Sentí la necesidad de escribir El ultimo gudari en el confinamiento, pero el germen de la idea se coló en algún lugar de mi cabeza mucho antes, durante los veranos de mi adolescencia en Zarautz. Supongo que hay cosas que permanecen contigo y de las que resulta difícil escapar.
Luego vendrían las imágenes de la gente pidiendo cuentas frente a las herrikos, de las amas de casa consolando a unos ertzainas que se quitaban los verduguillos y lloraban como si se fueran a derrumbar. Como alguien que había sido niño a principios de los 80, que regresaba del cole y se merendaba día sí y día no con noticias de secuestros y asesinatos, bombas y zulos, recuerdo que pensé: “Esta reacción es tremenda, esto es un momento histórico”. Y a continuación, un par de preguntas: “¿Por qué no antes? ¿Por qué es esta la línea roja que hace que digamos «hasta aquí, se acabó»?”.
Al final tuvieron que pasar 14 largos años para que ETA dejara las armas, y otros cuantos más hasta que desempolvé un viejo guion cinematográfico que tenía guardado en un cajón. Como dice Tarantino, el deber de un escritor fascinado con un tema es inocular esa misma fascinación en sus lectores. Y con ese mantra me lancé a convertir aquel guion en una novela de policías y etarras enfrascados en un peligroso juego del gato y el ratón, de escoltas y amenazados bajo un clima opresivo, de abogados y colaboradores con crisis de conciencia y de borrokas y chivatos al servicio de una causa.
La escritura de guion puede resultar un pelín encorsetada: 120 páginas, presente de indicativo, 3 actos bien diferenciados y arcos de personajes muy marcados. Quizá por eso la introspección psicológica de la novela resultó tan liberadora. A mi modo de ver, contaba con un as en la manga: una estructura narrativa consistente que entrecruzaba las historias de unos personajes arrolladores y en trayectoria de colisión. Y fui añadiendo suspense, intriga y acción, y algo de humor cuando la ocasión lo permitía. Me enfrenté a nuevos desafíos para capturar la efervescencia de un lugar y de una época y refiné las caracterizaciones. Procuré mantener la historia en movimiento en todo momento, sostener el crecimiento de los personajes y puede que pecara de cierto lirismo en algún pasaje del que no tarde en avergonzarme.
Lo que queda es una exploración del final de ETA narrado a ritmo de thriller, una propuesta que pretende recuperar el espíritu de los libros de bolsillo de los 70 ―libros ajados, con el nombre de Forsyth, Follett o Le Carré en la portada― y, de paso, ofrecer una reflexión sobre asuntos como la venganza, la traición y el carácter cíclico de la violencia, pero también sobre el heroísmo, el valor de la amistad y la posibilidad de redención.
Espero que os guste.
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Título: El último gudari. Autor: José María Nacarino. Editorial: Ediciones B. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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