“¿Qué libro es este?” quizá sea la primera pregunta que uno inevitablemente se hace al encontrarse con La civilización no era esto. Una buena señal que indica que la autora cuenta contigo, busca tu actuación y tu presencia. Lo primero que llama la atención en su lectura es la hibridez de su forma. Aitana Monzón parece escoger los rasgos más interesantes de cada género, aunándolos en un poemario que garantiza la reflexión y el disfrute, os lo aseguro.
¿Es drama, poesía? También encontramos narración. Lo es todo. La obra marida formas y sentidos, advirtiendo cómo la civilización se aleja de la poesía y lo colectivo. «La ciudad se queda mansa de cantares», anuncia la poeta. Esa narratividad nos guía y deja que el lector sea quien advierta, conducido por una voz poética que, reforzando la hibridez formal de la obra, actúa de flâneur —en su vagar por los intersticios de la ciudad y el arte— y al mismo tiempo de corifeo —aunando las voces que resoplan el mundo. Con esto Aitana Monzón advierte de la necesidad de expandir la poesía, mezclando su voz con la del coro con el que concluye la obra. La poeta repara –como Walter Benjamin en El narrador– sobre una individualización de la lírica que atenta contra su esencia, tanto en su lectura como en su escritura, en una época donde, en palabras de Monzón, «la transmodernidad te besará / –como Caín–». Encontramos, por tanto, una reivindicación de la apertura de la poesía a compartirla, a devolverla al centro de la vida.
"Son muchas las preguntas que brotan en los versos de La civilización no era esto, una obra que ofrece el consuelo de la respuesta, pero también la pasión de estas preguntas"
¿Cuándo se acaba la civilización? ¿Cuándo el cuerpo? ¿Cuándo la poesía —«llamémosle morada»—? ¿Y la belleza? Estos conceptos laten bajo una sinfonía entrecruzada sobre la que se erige el poemario. Partimos del cuerpo para conocer el mundo, como menciona Aitana Monzón a través de Anne Carson y, si la civilización merma, así mermará el cuerpo y, consigo, la belleza. No obstante, la poesía permanecerá para alumbrarla, a esta que también reside en su carencia. Una poesía que, como hemos mencionado, debe constituir el ágora de la civilización, ser el corazón de una ciudad que hoy aguarda velada y en silencio. ¿Quizá la civilización se acaba cuando dejamos de decir el «homicidio con lenguaje roto» del que habla esta voz poética? Son muchas las preguntas que brotan en los versos de La civilización no era esto, una obra que ofrece el consuelo de la respuesta, pero también la pasión de estas preguntas.
Asimismo, la poesía es el medio predilecto —siguiendo las ideas de W. J. T. Mitchell al respecto de lo que Hegel denomina theoretic senses— para apelar a los tres sentidos (vista-tacto-oído). El libro de Aitana Monzón no solamente muestra un manifiesto interés y forma interartística, sino que siguiendo esta lógica apela máximamente a este triángulo, expandiendo hacia el infinito sus vértices y exigiendo al lector que lo exprima hasta la última capacidad de sus sentidos. Me gusta decir que La civilización no era esto es como un nudo sobre nudo, como el detalle sobre el detalle; aspira a la perfección desde la humildad, pero como lector no pasa desapercibido. La poeta explora las imágenes del cine —Pasolini—, la pintura —Rembrandt, Van der Weyden, Brueghel el Viejo—, la fotografía —con Hannah Wilke— y por supuesto la propia escritura. Este carácter intermedial no se restringe tan solo a la pura referencialidad, sino que Aitana Monzón se sumerge en los sentidos con la vivacidad de los lienzos que despliega, con la musicalidad fundamental de la poesía y con el roce que acompaña a cada verso, a cada imagen. Esta obra es un trabajo de artesanía, un homenaje a la poesía, al arte y los sentidos. En definitiva, una lectura imprescindible.
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Autora: Aitana Monzón. Título: La civilización no era esto. Editorial: Espasa. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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