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Fermín Bocos: "Si suprimimos las humanidades, vamos a un suicidio cultural" - Zenda
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Fermín Bocos: «Si suprimimos las humanidades, vamos a un suicidio cultural»

Si bien considera que, desde hace tiempo, vivimos en los últimos días de Pompeya, Fermín Bocos profesa cierto optimismo al apuntar que “mientras quede algún lugar del mundo donde se mantenga el estudio de las humanidades, o la sana curiosidad por conocer el universo de nuestros antepasados, todas estas criaturas seguirán siendo inmortales”.

Si bien considera que, desde hace tiempo, vivimos en los últimos días de Pompeya, Fermín Bocos (Santander, 1949) profesa cierto optimismo al apuntar que “mientras quede algún lugar del mundo donde se mantenga el estudio de las humanidades, o la sana curiosidad por conocer el universo de nuestros antepasados, todas estas criaturas seguirán siendo inmortales”. Las “criaturas” a las que se refiere este apasionado de la Historia que se conjuga en presente de indicativo, pero también en los pretéritos perfecto, imperfecto y pluscuamperfecto, son los dioses y héroes mitológicos que poblaban las mentes, los cantares y los textos de la antigua Grecia —y sus derivados romanos—. Este espalda plateada del periodismo patrio —forjado en la SER, director de informativos en COPE, fundador de Telemadrid, presentador y editor del informativo de fin de semana en Telecinco, tertuliano ocasional, profesor en la Universidad Carlos III, actual columnista en Europa Press, etcétera, etcétera— acaba de publicar Zeus y familia (Ariel, 2022), un bestiario teogónico en el que, repleto de erudición, viajes, humor y sentido crítico, demuestra que el pasado es prólogo recopilando las aventuras, los hitos y las putadas que se gastaban Hera, Atenea, Hércules, Eneas y toda esa tropa. Conversamos en el Café de Oriente, mientras en Madrid diluvia como cuando lo de Deucalión.

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—Señor Bocos, ¿vivimos en los últimos días de Pompeya?

"Estamos ya sumergidos en los últimos días de Pompeya por el peso de nuestra propia irresponsabilidad en términos políticos"

—Hace tiempo. Estamos ya sumergidos en los últimos días de Pompeya por el peso de nuestra propia irresponsabilidad en términos políticos, y luego, agobiados por los problemas que nos envían los dioses: la pandemia primero y la guerra después. Hemos venido a hablar de Zeus y se nos ha cruzado Marte.

—“El siglo XXI será el de los titanes, pero después volverán los dioses”, dice Ernst Jünger. ¿Cómo son, en su opinión, esos titanes contemporáneos?

—No tenemos titanes ahora. Los titanes eran seres monstruosos, pero benéficos. Piensa que los titanes regían la época dorada de la Humanidad, la Edad de Oro, donde los seres humanos no tenían que trabajar; donde, según la mitología, se vivía una vida plácida; donde la incuria del tiempo y las enfermedades no afectaban a nuestros antepasados, y donde la muerte era un tránsito suave ajeno, por completo, al dolor. Otra cosa son los héroes: los héroes son semidioses. Ahí empieza a pervertirse la cosa, por decirlo de alguna manera, por esa mezcla de condición humana y divina, y aparecen todas las pasiones, las buenas y las malas: la ambición de poder, la envidia, en el mundo del sexo, todo tipo de tropelías…

—¿Y cómo cree que serán esos dioses que, según Jünger, sucederán a los titanes?

"Los dioses de nuestra época son, simplemente, quienes tienen más dinero que los demás"

—La ignorancia del mundo clásico nos ha llevado a convertir en dioses… (Piensa) Ha degenerado en una nueva idolatría, y se relaciona con el dinero, con el poder, justo con aquello que en el mundo clásico castigaba la hibris, el exceso de arrogancia. Los dioses de nuestra época, a diferencia de los héroes de antaño, que preferían, a lo mejor, sacrificar su vida para pasar a la posteridad, son, simplemente, quienes tienen más dinero que los demás. Y aprovechan esa condición. La nuestra es una época triste. En el fondo, asociar lo inmarcesible de la divinidad con el hecho de tener mucho poder a través del dinero no deja de ser lamentable.

—Por cierto, ¿dónde quedan los héroes?

