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El Castillo de Montecristo. La celebración de la vida de Alejandro Dumas (II) - Zenda
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El Castillo de Montecristo. La celebración de la vida de Alejandro Dumas (II)

Segunda de las cuatro entregas de esta serie sobre la historia del monumental Castillo de Montecristo que mandó construir Alejandro Dumas. *** Los invitados descubren el aspecto de una monumental folie, reflejo del exceso en que vivía Dumas. En la planta cuadrada del edificio, que cuenta con un sótano y tres alturas, destacan dos torres,...

Segunda de las cuatro entregas de esta serie sobre la historia del monumental Castillo de Montecristo que mandó construir Alejandro Dumas.

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La materialización de un sueño

El 25 de julio de 1847 todo está listo para la fiesta de inauguración, el día posterior al cuarenta y cinco cumpleaños de Alejandro Dumas, que honra la extravagante promesa hecha tres años antes. Se cuentan seiscientos invitados, y Dumas se pasea entre las mesas dispuestas sobre la hierba. Radiante, luce condecoraciones, medallas y una pesada cadena de oro, que le cuelga del chaleco. Besa a las mujeres, da la mano a los hombres y no deja de contar historias [1]. Su sueño se ha hecho realidad. “Aquí tengo una reducción del paraíso terrestre” [2], llega a decir. “Nunca ha sido tan feliz”, escribe André Marois [3].

Los invitados descubren el aspecto de una monumental folie, reflejo del exceso en que vivía Dumas. En la planta cuadrada del edificio, que cuenta con un sótano y tres alturas, destacan dos torres, que albergan las escaleras y flanquean la entrada. El arquitecto, Hippolyte-Louis Durand, que recibió unas instrucciones muy precisas de la parte de Dumas, reprodujo las ventanas del castillo de Anet, cuyos escultores, Germain Pilon y Jean Goujon, forman parte de los nombres más destacados del renacimiento francés. Sobre cada ventana de la planta baja hay un medallón sostenido por dos salamandras, una a cada lado, que eran las armas que el rey Francisco I dio a Villers-Cotterets, la ciudad natal de Dumas. En cada medallón aparecen los rostros y los nombres de literatos que marcaron la época en que vivieron: Homero, Esquilo, Sófocles, Virgilio, Plauto, Terencio, Dante, Shakespeare, Lope de Vega, Corneille, Racine, Molière, Goethe, Schiller, Walter Scott, Byron y Victor Hugo. El propio Dumas se reservó el medallón de la puerta principal, que preside junto a su divisa, “amo a quien me ama” [4] (figura 2). Motivos florales y animales imaginarios completan las esculturas que adornan las fachadas. Y sus iniciales, AD, son visibles frente a las cúpulas que coronan las torres.

Figura 2. Fachada norte y detalles de la fachada sur.

En el interior, todo ha sido cuidado hasta el más mínimo detalle, con habitaciones pequeñas, pero bien distribuidas. En el sótano se encontraban las cocinas. En la planta baja había un comedor con carpinterías esculpidas (figura 3), una sala de espera y un salón de recepción íntimo, con cortinas de auténtica cachemira [5], en el que Dumas exponía su colección de armas (fusiles, carabinas, pistolas árabes, espadas, sables, puñales, cuchillos, etc.) [6]. Cada ventana tenía vidrieras con dibujos que evocaban distintas actividades o placeres terrenales, respetando una temática en cada estancia: instrumentos de música, juegos de mesa, alimentos, etc. En los pisos superiores la decoración era exuberante, con salones de estilo persa, gótico, renacentista, Henri II y Luis XV, llenos de lujosos tapices, muebles (sillas góndola, mesas de juego de madera de ébano, escritorios de marquetería), cuadros (Delacroix, Decamps, Bonhommé) y esculturas (Auguste Préault, James Pradier, Antonin Moine), que dejaban boquiabiertos a los invitados. Y entre todos destacaba el salón árabe, cuyo techo y muros estaban decorados por arabescos realizados por el escultor del Bey de Túnez, Hadj Youmis, y su hijo, Mohammed, que se comprometieron a no hacer nada parecido en Francia [7] (figura 4).

Figura 3. El comedor.

Figura 4. El salón árabe.

