Después de dos años de pandemia, las calles plazas, cines y teatros de Málaga se han vestido de gala para celebrar el 25º Festival de Cine con premios, conciertos, presentaciones y cócteles. Dentro de este marco colorido, musical y artístico, la emblemática ciudad malagueña ha puesto el foco de atención en la figura de la mujer, al premiar el retrato familiar de abuelas, madres e hijas en Cinco lobitos, película española ganadora de la Biznaga de Oro, dirigida por Alauda López de Asúa, y con los ciclos Afirmando los derechos de las mujeres y Mujeres en escena.
Buena parte de sus producciones reflejan rostros y cuerpos como leitmotiv de su pasión-obsesión por las figuras femeninas. El mayor ejemplo está en los desnudos grupales e individuales de mujeres en distintas poses y gestos: Las señoritas de Aviñón, Las Tres Gracias, Tres mujeres en la fuente, etc. Una de las más notorias influencias provendría de Toulouse-Lautrec, quien también amó y pintó el mundo femenino del París diurno y nocturno de la Belle Époque. A su vez, es innegable que tanto Picasso como Lautrec influyeron en otros artistas y escritores de vanguardia y posteriores: “Picasso inaugura de primera mano un arte que le nace violento y nos asusta con su fecundidad, porque tiene hijos mil a partir de los clásicos y arrancando de un pintor de época como Toulouse-Lautrec”. La prueba está en el libro Las señoritas de Aviñón (1995) en el que Francisco Umbral convierte a Picasso en personaje y establece un paralelismo de carácter familiar entre sus tías y primas, a quienes las denomina igual que el cuadro picassiano.
Actualmente, con motivo del próximo aniversario de los 50 años de la muerte de Pablo Picasso, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y la Fundación Beyeler exponen en Madrid Picasso: Rostros y figuras, una selección de expresivos cuerpos, semblantes y apariencias de su más representativa colección. Del mismo modo, la exposición Cara a cara: Picasso y los maestros antiguos, del Museo de Málaga, muestra las conexiones con las pinturas de otros maestros que le precedieron y explican mejor su afán renovador. Es inevitable no reencontrarse con el “sentimiento de origen, el arraigo a la familia y la importancia en su pintura del círculo de personas íntimas y de lo cotidiano”, para repasar sus etapas y reconocer las múltiples dimensiones de su pintura.
Uno de los cuadros que destaca en su compendio pictórico es la mujer-madre, todo un homenaje a La maternidad. Igual que los desnudos de mujeres con los pechos sobresalientes de Picasso, una prodigiosa réplica del gigantesco seno maternal se levanta frente a Puerto Banús, moldeado por unas manos divinas. Lástima que el marco azulado del paisaje malagueño de los alrededores haya sido destruido por burdas y torpes manos durante la burbuja inmobiliaria de la década de los noventa. Desde entonces, numerosas edificaciones como colmenas blancas han cubierto de cemento las orillas del mar, simulando la blancura celestial. Como pinceladas fallidas en los lienzos naturales, pretenden alcanzar la gracia divina con la opulencia. De estar vivo Picasso, retrataría la devastadora vida-pasión y muerte de su añorada e inspiradora orografía malagueña, de formas humanas, cubistas y cielos terrenales, viva combinación en los tapices del tiempo.
En realidad, después de conocer la accidentada y caprichosa geografía malagueña, la cadena montañosa de picos de distintos tonos, formas y tamaños, se comprenden mejor los trazos, motivaciones y evocaciones del artista a su lugar de origen. Con toda razón, sus obras de arte reproducen el cubismo natural de sus montañas sinuosas que fusionan a la perfección: mar y cielo, agua y tierra, hombre y naturaleza. Éstas aparecen revestidas de siluetas femeninas que perfilan los cuerpos azules de Málaga que el pintor redescubrió al darle la vuelta al nombre de la ciudad: la Maga, primera fuente de inspiración de su talento artístico.
Estábamos convencidos de que los documentales El misterio Picasso (1956), del director francés Henri-Georges Clouzot, y El joven Picasso (2019), del productor británico Phil Grabsky, habían retratado la totalidad del hombre-artista, en cada una de sus etapas, en las tres ciudades influyentes de su vida/obra: Málaga, Barcelona y París. Pensábamos que aquellos eran sus verdaderos rostros creativos y humanos. Sin embargo, ahora que la imagen de Picasso se ha empañado con calificativos como “monstruo emocional” o “maltratador” y toda su vida se pone en tela de juicio, resulta difícil “desvincular a la persona del artista”, al hombre del pintor, aunque es justo y necesario hacerlo, no para perdonar sus excesos y perversiones, sino para reconocer al hijo-genio que mamó de los pechos naturales de la madre-tierra.
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