—Hay muchas categorías. Concibo el heroísmo en cualquier persona. El tópico sería el padre de familia que se levanta a horas duras, cuando el día todavía no ha aparecido, cuando la noche lo cubre todo, y empieza a trabajar en condiciones muy precarias, pero nada le detiene porque tiene la ilusión de sacar a su familia adelante. Son héroes los que se están jugando la vida en Ucrania, por un país que ha sido injustamente invadido, en una circunstancia casi de guerra civil. Luego están los héroes cotidianos que son capaces de sobrevivir a un jefe tóxico, o los héroes que tratan de hacer como si la enfermedad no les estuviese devorando y, sin embargo, mantienen, a lo mejor, una sonrisa. No hay que buscar epopeya en los héroes coetáneos, pero también se dan momentos épicos en algunos de los héroes de nuestros días.

—¿Por qué, frente a Aquiles, Ulises fue el primer hombre moderno?

—Aquiles y Ulises eran héroes. Aquiles era hijo de Zeus y de una diosa, y se supone que Ulises también tenía una relación con la divinidad. La diferencia entre uno y otro es que Aquiles apuesta por la gloria sabiendo, advertido por su madre, que nunca será borrado de la Historia, que el precio a pagar es la muerte y no le importa; en cambio, Ulises rechaza el ofrecimiento de la ninfa Calipso para convertirse en dios. Entonces, le dice a la ninfa que prefiere un instante de libertad, incluso en las puertas de la muerte, a vivir una vida amorfa, entendiendo por amorfo la eternidad. Es decir, elige la libertad sabiendo que su precio es perder la vida en un momento determinado, porque el remate de la vida de un ser humano es la muerte. Y más en su época: 40-50 años era una edad muy longeva. De hecho, se ha calculado que Néstor, el más longevo de todos los reyes que acuden a Troya, podría tener, como mucho, 70 años. Piensa que la guerra de Troya dura diez; el periplo de Ulises perseguido por Poseidón, otros diez, y cuando vuelve, ya hay gente en Ítaca que no le reconoce. Ulises se despide de Penélope, de su madre, Anticlea, y con su hijo en brazos. Los especialistas en Homero sostienen que Ulises debía frisar la treintena.

—Leyendo Zeus y familia, he sido consciente, sobre todo, de dos cosas. La primera: toda esta tropa divina era refinadamente rencorosa.

"Yo creo que el rencor, como la venganza, es una de las pasiones humanas"

—El rencor remite a la envidia en términos de alguien que cree que merece algo que se ha llevado otro, y eso le deja en ayunas, o alguien que cree que alguien, por méritos ajenos, o sin mérito, o por razones ajenas al esfuerzo, ha conseguido algo. El rencor puede proceder de una relación sentimental frustrada. En definitiva, ¿qué son los mitos? Son relatos simbólicos en los que se establece una explicación de las relaciones de los seres humanos entre ellos, con sus dioses o con las fuerzas de la naturaleza. Si Zeus es el padre de todos los dioses, y consigue hacerse con el poder en el Olimpo después de una terrorífica guerra civil en la que intervienen dioses, titanes, cíclopes, gigantes, etcétera, al final, el núcleo de poder siempre tiende a consolidarse y tiende, digamos, a ver enemigos en todos aquellos que amenazan a ese núcleo de poder. Entonces, el rencor puede proceder de un despecho. Hera, por ejemplo, era necesariamente rencorosa: su marido le ponía los cuernos cada dos por tres. ¿Qué pasaba en esa relación de poder y de fuerza? Como no podía con el autor de la infidelidad, que era Zeus, se vengaba de las criaturas con las que o bien se había refocilado Zeus, o bien con los hijos que había tenido con mortales. Yo creo que el rencor, como la venganza, es una de las pasiones humanas. O la envidia. Tienen el mismo motor.

—La segunda: lo mucho que se parecen algunos mitos clásicos a los bíblicos. Por ejemplo, las historias de la tinaja de Pandora y de la manzana de Eva, o el no-sacrificio de Ifigenia con el no-sacrificio de Isaac.

—Hay un nexo común que podría establecer coincidencias entre los mitos babilónicos, los mitos egipcios y los caldeos. Luego, el mundo judaico recibe mucho desde que, acuérdate, el patriarca Abraham es deportado a Babilonia. Entonces, heredan parte de las tradiciones. Hay más coincidencias. Por ejemplo, el mito de Noé. El Noé griego se llamaba Deucalión; su mujer, Pirra, “la rubia”.

—Por cierto, ¿por qué en estos mitos se condena la curiosidad de las mujeres?

"Yo creo que en la curiosidad está la base del periodismo"

—Y por qué hay tanta misoginia, ¿no? No tengo una explicación, pero puedo añadir un personaje más: la mujer de Lot. Para compensar, puedo añadir a un curioso varón: Orfeo. En el mito de Orfeo y Eurídice, cuando ya la ha conseguido rescatar del Hades, pero le han impuesto como condición que no se gire, le puede la curiosidad, gira y se carga el tinglado. No sabría decirte, pero es un elemento que llama la atención. Quizá está en la propia naturaleza la curiosidad. Yo creo que en la curiosidad está la base del periodismo.

