El dramaturgo uruguayo Sergio Blanco, en su libro Autoficción: Una ingeniería del yo (Punto de vista, 2018), define al género como un cruce de relatos reales y ficticios en los que, en contraposición al pacto de verdad de la autobiografía, se establece un pacto de mentira. Esto, según Blanco, transforma a la autoficción en algo así como el lado oscuro de la autobiografía. En su nueva novela, Peluquería y letras (Anagrama, 2022), el escritor mexicano Juan Pablo Villalobos lleva al extremo algunas de las características de la autoficción —entiéndase: la evocación, la confesión, la expiación— para parodiarla.
Como ya hiciera en No voy a pedirle a nadie que me crea, ganadora del Premio Herralde de Novela 2016, Villalobos se sumerge en el género para reírse de sí mismo. En esta ocasión, lo hace con un tono algo más hilarante que en sus obras anteriores. Como si Buster Keaton por fin se animara a esbozar una sonrisa. En Peluquería y letras, un personaje con unos datos biográficos similares al autor —un escritor mexicano residente en Barcelona, casado con una brasileña, padre de dos hijos—, escribe una novela sin conflicto, una novela sobre la felicidad, que se ve condicionada por una serie de circunstancias absurdas propias de una comedia de situación: hay desde un accidente laboral que sufre una peluquera bretona hasta un ecuatoriano aspirante a escritor que acosa al narrador.
Un diálogo entre el protagonista y su hijo, al inicio de la novela, refleja la propuesta de Villalobos.
—¿Ya se te acabaron las ideas? —insistió el adolescente.
—Siempre he escrito sobre nosotros —le expliqué—, en todos mis libros.
—Ya, pero no explícitamente —replicó.
—Pues mira —le expliqué— ahora es lo contrario: voy a escribir de nosotros porque en el fondo no voy a estar hablando de nosotros, sino de algo más, de algo que está más allá de nosotros. En la literatura siempre es así, escribes de una cosa aunque en realidad estás hablando de otra.
—¿De qué? —me preguntó.
—No sé —le contesté—, de una idea, de una forma, de la forma de una idea, de la idea de una forma, algo así. (página 13)
El filósofo francés Henri Bergson dice en La risa: Ensayo sobre la significación de lo cómico (Alianza editorial, 2008) que la comicidad, para generar todo su efecto, exige una especie de anestesia al corazón —porque lo cómico se dirige a la inteligencia pura, no a las emociones ni a la sensibilidad—. Villalobos apunta a la inteligencia del lector —a un lector literario, o a uno que conozca los mecanismos de escritura de un texto de ficción— para producir risa a partir de la complicidad y el uso de ciertos recursos metaliterarios y autorreferenciales (la anécdota de la retención del pasaporte en el aeropuerto de Casablanca, por ejemplo, ya la había contado en alguna de sus dos novelas previas).
“Nada en este libro es cierto, salvo lo que sí”, escribe Villalobos a modo de epígrafe. Si Kant (citado por Freud en El chiste y su relación con lo inconsciente; Alianza editorial, 2012) señala que una de las cualidades de lo cómico es la de no podernos engañar más que por un instante, mientras uno lee las 101 páginas de Peluquería y letras uno cree —uno quiere creer— en el engaño (yo mismo me sorprendí al ver que buscaba en Google noticias sobre una peluquera bretona). Tras hacer ese pacto, no queda más que reír.
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Autor: Juan Pablo Villalobos. Título: Peluquería y letras. Editorial: Anagrama. Venta: Todostuslibros
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