Llevo leyendo a Juan Manuel Olcese desde que empezó a publicar. En 2005 se estrenó con El relevo, su opera prima, que recreaba las andanzas de un grupo de jóvenes en el barrio obrero de Los Pajarillos, en Valladolid. A aquel realismo crudo de sus arranques le siguió La mirada del café (2008), una suerte de mini Colmena, por decirlo así, que se centraba en las vidas entrecruzadas de un puñado de clientes del mítico bar Cafetín, que siempre estuvo, y todavía está, enfrente de la catedral de Pucela.
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—La primera pregunta, Juanma, es de cajón. ¿Por qué tanto tiempo sin publicar? ¿Por qué hemos tenido que esperar catorce años antes de poder volver a leer un texto tuyo de narrativa?
—Buenos días. La respuesta no es sencilla. La vida. Pasó la vida, y la vida me silenció. También hubo un poco de miedo escénico: miedo a no cumplir las expectativas, que eran muy altas.
—Es curioso que, al cabo de los años, reaparezcas, no con una ficción, sino con una biografía. Eso sí, Juana, la reina que dormía bajo el mármol es una biografía muy literaria. ¿Qué es lo que te llamó la atención de Juana para dedicarle todo un libro y muchas horas de desvelo?
—Juana es un personaje fascinante, de rostro cambiante, poliédrico, y alma herida. Estamos ante la gran perdedora de la historia de España, y los losers siempre han dado mucho juego en la literatura.
—Las feministas ven en Juana a un personaje agraviado por su sexo. ¿Estás de acuerdo en esa lectura de su figura y de su historia?
—En líneas generales sí, aunque con matices. Juana es una reina que no quiere reinar, pero cuando está dispuesta a asumir el trono no la dejan, porque los hombres que la rodean, especialmente su padre, piensan que será una reina débil en manos de los intereses nobiliarios.
—Los dos momentos claves en la supuesta locura de Juana fueron la agresión por celos a una amante de Felipe el Hermoso en Flandes y la crisis cuando murió su marido. ¿Cómo los valoras tú, que los has estudiado? Y la pregunta del millón: ¿estaba realmente loca?
—Por entonces los matrimonios de la realeza no eran por amor sino por cuestión de Estado, para forjar alianzas, etcétera. Por lo tanto, era normal que los reyes tuvieran sus amantes y sus hijos ilegítimos o bastardos. Desde esta perspectiva, en la primera crisis Juana mostró una pasión enfermiza por celos, aunque también es cierto que se puede ver como una adelantada a su época, que se rebela contra lo que ella considera injusto: la infidelidad de su marido. En la segunda crisis, la muerte de Felipe el Hermoso, la interpretación es más compleja. Por un lado está el duelo, necesario tras la pérdida de un ser querido, que en el caso de Juana parece eternizarse y hace que pierda el contacto con la realidad, aunque también es cierto que exagera su crisis para no casarse con Enrique VII de Inglaterra. Y a la pregunta del millón la respuesta es clara: por supuesto que no estaba loca. Era mujer cabal, con una sólida educación humanista.
—En algún momento, los comuneros se acercan a liberarla y vemos a una Juana muy distinta de la que esperábamos, que se muestra contemporizadora e incluso políticamente astuta. ¿Qué valoración política, en términos globales, te merece la figura de Juana?
—Tú lo has dicho. Juana se muestra astuta e inteligente. Por eso no firma ningún documento. Sabe que si firma eso implicará el inicio de una guerra civil entre los partidarios de la madre y los seguidores del hijo. Es decir, la destrucción de Castilla. Juana no tuvo una formación política, estaba lejos en la línea sucesoria, pero con las muertes prematuras del príncipe Juan, de su hermana Isabel y del hijo de esta, Miguel de la Paz, el guion de su vida saltó por los aires y tuvo que asumir una dirección para la que no estaba preparada. Al principio mostró poco interés. Y cuando ya cambió y quiso ser reina, no la dejaron por el simple hecho de ser mujer. La supuesta locura fue una excusa para apartarla del poder y arrebatarle la Corona.
—Hablemos de Castilla, que es otro de los protagonistas de tu obra. Desde tu primer libro te has mostrado muy perceptivo con la realidad social que te rodea, en concreto Valladolid. Con esta obra amplías tu ámbito de interés al conjunto de Castilla. ¿Cuál es la geografía de Juana? ¿Es también una geografía emocional para ti?
—Juana es un personaje universal. En los primeros años de su vida viajó muchísimo. Primero en la corte itinerante de sus padres los Reyes Católicos. Luego, durante los diez años de su matrimonio estuvo en Inglaterra en dos ocasiones, en Flandes, Francia, y por último en Castilla: Burgos, pueblos de Palencia, Valladolid, la capital donde fue coronada reina, y Tordesillas, donde estuvo cautiva casi medio siglo. Y también es una geografía emocional mía, sobre todo porque en esta obra pongo en valor su estancia en la pequeña localidad Renedo de Esgueva, una parada breve pero muy importante, porque son los últimos días de Juana en libertad antes de ser recluida en Tordesillas. En Renedo están mis orígenes maternos. Allí he pasado momentos formidables durante mi juventud y en la actualidad con mi esposa y mis hijos. En la historia de Juana, Renedo es la antesala de su confinamiento definitivo.
