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Arturo Pérez-Reverte: "Ser rusófobo es, de algún modo, ser antieuropeo" - Zenda
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Arturo Pérez-Reverte: «Ser rusófobo es, de algún modo, ser antieuropeo»

Durante 25 años fue testigo de algunas de las guerras más cruentas del último tramo del siglo XX. Hasta ahora no había hablado públicamente de la invasión rusa de Ucrania. Lo hace para El Mundo. Tiene clara su posición, pero sostiene que no es una lucha entre autocracia y democracia, sino entre dos autocracias: Rusia...

Fotografía de portada: José Aymá

A continuación, Zenda reproduce la entrevista sobre la guerra de Ucrania de Antonio Lucas a Arturo Pérez-Reverte, publicada en El Mundo el martes 5 de abril con una gran repercusión: más de 200.000 lectores durante el primer día de su difusión.

Durante 25 años fue testigo de algunas de las guerras más cruentas del último tramo del siglo XX. Hasta ahora no había hablado públicamente de la invasión rusa de Ucrania. Lo hace para El Mundo. Tiene clara su posición, pero sostiene que no es una lucha entre autocracia y democracia, sino entre dos autocracias: Rusia y EEUU.

Domingo. Con las primeras imágenes de Bucha en las televisiones queda aún más clara la atrocidad del ejército ruso en Ucrania. Arturo Pérez-Reverte ha empezado a escribir una nueva novela. Nada tiene que ver con todo esto.

Conoce algunas de las guerras que han punteado el final del siglo XX. Las conoce desde dentro, en la línea de combate. Durante 40 años ejerció el periodismo. Ahora lee, observa, duda y ha dejado pasar más de un mes antes de decir algo sobre esta nueva etapa sulfúrica del mundo.

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—Casi 40 días de guerra, ¿en qué se parece esta a las que conoció?

"Rusia está demostrando ser un coloso con los pies de barro"

—Todas se parecen en algo esencial: el sufrimiento que generan. El dolor, la muerte, la barbarie. Es la misma constante en Troya y en Ucrania. Aunque en el caso de la guerra en Ucrania sí hay algo nuevo. Y es que Rusia está demostrando ser un coloso con los pies de barro. Sus divisiones blindadas, que desde la Segunda Guerra Mundial han sido la pesadilla de Europa (con aquellas imágenes de las llanuras europeas invadidas por carros de combate soviéticos), son cosa del pasado. Rusia no es tan poderosa militarmente como se creía. Y sus mandos han demostrado una ineficacia muy acusada ante una operación de la envergadura de la que se plantearon.

—Y las bajas de su ejército son escandalosas.

—Podrían tener alrededor de 10.000 muertos, aunque las cifras… A eso hay que sumar los carros de combate perdidos, los helicópteros y demás. Un ucraniano con un misil anticarros de 200.000 dólares se carga un tanque que vale 25 millones de dólares. Pero hay más, cualquiera con un misil tierra aire Stinger de 38.000 dólares tira abajo un helicóptero de 20 millones. Así que la gran potencia militar rusa pierde miles de millones de dólares frente a unos ucranianos cuyas armas de defensa en tierra no valen más que unas decenas de millones. Es increíble. Y eso sí que ha cambiado el panorama táctico de la guerra en Europa.

—¿Cree que Putin mantiene la idea de confeccionar de nuevo la Gran Rusia?

—Putin puede ser lo que queramos (un tirano, un tipo deleznable, un hijo de la gran puta…), pero no acepta fisuras en su patriotismo. Cree que la Rusia de los zares o aquella de la Unión Soviética (no desde el lado del comunismo, sino del poder) debe de ser reconstruida. Es su propósito, pero se ha encontrado con un imprevisto en el camino.

—Ucrania.

"Stalin los hizo sufrir mucho cuando la Gran Hambruna de 1930, por la que murieron casi cuatro millones de ucranianos; eso alimenta un rencor largo en el tiempo"

—Los ucranianos… Pero quiero dejar claro que no soy un analista militar. Llevo más de 20 años alejado de las guerras y hay gente mejor enterada que yo para algunos análisis en este asunto. Dicho esto, hay tres factores interesantes. Primero: los ucranianos son eslavos; quiero decir, gente dura, combatientes muy curtidos, con un pasado de guerras terribles que los ha hecho muy resistentes. Segundo: tienen una memoria implacable de las atrocidades cometidas contra ellos por los rusos. Stalin los hizo sufrir mucho cuando la Gran Hambruna de 1930, por la que murieron casi cuatro millones de ucranianos; eso alimenta un rencor largo en el tiempo. De hecho, fueron aliados de los nazis contra los soviéticos. Y tercero: hay una oleada de patriotismo ucraniano con la que Rusia no contaba.