"Las fachadas son animadas por ventanas ojivales, finas columnas y esculturas de algunos personajes de sus novelas, así como por los nombres de 88 obras salidas de su fértil pluma, tallados en la piedra"

Frente al castillo, Dumas se reserva como lugar de trabajo una pequeña casa, elevada por la topografía del terreno, que denomina Castillo de If y que, como la fortificación de Marsella, está completamente rodeada por agua, con un puente de piedra que constituye su único acceso (figura 5). Es el método utilizado por Dumas para mantener alejada a su troupe y aislarse para escribir. Su objetivo es dejar a los invitados disfrutar del castillo y del jardín, mientras él puede apartarse en cualquier momento para trabajar, pues nunca se sabe cuándo la inspiración puede aparecer. La construcción es aún más atípica que el castillo, pues su función ofrece mucha más libertad al arquitecto. Dumas quería un pabellón gótico, una réplica teatral del que ya disponía en la villa Médicis, con una sola habitación, y el resultado es una de esas casas idílicas, salidas de un cuento de hadas (figura 6). Tiene dos alturas, un volumen con una estructura de madera vista, que alberga la escalera que lleva al primer piso, y una especie de torreón, que sale del cuerpo principal y permite a Dumas dominar todo el terreno. Las fachadas son animadas por ventanas ojivales, finas columnas y esculturas de algunos personajes de sus novelas, así como por los nombres de 88 obras salidas de su fértil pluma, tallados en la piedra. Títulos que le saludan diariamente, cada vez que viene a encerrarse para escribir en la mesa dispuesta frente a la gran ventana, con una visión directa del castillo de Montecristo, junto a una monumental chimenea de piedra y bajo un techo pintado de azul y salpicado de estrellas.

Figura 5. El pabellón, el jardín y el salón árabe.

Figura 6. El pabellón del castillo de If.

Además de las dos “casas”, la parcela cuenta con algunas construcciones para los domésticos y los múltiples animales de Dumas: tres caballos (Athos, Porthos y Aramis), cinco perros, tres monos, dos loros, el gato Mysouf, un faisán dorado llamado Lucullus, un gallo llamado César y el buitre Jugurtha, traído de Túnez, a la vez que al escultor del Bey [8]. Todo el terreno fue transformado en un exuberante jardín inglés. La sinuosa topografía facilitó la creación de caminos serpenteantes, riachuelos, cascadas y estanques, abastecidos por los arroyos existentes. Además, se modelaron piedras y cuevas artificiales, nuevos accidentes que animaban el conjunto, propicio para bucólicos paseos (imagen de portada).

Las distracciones

Consecuencia de su generoso carácter, Dumas abre las puertas de su folie a cualquiera. Los invitados son más numerosos que en la villa Médicis y el anfitrión no los conoce a todos. Su personalidad revitaliza la tranquila localidad de Saint-Germain-en-Laye, adonde llega el tren desde la capital, llenándola de curiosos que vienen con la esperanza de ver al popular escritor. Las fiestas se suceden, durante la noche o el día, así como las aventuras con las actrices que interpretan sus textos en el Théâtre Historique. La comida y la bebida son excelentes y hacen honor a la conocida faceta de gourmet del escritor, que anima las sobremesas con su elocuencia y su buen humor. Todo un placer para los sentidos. Y las distracciones se diversifican cada vez más, sobre todo tras la llegada de un hipnotizador, el 5 de septiembre de 1847. El espectáculo tiene lugar en el salón persa, en donde le vendan los ojos y observan cómo es capaz de jugar a las cartas, leer un libro cerrado y hasta predecir la muerte de Paul Eau-de-Benjoin, de una fiebre tifoidea. Incluso si la predicción tiene una imprecisión de un día, convence a Dumas, que se convierte en un gran creyente, y hasta en un discípulo. A principios de octubre de 1847, el propio Dumas llega a hipnotizar y dormir a Alexis, su fiel criado, que cae fulminado sobre un sofá, ante el asombro de doce invitados [9]. El escritor se toma muy en serio lo que había empezado como un divertimento y reconoce que quiere demostrar “la inmortalidad del alma” [10]. Un nuevo tipo de celebración de la vida se opera en Montecristo. Pero Dumas también quiere alcanzar la inmortalidad de otro modo y empieza a escribir sus memorias, en su particular isla del Castillo de If, el 18 de octubre de 1847.

La última época

"Consigue vivir en el castillo hasta su partida definitiva a Bruselas, el 10 de diciembre de 1851. Dumas nunca vuelve a Montecristo y solo su hijo llega a alojarse en alguna ocasión, junto con sus amigos"

Aunque los gastos son desmesurados, como se puede imaginar, el dinero no es un problema. Todo en la vida de Dumas era excesivo: no solo su fortuna, sino también su talento y su imperturbable determinación, capaz de cualquier cosa, para asombro de sus incrédulos contemporáneos. Para pagar sus extravagancias, Dumas no deja de escribir (piezas de teatro, folletines, novelas…), con la inestimable ayuda de Auguste Maquet, y se sirve del enorme éxito del Conde de Montecristo y del Théâtre Historique. Él no es de los que se paran a cosechar lo ya sembrado: siempre quiere más y sigue jugando a un juego que domina como nadie, aprovechando su creciente popularidad. Pero el éxito del Théâtre Historique fue breve (la revolución de 1848 no ayudó) y no permitió a Dumas mantener su tren de vida ni seguir complaciendo generosamente a sus amigos, amantes, domésticos o animales. A pesar de trabajar sin descanso, se ve obligado a vender los muebles de Montecristo a Jacques Doyen el 25 de enero de 1848 [11]. Sin embargo, eso no basta para pagar sus astronómicas deudas y acaba vendiendo toda su propiedad al mismo Doyen el 22 de marzo de 1849 [12] por tan solo treinta mil francos. A pesar de ello, consigue vivir en el castillo hasta su partida definitiva a Bruselas, el 10 de diciembre de 1851 [13]. Dumas nunca vuelve a Montecristo y solo su hijo llega a alojarse en alguna ocasión, junto con sus amigos.

