conjunto de relatos Las botas de siete leguas y otras maneras de morir (2002) y de las novelas Santo Diablo (2004), El segundo círculo (2007), con el que consiguió el XVI Premio Internacional de Novela Luis Berenguer,  El juego del mono (2011), La fuga del maestro Tartini (2013), por la que ganó la XXIV edición del premio de novela Torrente Ballester, y No cantaremos en tierra de extraños (2016), publicada en Galaxia Gutenberg. Entre sus libros de poemas destacan Ella cena de día (2000), Calles para un pez luna (2002), por el que recibió el Premio de Arte Joven de la Comunidad de Madrid, Cuadernos del hábito oscuro (2007) y Siete caminos para Beatriz (2014). ernestoperezzuniga.com · @eperezzuniga

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