—Tampoco imaginaban a Zelenski resistiendo.

—Ni a los civiles luchando como lo están haciendo. Pero quién iba a pensar que un cómico, un payaso que se hizo popular por una serie de televisión —y de ahí escala hasta la presidencia del país— iba a estar a la altura de las circunstancias. Él y la gente de la que se ha rodeado. Zelenski es la gran figura de esta guerra, el Churchill capaz de vertebrar la resistencia contra el invasor.

—¿Europa está jugando bien su baza?

—Me he equivocado en dos cosas con respecto a esta guerra. La primera es eso: creí que Europa iba a permanecer al margen, sin arriesgar demasiado, inactiva… (Y no digo que se haya mojado hasta el cuello, pero al menos apoya con decisión a Ucrania y sostiene la capacidad de defensa de este país en lo material, en lo moral y desde la diplomacia). El otro asunto en el que me equivoqué es en la convicción de que ésta sería una guerra rápida, de 10 o 15 días, porque el rodillo ruso barrería ferozmente Ucrania sin demasiado esfuerzo… Ahora celebro esos desaciertos.

—La OTAN también parece rearmarse…

—A ver, mi conocimiento elemental se apoya más en lo táctico que en lo estratégico. Yo he estado contando guerras, no haciéndolas… En cualquier caso, la OTAN se mantiene en el límite, bordeando las trampas de Putin. Creo que actúa con firmeza y con prudencia.

—¿Hasta dónde cree que llegará Putin?

"Ahora tiene el dilema del que se ha metido en un jardín difícil y debe salir de él de la mejor manera, que irremediablemente no va a ser nunca la mejor"

—Ahora tiene el dilema del que se ha metido en un jardín difícil y debe salir de él de la mejor manera, que irremediablemente no va a ser nunca la mejor. No esperaba esto. Intentará lograr la independencia o semi independencia del Donbás, que es la región que le interesa. Pero expulsar al Gobierno legítimo de Ucrania, poner uno propio, humillar a los ucranianos y apropiarse del país ya no es posible. Y menos con estrategias tan frágiles como la de acusar de nazis a los ucranianos, aunque haya grupos neonazis en Ucrania igual que nacionalistas extremos que han atacado a la población rusa del país…

—Pero si sólo pretende el Donbás ha generado demasiada destrucción para un único objetivo.

—Esto debe entenderse bien: hasta el mayor asesino, el mayor criminal, cree tener motivos para hacer lo que hace. No estoy justificando nada, sino exponiendo una realidad. Lo interesante es saber por qué lo hace. Putin y los tipos que le rodean no se detienen fácilmente ante nada. En los últimos años han considerado que el acercamiento de la OTAN hasta sus fronteras es preocupante y con esta guerra advierte también que no quiere a la OTAN bajo la axila.

—Así que no está loco.

—Claro que no. Putin es la encarnación malvada de esa parte de lo peor del alma rusa de este momento. Igual que Hitler fue la encarnación perversa de lo peor del alma alemana de su tiempo. Aquí también tenemos a algún hijo de puta que es el reflejo de cierta malformación política… Eso del tirano solitario ya no vale. Los tiranos, desde hace un par de siglos, representan los anhelos de sus súbditos o conciudadanos. Pero a lo que vamos, Putin cree tener motivos y mucha gente de su país le aplaude, hasta que le cambie el viento. Es un patriota radical, patológico y desmedido, capaz de arrasar de manera infame un país por su ambición o sus sospechas. Yo estoy a favor de Ucrania en esta guerra, pero intento comprender las razones del adversario.

—¿La matanza de Bucha es un punto de inflexión en la percepción mundial de la guerra?

"Todos los ejércitos en retirada han cometido atrocidades. Recuerdo lo que hicieron en Croacia, en Bosnia, en los Balcanes..."

—No. Las atrocidades rusas están bastante a la vista desde que comenzó esta invasión. Por otra parte, todos los ejércitos en retirada han cometido atrocidades. Recuerdo lo que hicieron en Croacia, en Bosnia, en los Balcanes… Que nos estremezca lo de Bucha no quiere decir que sea peor que los atropellos rusos a civiles en otros momentos de la invasión.

—Y ahora qué. Rusia retrocederá varias décadas…

—Vamos a ver. Tiene el dilema de que haga lo que haga ya ha perdido. Al errar su cálculo sólo le quedaba fracasar, como estamos viendo. Si continúa la guerra, el desastre para su país va a ser brutal. Y si se retira pierde el crédito y la autoridad que mantiene aún ante los suyos.

—Aunque cada vez más, tímidamente quizá, empiezan a dudar de él en Rusia.

