La de avistar aves es una pasión singular. Para empezar, porque, directamente, se la reconoce como pasión, algo poco frecuente en nuestros días, en los que cualquier afición se disfraza de motivos supuestamente más elevados: salvar el planeta, salvar una cultura en particular o salvarse uno mismo. Esto es una pasión sin más, algo que uno siente o no siente y que probablemente no sirva para nada. Porque en ella lo único que se hace es anotar las aves que se han visto. Y así existen “competiciones” por todo el mundo, donde en realidad por nada se compite ni mucho menos existen árbitros. Todo se fía a la ética de los avistadores que se espera no engañen. Porque ¿para qué?, se pregunta el autor. Después de todo, no es más que eso: una pasión.
Porque aquí tenemos, sí, muchos nombres de aves, con sus singularidades físicas, sus costumbres y su capacidad para sorprender, aún, al hombre. Pero también y yo diría que, sobre todo, —especialmente si lo comparamos con un manual de ornitología al uso— lo que tenemos son las vidas de quienes dedican su tiempo a observarlas. Están los ornitólogos, por supuesto, con su ambición científica, y los fotógrafos, con su mirada estética, y que también protagonizan algunas de las mejores páginas de este libro; pero están, sobre todo, los avistadores de aves, para quienes Łubieński busca un nombre mejor que este pero no lo encuentra. En esta nómina figuran desde el escritor Jonathan Franzen al hasta ese momento desconocido hombre que inspiró a Ian Fleming el nombre de James Bond pasando por un inquietante compañero de viaje del nazismo cuya memoria permanece sepultada hasta que Łubieński la rescata. Pero están, sobre todo, todos aquellos avistadores anónimos que no pueden resistirse a observar pájaros aunque se hallen en el interior de un campo de prisioneros de la Segunda Guerra Mundial. Es, tal vez, su peripecia la que mejor nos informa acerca de la naturaleza pasional de esta actividad porque, como bien advierte Łubieński, es algo que no se puede dejar de hacer ni siquiera en la hora más oscura de la humanidad porque, al fin, y al cabo, recuerda, “la guerra es la guerra pero siempre se puede observar a los pájaros.”
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Autor: Stanisław Łubieński. Traductora: Amelia Serraller Calvo. Título: Mirad las aves del cielo. Editorial: Volcano Libros. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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