El lugar cambia varias veces de propietario y pierde, poco a poco, su magnificencia. Cuando la escritora inglesa Edith Saunders (autora de La Dama de las Camelias y los Dumas) entra en la casa, unos cien años después de su construcción, dice: “estaba vacía cuando la visité y, sin embargo, no distinguí la desolación que pesa sobre las viejas casas desiertas. Reinaba una atmósfera cálida y acogedora, como si todavía portara la huella del hombre que la creó según sus gustos personales. Afortunadamente, sus sucesivos propietarios no la transformaron a lo largo de su siglo de existencia” [14].

Salvando Montecristo

La atípica configuración de la folie de Dumas acaba condenando el conjunto al olvido y a la destrucción: en 1969, una operación inmobiliaria contempla la demolición del castillo para la construcción de varios edificios de viviendas. Por suerte, en 1971 se crea la asociación de amigos de Alejandro Dumas, que alerta a la opinión pública y consigue que la licencia de obra sea rechazada. La generosidad de que Dumas hizo prueba en vida acabará siendo devuelta por un grupo de amigos que él nunca conoció en persona, pero a quienes les hubiera gustado compartir mesa y conversación con el genial escritor. Las localidades de Marly-le-Roi, Pecq-sur-Seine y Port-Marly compraron la propiedad y la salvaron definitivamente. El lugar fue declarado monumento histórico en 1975, restaurado (el mismo Rey de Marruecos, Hassan II, contribuyó ofreciendo la restauración del salón árabe) y abierto al público en 1994, convertido en un museo sobre la vida de Alejandro Dumas. Actualmente se organizan distintas actividades para dar vida al lugar y convertirlo en mucho más que un simple museo. Exposiciones temporales, visitas teatralizadas, conciertos, murder parties para encontrar al responsable de un asesinato acaecido durante una de las fiestas de Dumas, un escape game, un salón literario de la juventud o distintas animaciones para niños completan una variada oferta que quiere devolver el alma a esta singular construcción.

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[1] Detalles de la fiesta de inauguración extraídos de SCHOPP, Claude. Alexandre Dumas: Le génie de la vie. Editions Mazarine, 1985, 383.

[2] SIGAUX Gilbert. Le château de Monte-Cristo (preface of tome III of Le Comte de Monte-Cristo). Editions Rencontre, 1969, 13.

[3] MAROIS, André. Les Trois Dumas. Hachette 1957, 229.

[4] Descripción exterior extraída de LECOMTE Louis-Henry. Alexandre Dumas, 1802-1870. Sa vie intime, ses Œuvres. Tallandier, 1902, 52

[5] Descripción interior extraída de LECOMTE Louis-Henry. Alexandre Dumas, 1802-1870. Sa vie intime, ses Œuvres. Tallandier, 1902, 52.

[6] Lista de armas extraída de SCHOPP, Claude. Alexandre Dumas: Le génie de la vie. Editions Mazarine, 1985, 382

[7] Detalles del exterior del castillo extraídos de SCHOPP, Claude. Alexandre Dumas: Le génie de la vie. Editions Mazarine, 1985, 382-383.

[8] Lista de animales extraída de DUMAS, Alexandre. Histoire de mes bêtes. Michel Lévy, 1867

[9] Detalles de la sesión de hipnosis extraídos de DUMAS, Alexandre. Une séance de magnétisme chez M. Alexandre Dumas. La dernière année de Marie Dorval. Librairie nouvelle, 1855.

[10] SCHOPP, Claude. Alexandre Dumas: Le génie de la vie. Editions Mazarine, 1985, 386.

[11] SCHOPP, Claude. Alexandre Dumas: Le génie de la vie. Editions Mazarine, 1985, 396.

[12] SCHOPP, Claude. Alexandre Dumas: Le génie de la vie. Editions Mazarine, 1985, 397.

[13] SCHOPP, Claude. Alexandre Dumas: Le génie de la vie. Editions Mazarine, 1985, 419.

[14] SAUNDERS, Edith. La Dame aux Camélias et les Dumas. Corrêa, 1954, 11.

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Marcos Belmar

Arquitecto que en 2009 abandonó su país para poder ejercer un oficio en peligro de extinción. Vive y trabaja en Lyon, donde es co-gerente del estudio de arquitectura Tabula Rasa. Autor del blog Todavía lejos. @marcos_belmar

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