Amélie Nothomb ha escrito sobre casi todo a lo largo de su carrera literaria. Y es normal. Cuando uno escribe tanto como lo hace esta mujer, se terminan tocando todos los temas. De hecho, el que trata su última novela posiblemente sea uno de los más vistos a lo largo de la historia: la Pasión de Cristo. Un tema que está en cualquier museo, que han llevado mil veces al cine y que encontramos, por supuesto, en la literatura, aunque con menos frecuencia. Y ahora llega Nothomb, con esa mirada suya tan particular con la que se ha metido en cuentos, leyendas, mentes y realities, y nos presenta su propia versión de la Pasión. O, mejor dicho, deja que sea el propio Jesucristo quien lo haga, ya que le concede la palabra en esta novela corta.
El hijo de Dios de la última novela de Nothomb es, principalmente, humano. Una humanidad que lo diferencia de su creador, más espiritual y ajeno a lo que sucede en los corazones de la tierra, acercándolo al resto de seres humanos. La autora lo presenta durante su juicio, sabedor ya de la sentencia, pero aun así atónito ante las acusaciones de las personas a quienes había ayudado. Le concede además unas horas hasta que la sentencia es efectiva, durante las cuales comenzaremos a conocer a un hombre que disfruta de placeres mundanos y que siente, sobre todo, miedo. Porque una cosa es saber que uno va a morir y otra enfrentarse a una crucifixión, nos dice el propio Jesús. Nothomb desafía a su protagonista a enfrentarse a su corta vida descubriendo las traiciones como algo constante en ella. Casi tanto como la soledad. O las dudas que parece plantear al lector en los momentos en los que habla de pasiones y de celos, incluso de amor. Y sin embargo no estamos ante una novela aleccionadora. En ningún caso. Porque Nothomb saca su pluma corrosiva e, incluso en los momentos de mayor violencia, nos permite una sonrisa sarcástica gracias a las observaciones del protagonista, que se permite, en su infinita sabiduría, adelantarse al futuro para corregir mentalmente a alguno de los evangelistas por haber sido acaso demasiado creativo. Puede permitírselo porque, si algo tiene la certeza de conocer su muerte, es que ahora puede fijarse en los detalles, en el barro, la luz, las miradas… y la sed. Una constante a lo largo de esta novela que crece a partir de una noche que no existe, para dar la palabra imposible a su protagonista. La sed lo humaniza, lo permite aguantar hasta el final y, además, le proporciona el mayor de los placeres cada vez que bebe un sorbo de agua. Quizás por eso su primer milagro fue con una bebida, porque el agua da la felicidad pero el vino concede la alegría, reflexiona varias veces a lo largo de la novela sin champán.
Nothomb no busca el escándalo o la provocación, lo que hace es plantear al lector si no estamos en una sociedad que valora en exceso el dolor y el sacrificio hasta el punto de recrear esta Pasión una y otra vez. Como ella misma en esta suerte de ficticio evangelio en el que las últimas palabras de su protagonista son: “Tengo sed”.
“Siempre supe que me condenarían a muerte”, reza la primera frase de la historia. No hay spoiler, no hay giro final. Hay potencia, hay certeza, hay concisión. Un shock para el lector que se enfrenta a la historia más famosa del mundo revisada por una de las plumas más famosas de las letras francesas y consigue, mediante pequeñas variaciones de la historia conocida y a través de un protagonista carismático, hacerla suya. Como si Nothomb respondiera a todos aquellos que afirman que ya está todo escrito: “Puede. Pero aún no lo he escrito yo”.
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Autora: Amélie Nothomb. Traductor: Sergi Pàmies. Título: Sed. Editorial: Anagrama. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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