No te creas. La represión que ha activado contra quienes protestan o contra los disidentes es salvaje. Y ya no son sólo opositores o periodistas, sino población indignada que antes no salía a protestar. Pero aún queda saber cuál será la reacción de esas miles de familias que han perdido a padres, hijos, maridos o familiares en una guerra que no les va a servir para nada. Cuando 8.000, 9.000 o 10.000 padres, madres, mujeres o hermanos empiecen a preguntarse qué pasa… Cuando esa gente decida salir a la calle, a ver quién contiene o detiene alegremente a viudas, madres o novias de soldados. Hay maneras del sufrimiento que hacen que la gente pierda el miedo.

—¿Podría ser un fin de régimen?

"Las guerras hacen ricos a unos cuantos, pero las posguerras hacen ricos a muchos"

—No lo sé, pero su situación es realmente difícil. Aunque señalamos sólo a Putin, pero el grupo de poder que confeccionó con sus amigos del KGB también está en esto. Ahí tiene a la oligarquía financieromilitar que dirige Rusia. Los que se han quedado con los recursos del país. Putin no dirige (ni decide) todo esto solo… Y ya veremos qué sucede. Europa está muy firme, pero en cuando esto pase volverá a hacer negocios con Putin y con los amigos de Putin. Las guerras hacen ricos a unos cuantos, pero las posguerras hacen ricos a muchos. Y no hablo de rusos, sino de europeos y ciudadanos de países de la OTAN que hoy son muy solidarios. Cuando callen las armas sonarán otra vez los dólares.

—Europa sigue comprando gas a Putin.

—¿Y a quién le extraña?

—¿No le tienta volver a contar una guerra?

—Mira, si tuviese 20 años menos estaría allí con un teléfono móvil. Es una guerra que me interesa mucho cuando pienso en el profesional que yo era. Pero tengo 70 años y aquello se acabó para mí. Aunque al ver algunas imágenes sí he tenido una cierta nostalgia.

—¿De la guerra?

"Yo sé que es muy caro cubrir una guerra. Y que tecnológicamente es complicado. Pero no se está haciendo bien informativamente"

—De contar las cosas de la guerra. En esta hay algo que, respecto al periodismo, no me ha gustado. Aunque hasta ahora son seis los periodistas que han muerto en Ucrania, casi todo lo que hemos visto del frente (al menos en España) son vídeos grabados con los móviles por los combatientes. Sin ellos apenas habríamos tenido imágenes de combate. Sí que vemos el resultado de los bombardeos o de los enfrentamientos, y la situación de los ciudadanos que resisten en Ucrania, y la de los refugiados… Pero pocas imágenes de periodistas en primera línea. Yo sé que es muy caro cubrir una guerra. Y que tecnológicamente es complicado. Pero no se está haciendo bien informativamente. Además, tampoco es posible estar en primera línea si tienes que entrar cada 20 minutos en un informativo. Esas no son las guerras que yo recuerdo como periodista. Eso sí: aprecio el trabajo de buenos reporteros como Almudena Ariza, Óscar Mijallo o el cámara Miguel de la Fuente, entre otros.

—Aun así no se ha ‘tapado’ el horror como sucede en otros desastres…

—Bueno… Hay que mostrar la salvajada de una guerra como es. Hay que cortarle el desayuno, la comida y la cena a espectador que esté en su casa viendo el telediario. Cuando no hacemos eso incumplimos nuestra obligación como informadores. Y otra cosa más: ¿desde cuándo tiene valor informativo un periodista llorando con un niño refugiado en brazos? ¿Desde cuándo un profesional de la comunicación que va a cubrir una guerra llora delante de la cámara? El que tiene que soltar una lágrima o contener la respiración es el espectador. Yo no pongo el telediario para ver el llanto del periodista, sino para entender qué ocurre porque alguien que está en el lugar me lo explica con rigor, con eficacia y con serenidad. En esta guerra se ha visto a mucho aficionado.

—Insisto, también su crudeza.

—Pero no como en otras coberturas. El espectador europeo del siglo XXI ya no está capacitado para ver guerras en televisión. Un mundo que ha sustituido la razón y los hechos por los sentimientos es incapaz de asimilar la barbarie de la guerra. Cuando iba a cubrir guerras, la lucha con los jefes (mía y de mis compañeros) era mostrarlo todo, decir la verdad. Esta es una guerra de crueldad, como fue la de los Balcanes. Y eso hay que enseñarlo.

