La ensayista británica Olivia Laing, autora de éxito con su libro La ciudad solitaria: Las aventuras del arte de estar solo, traducido a 15 idiomas, regresa con Todos los cuerpos, un título en el que analiza el cuerpo como fuente de placer y de dolor, y en el que explora cómo éste ha sido el eje de las luchas históricas por la libertad.
Para ello Laing, miembro de la Royal Society of Literature, indaga en los movimientos feministas, por los derechos civiles, los derechos LGTBIQ o los de liberación sexual, y lo hace rescatando, entre otras, la figura del psicoanalista Wilhelm Reich, uno de los discípulos más brillantes de Freud y quien proponía el orgasmo como solución para casi todo; pero quien también habló de «la coraza» que llevaban los cuerpos almacenando dolor y tensión.
«Creo que esa idea de la coraza del carácter es muy importante —sostiene Laing—. Él creía que reprimimos el dolor del pasado y las emociones o deseos prohibidos, y nos vamos volviendo cada vez más rígidos. Literalmente, cargamos el pasado sobre nuestros cuerpos y eso limita nuestra capacidad de ser libres, espontáneos, alegres». Reich desarrolló formas de liberar esos sentimientos —continúa— y se dio cuenta de que los problemas de mucha gente estaban relacionados con el trabajo, la vivienda, el machismo o la pobreza, y que para mejorar sus vidas la sociedad también tenía que cambiar. Enseguida identificó las amenazas del fascismo y el auge de Hitler, y pensaba que la protesta era tan importante como el psicoanálisis. Yo creo que eso es lo que le hace tan relevante a día de hoy.
Además de Reich, la autora habla de otros creadores que han trabajado o están relacionados con el padecimiento del cuerpo, como las artistas Ana Mendieta o Agnes Martín; la escritora Susan Sontag, la feminista radical Andrea Dworkin, la cantante Nina Simone o el activista Malcolm X. «Quería que el libro estuviese habitado por figuras potentes y cautivadoras, que hubieran experimentado la opresión o la violencia en sus cuerpos, pero que también hubieran reflexionado en profundidad sobre ello y que, en cierto modo, hubieran resistido. Todas son valientes; pero las fuerzas a las que trataron de resistir también las dañaron. No son personas perfectas, ni santas. Eso es algo muy importante en nuestra cultura actual: estar dispuesto a aprender de los demás sin empeñarnos en que sean perfectos o irreprochables».
La autora de El viaje a Echo Spring cree que muchas de las viejas prescripciones sobre el cuerpo siguen ejerciendo gran presión. «Los policías blancos siguen disparando a hombres, mujeres y niños negros en Estados Unidos; tenemos una crisis de refugiados de una magnitud inmensa, y el fantasma del fascismo sigue muy vivo en Europa. Corren tiempos peligrosos, y en momentos como estos los gobiernos autoritarios y de extrema derecha buscan amordazar los derechos de los cuerpos divergentes. Creo que es algo a lo que tenemos que oponer resistencia», recalca. Laing aboga por combatir la violencia contra las mujeres con educación. «Educar a los chicos. Denunciar la misoginia en cuanto la veamos. Es especialmente crucial que esto lo hagan los hombres. Los hombres tienen que exhibir el respeto y el interés por las mujeres», subraya.
Otra de las preocupaciones para Laing es que parte del movimiento feminista se haya mostrado excluyente con las personas trans. «Lo encuentro muy deprimente», sostiene. «Al movimiento feminista siempre le ha costado ser inclusivo. En los años setenta era profundamente racista y ahora es muy tránsfobo. No todo el movimiento, está claro, pero es algo muy marcado. Resulta muy difícil proponer algo. Yo creo en el diálogo y la conversación, pero en este caso creo que internet ha complicado muchísimo las cosas, porque ha permitido que la conversación se vuelva tan violenta y llena de odio. Aquí lo importante es que las personas trans somos vulnerables y sufrimos violencia y acoso, y no tenemos ninguna agenda secreta para exterminar a las mujeres», concluye.
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