El Pacificador es una serie que funciona como secuela de una película concebida como continuación y a la vez soft reboot (sé que a muchos les causará extrañeza el término, pero existe) de otra película inserta en un universo fílmico basado en una de las propiedades más valoradas de su estudio, Warner: la editorial DC Comics. ¿Complicado? Sí, un poco, pero es lo que hay y tampoco es un particular inconveniente para entender lo que ocurre en la serie que HBO Max estrena esta semana.
Lo hace recogiendo uno de los personajes más logrados de la cinta, el que da título a la serie, aunque también de los más odiados (no abundaremos aquí en posibles spoilers de la película) gracias, sobre todo, a la grotesca y entregada interpretación de John Cena, exluchador de la WWE metido a actor y que por fin empieza a calar en el gran público de blockbusters gracias a ésta o, por ejemplo, su integración en otro elenco coral, el de Fast and Furious 9. Por cierto y por si temían el futuro de Gunn: el guionista y director ha sido perdonado ya por la corporación Disney, por lo que además de seguir trabajando con DC volverá a completar la trilogía de Marvel en el estudio rival.
Decimos fracaso, pero la película gustó a quienes tenía que gustar, y no nos referimos a esa prensa cinematográfica disgregada en diversos medios, desde YouTube a redes sociales, y que cada vez se distingue menos y peor de la campaña de promoción de la película. El Escuadrón Suicida era una agradecida muestra de contenida irreverencia (ni tan salvaje ni tan perturbadora como las aventuras Troma de su responsable) que mostraba la habilidad de Gunn para filtrar discursos políticos en clave pulp bien insertada en la mitología de la editorial superheroica.
El Pacificador, que nada tiene que ver con aquel correctito thriller de los 90 con George Clooney y Nicole Kidman (cuánto ha cambiado el cine de acción desde aquella infravalorada década) triunfa porque consigue encontrar ternura en la figura de un sociópata enloquecido. Cena interpreta a Christopher Smith / Peacemaker con una maravillosa intensidad grotesca que da sentido a la serie incluso cuando se desvela toda la convencional costura del argumento. El retrato satírico de un patriota americano que viste su traje heroico incluso para cenar tortitas no busca exactamente la redención de esos valores, pero Gunn sí que encuentra la ternura en un personaje que opera como el reverso lunático de un superhéroe de fondo de catálogo.
Es este cariño por el personaje lo que distancia El Pacificador de otras parodias, aunque también limita su alcance satírico. No esperen aquí un Juez Dredd según lo plasmado en la viñeta por John Wagner o Carlos Ezquerra, ni tampoco algo tan perturbador como el mejor Frank Miller, y eso que podría haber sido la oportunidad. Gunn no va precisamente de filántropo pero su serie destila cariño por ese equipo de perdedores, por la fragilidad e ingenuidad infantil de un antihéroe inconsciente de su naturaleza paródica y, por eso mismo, un poco trágico. Y eso también se agradece en un panorama donde también abundan propuestas falsamente críticas.
Cena participa de toda esta tesis, como también el mítico y nunca bien ponderado secundario Robert Patrick (el famoso T-1000 de Terminator 2) en una serie cuyo humor emana de la epatante y confusa reformulación de estereotipos masculinos que vive EEUU y su industria audiovisual a modo de sobreactuada reacción a la (finalmente breve) era Trump. Gunn no se atreve a tirar con bala: ni quiere ni tampoco le dejan, pero al menos sí reparte pellizcos que delatan una cierta mirada personal al margen del puro tópico buenista. La América en la que viven los protagonistas de El Pacificador es evidentemente deprimida y deprimente, que huele a roulotte y restaurante de carretera, seducida desde luego por todo lo que huela a superhéroe y en una crisis de valores tan confusa como epatante.
La falta de un estilo visual potente —la serie se acomoda desde el principio en ese realismo falsamente espontáneo de la cámara en mano— queda así en parte justificada por ese comentario social que recorre su espina dorsal y que ya estaba presente en la moderadamente rebelde película que la precede. El Pacificador es un estreno de campanillas en HBO Max que sabe a lo que juega, y sí, ofrece al espectador cosas que morder.
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