—Pero aquí hay un elemento distinto a las que usted conoció: el efecto de las ‘fake news’, de los bulos, del combate sucio en internet, de la confusión inducida de las redes sociales…

"También yo entro a ver la otra realidad de la guerra de Ucrania cuando acaba el telediario; y busco una información más directa. Y la encuentro"

—Desde que los medios de comunicación, cada vez más debilitados, incumplen la obligación de dar una información seria, abundante, rigurosa, exigente y cara, las redes se han convertido en la alternativa, con lo que eso supone. También yo entro a ver la otra realidad de la guerra de Ucrania cuando acaba el telediario; y busco una información más directa. Y la encuentro. A pesar de los bulos y demás, siempre hay cosas de primera mano, cosas que no sabemos desde aquí. Y no culpo a los periodistas, sino a los medios que cada vez se conforman con menos y no invierten en buena información.

—Otra de las consecuencias de esta guerra será también la rusofobia.

—Eso, que es comprensible en algunos aspectos, será un error en muchos más. Desde hace años soy muy amigo del embajador ruso en España, Yuri Korchagin, un tipo estupendo. Y me apena su situación porque ha hecho grandes esfuerzos por acercar Rusia a España. Se ha vinculado a Madrid y a este país con entusiasmo, con curiosidad por la cultura, con respeto. Imagino la amargura que siente hoy al ver que tanto empeño por acercar su tierra a la nuestra quedará maltrecho por largo tiempo.

—¿Y la rusofobia?

—Ahí está. Para mí Rusia es Europa, no el oriente ni el telón de acero. Si has leído a Tolstoi, a Dostoievski, a Gógol, a Chéjov… Si has escuchado la gran música rusa… Si sabes reconocer lo que ha sumado ese país a la cultura occidental, no puedes decir que no sea Europa. Digamos que es otra parte de Europa. Ser rusófobo es ser, de algún modo, antieuropeo. Yo soy un militante de la Europa que va de Homero a hoy. Así que esta otra consecuencia de la guerra hay que considerarlo una tragedia más.

—¿Esta es la guerra de una autocracia contra la democracia?

"También hay una autocracia muy bien asimilada por Europa: se llama EEUU"

—Conviene matizar. También hay una autocracia muy bien asimilada por Europa: se llama EEUU. La suya es una autocracia que practica la democracia. Pase lo que pase, estamos ante un ejercicio de fuerza entre dos autocracias: la rusa y la norteamericana, que es más sofisticada, más ágil, más adaptable. Europa quedará, como siempre, en tierra de nadie. Todo retroceso en el poder ruso será un avance en el poder de EEUU. A mí, evidentemente, me parece deleznable la villanía de Putin y su gabinete. Pero tampoco me tranquiliza demasiado escuchar algún discurso de Biden. Aquello de que «Putin no puede permanecer en el poder» fue muy grave. Y no es asunto suyo.

—Al final no era la diplomacia la que debía atajar la guerra.

—Quien dijo eso no tiene ni idea de lo que habla. Es la absoluta ignorancia de lo que es la guerra, de lo que es Ucrania, de lo que es Europa y de lo que es el mundo. Hay un problema grave que no sólo afecta a la izquierda, sino a todos. En occidente creemos que es posible obligar a un chino, a un malayo, a un filipino, a un vietnamita, a un africano de Mali, a un islamista de Boko Haram o de Al Qaeda a ver el mundo con los criterios morales que hemos desarrollado después de 3.000 años de civilización occidental. Somos tan arrogantes y estúpidos que estamos convencidos de que lo bueno es exportable y lo malo condenable. Esa irrealidad de políticos poco leídos, poco informados y poco viajados nos lleva al ridículo demasiadas veces.

—¿De esta guerra qué tiene más claro?

—De esta guerra y de la vida: que a mis 70 años, rodeado por una buena biblioteca y después de la existencia que he llevado, estoy lleno de dudas. Hay que cuestionarlo todo. Ni siquiera de las grandes matanzas y de los desastres peores debemos sacar conclusiones tajantes. Todo debe de ser analizado con cautela intelectual. Lo malo y lo bueno. Nos ahorraríamos muchas decepciones desagradables.

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Antonio Lucas

Antonio Lucas (Madrid, 1975) es redactor de Cultura y articulista del diario El Mundo. Ha publicado los libros de poemas Antes del mundo (1996, accésit del Premio Adonais, Madrid, Rialp), Lucernario (1999, premio Ojo Crítico de Poesía 2000), Las Máscaras (2004), Los mundos contrarios (2009, Premio Internacional Ciudad de Melilla) y Los desengaños (2014, Premio Loewe). Además, tiene también varios libros sobre arte: Soledad Lorenzo, una vida en el arte (2014), Manolo Valdés: esculturas (2012), así como una selección de perfiles literarios de algunos creadores esenciales de la cultura de los siglos XIX y XX reunidos bajo el título de Vidas de santos (Círculo de Tiza, 2015). mypublicinbox.com/antoniolucas

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