—Sigamos con el paisaje. Ya sabes que los más importantes escritores del 98 vertebraron su obra en torno a Castilla, algo que luego continuó sobre todo un autor que supongo te gusta mucho, como es Delibes. ¿Te sientes muy castellano?
—Sí, mucho, muchísimo diría yo. Valladolid es una ciudad de buenos escritores y entre todos destaca Miguel Delibes, que se mereció ganar el Nobel de Literatura: fue una injusticia histórica que no lo hiciera. Además, su obra está envejeciendo maravillosamente. De todos sus libros, me quedo con El hereje, que es una obra sublime. Junto con La colmena y con Historias del Kronen, me parecen las tres grandes novelas de la literatura española del siglo XX. Uno de los mayores placeres que uno puede encontrar es leer El hereje sentado en un banco del Campo Grande de Valladolid. Este libro me lo regaló mi hermana Cristina y es muy especial para mí. Una obra maestra. Lo tenía sobre la mesilla de noche mientras escribía sobre Juana.
—¿Qué opinión te merece el castellanismo político? ¿Crees que Castilla es una comunidad agraviada históricamente? ¿Crees que los agravios del castellanismo arrancan con los comuneros, con los mismos que quisieron entronizar a Juana?
—El castellanismo es un movimiento difuso, débil, difícil de definir. Pero sí. Creo que Castilla es una comunidad agraviada históricamente y en la actualidad. Ahí tenemos todo el tema de la España vaciada, que afecta a esta tierra. Los políticos nunca han invertido en Castilla y la despoblación es un drama. Pero no estoy de acuerdo con la visión que se ha dado de los comuneros. No creo que fueran un símbolo de libertad. Los comuneros asediaron a Juana con ruegos e incluso amenazas para que hiciera uso de sus derechos, pero la reina no firma. Juana no firma por prudencia y cordura, porque no quiere enfrentarse con Carlos en una fatídica contienda que desangre Castilla y debilite el poder regio. Antes que reina es madre. Y en definitiva, pienso que el episodio comunero más bien se trató de una revuelta feudal. Pero sí es cierto que los agravios del castellanismo arrancan con esta rebelión que acabó provocando, como reacción, la consolidación de la monarquía autoritaria y la domesticación de unas cortes que a partir de Villalar serán una simple “cámara de aplausos”.
—¿Piensas que deberían separarse Castilla y León? ¿Piensas que Madrid, La Rioja o Cantabria son Castilla? ¿Hasta dónde, para ti, llega Castilla?
—Castilla y León no deberían separarse, no. Están unidas desde el año 1230 en tiempos de Fernando III el Santo. Es más, el día de Castilla y León debería ser el 30 de mayo, día de San Fernando, en honor a este rey, y no el 23 de abril, día de la derrota comunera en Villalar, que, repito, es un mito mal contado. Para mí, Castilla incluye Madrid, Logroño y Santander, sobre todo este último territorio, que siempre fue el puerto de Castilla. En la preautonomía, Castilla y León iban a ser once provincias. Pero, claro, ahí entraron los intereses de los políticos y se optó por la autonomía uniprovincial porque los reinos de taifas, que son las comunidades autónomas, son más lucrativos para la clase política, sin distinción de ideologías.
—Volviendo a tu libro, me gusta mucho la textura que le has dado. Hay fragmentos en los que parece una obra de divulgación, otros en los que parece un libro de historia pura y dura, otros una novela, otros una obra de teatro. Y todo se armoniza a la perfección. ¿Fue algo voluntario? ¿O fue algo que surgió naturalmente a lo largo de la escritura?
—Fue totalmente voluntario. La idea con Juana, la reina que dormía bajo el mármol era crear un texto híbrido que canibalizara lenguajes procedentes de la poesía, el teatro y la novela, pero siempre con una base de rigor histórico. No quise escribir una novela histórica sin más. Quería darle una textura literaria más rica, no cerrarme a ningún género y armonizarlos todos. Sinceramente, creo que lo he logrado.
—Ya para terminar, solo me queda felicitarte por tu texto y animarte a que a los que somos tus lectores no nos dejes, por favor, tantos años huérfanos. ¿Me puedes tranquilizar diciendo que estás trabajando en un nuevo proyecto?
—Muchas gracias, y gracias por haberme concedido este espacio en Zenda. Para tu tranquilidad, te diré que estoy trabajando en una novela histórica ambientada en el reinado de Carlos V, porque creo que he dado con mi época. Esto es algo que me señaló José Jiménez Lozano, cuando leyó La encrucijada de Castilla. Él me hizo una muy buena reseña de mi obra de teatro. Y en eso estoy, escribiendo cuando cae la noche y la realidad se difumina, dejando paso a la inspiración.
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