—Nunca olvidaré a Escohotado diciéndole a Quintero que, hasta el 94, el DRAE definía “curiosidad” como “interés por saber lo que las cosas son” y que, a partir de entonces, cambió la definición a “interés por saber indiscretamente lo que las cosas son”.

—Te hablaba de la mujer de Lot, porque la estoy viendo ahora: en una carretera que está en una parte del desierto de Jordania y desemboca en el mar Muerto, antes de llegar al puente Allenby, que es el que da paso desde Jordania a Israel, hay una formación rocosa que, realmente, reproduce el perfil de una mujer. Y como estamos en una zona de una salinidad extraordinaria, parece que un componente esencial de esa roca es sal. Y pasa por ser la mujer de Lot.

—Escribe: “Mientras quede algún lugar del mundo donde se mantenga el estudio de las humanidades, o la sana curiosidad por conocer el universo de nuestros antepasados, todas estas criaturas seguirán siendo inmortales”. ¿Están menguando esos lugares?

—Se han sumergido, pero no han desaparecido. Al revés: se está produciendo un fenómeno con el mundo clásico que, en el fondo, remite a que el pasado es prólogo. Durante la Edad Media, las clases populares, o una mayoría, vivían no sólo en la ignorancia, sino en el analfabetismo absoluto. ¿Dónde se refugió el saber? En los monasterios. ¿Dónde se está refugiando ahora el saber? En las élites. Hay determinados planes de estudio que han decidido ignorar las humanidades. De paso, han decidido reescribir la Historia. ¿Dónde se está refugiando ahora el saber? En los planes de estudio que dan soporte a las élites y a las futuras élites. Al final, cuanto más aborregamiento se instale en la sociedad, más fácil será dominarla y administrar el poder.

—Y quienes hacen los planes de educación, ¿pecan de idiotez o de mala leche? Por otro lado, ¿hasta qué punto es responsable el propio ciudadano? Nunca fue tan fácil ni tan barato acceder a la cultura.

"La ignorancia lleva a pensar que el fascismo existe desde que el mundo es mundo"

—Es verdad que nunca fue obligatoria y gratuita la enseñanza hasta los dieciséis años, y nunca ha habido más ignorante voluntario. Es más fácil consumir televisión basura, o información basura, que aquella que permite que tengamos un criterio propio. Todos recibimos la información, pero se convierte en criterio como resultado del conocimiento previo. Un periodista que ha estado en Ucrania en la época de Chernóbil, o alguien que sepa que Odesa fue fundada por un español, José de Ribas, que fue vicealmirante de la flota rusa en tiempos de Catalina la Grande, no son lo mismo que alguien que no sepa ni dónde está Ucrania en el mapa. La ignorancia voluntaria es muy rentable desde el punto de vista político. En el libro hablo del principio de Hanlon, que es atribuir a la maldad lo que en realidad viene de la estupidez. Vamos a pensar que hay un avieso gobernante que ha decidido suprimir los símbolos de los Reyes Católicos por ser fascistas. Dices: “Perdone, cuando los Reyes Católicos avanzaban hacia Granada, faltaban cinco siglos para Franco”. La ignorancia lleva a pensar que el fascismo existe desde que el mundo es mundo. No, no: el fascismo es un movimiento muy estudiado, que pertenece a la primera parte del siglo XX y que desemboca en la tragedia y el horror que conocemos. Pero la ignorancia conduce al aborregamiento, y es más fácil gobernar a un ignorante que a un sabio. ¿Por qué? Porque el sabio tiende a hacerse preguntas, y las preguntas acaban en rebelión. Si suprimimos las humanidades, vamos a un suicidio cultural. Y a debilitar la democracia.

—Para finalizar, ¿qué ha aprendido mientras escribía Zeus y familia?

—Que no sé nada. Que me falta mucho por aprender.

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Jesús Fernández Úbeda

Jesús Fernández Úbeda (Ciudad Real, 1989) es periodista por obra y gracia —o desgracia— de la Universidad Complutense de Madrid. Escribe en Zenda y en Libertad Digital. Además, ha cubierto un par de giras de Enrique Bunbury y escribió el press release de su último álbum, Expectativas. También hizo de compilador, o como se diga, en El último pistolero, de Raúl del Pozo. Aterrizaje forzoso (Cultiva Libros, 2018) es su primer libro. En Twitter @jfubeda89

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