El escritor David Foenkinos y el periodista con una mascarilla de los Beatles, un homenaje femenino a ‘Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band’. Foto: Victoria Iglesias
El escritor David Foenkinos, como hombre de su tiempo, es un gran admirador de los Beatles, aunque los Beatles ya se habían separado antes de que naciera. De hecho, cuando el escritor abrió los ojos se produjo en Los Ángeles el encuentro entre Paul McCartney y John Lennon, y sus respectivas parejas de entonces, Linda y May Pang, su secretaria en ese «muy largo» fin de semana en la que se tomó un descanso de Yoko Ono, quien lo echó de la casa neoyorkina. Los dos líderes de los Beatles no se habían vuelto a ver desde la disolución del grupo cuatro años antes.
De los Beatles charlamos con el autor francés a su paso por Madrid, en un encuentro que mantuvimos con motivo de la publicación de su novela La familia Martin, entrevista que saldrá en unas semanas en esta misma revista. «Es la entrevista más larga que me han hecho», dijo, cuando ya nos íbamos por la ramas; e irse por la ramas incluía, en este caso, preguntarle por su canción favorita de los Beatles, que es —adelantamos— una de John Lennon, como la de este cronista es una de Paul McCartney, «The Long and Winding Road», para concretar. Tras la pregunta, le regalamos la mascarilla de los Beatles, ese homenaje a Sgt. Pepper, versión en femenino, que diseñó la ilustradora Marta Ponce y con la que aparece (aparecemos) en la fotografía.
Todo esto ha sucedido en unas fechas muy Beatles, en las que la prensa mundial ha hablado del estreno de la reconstrucción que ha hecho Peter Jackson del documental Let It Be medio siglo después, y en las que Paul ha comentado que fue John Lennon quien decidió dejar el grupo, una opinión simplificada para salir del paso y quitarse de encima la tensión de que se le acuse de ser el autor de la ruptura; precisamente él, que luchó más que nadie por la continuidad del grupo, y estuvo un año fuera de sí tras la hecatombe.
La separación de los Beatles es un asunto que lleva décadas coleando, y la gente aún no lo tiene muy claro. Básicamente porque no se trató de un hecho o de un momento determinado. Su separación, como sucede en tantos matrimonios, se debió a una serie de circunstancias que fueron deteriorando la relación hasta que la desgastada cuerda se rompió finalmente. Ya hemos comentado en otra crónica las cuatro heridas graves que propiciarían la muerte del grupo: su estancia en la India, que en lugar de unirles potenciaría su individualidad, como se apreció luego en la grabación del Álbum Blanco; el final de las giras, que les mantenían ocupados y con la mirada diaria puesta en un mismo horizonte; el fallecimiento de su mánager, Brian Epstein, la argamasa que los unía, y la aparición de Yoko Ono, que llevó a John Lennon a seguir —a ciegas y muy gozosamente— la voluntad de la artista japonesa.
Es cierto que John Lennon a la vuelta del concierto de Toronto, en el que actuó con Yoko y la Plastic Ono Band, comentó a sus amigos que dejaba el grupo; pero luego decidió continuar con sus compañeros, porque habían firmado un contrato millonario con una discográfica de Estados Unidos. No fue sólo por guardar las apariencias (y los dólares) por lo que decidió proseguir. John, no olvidemos, era contradictorio, sentimental y cobarde (¡él, tan temerario!), y por lo tanto, le dolía —le dolería— ser el causante de la disolución del que consideraba que era su grupo, la continuación de aquellos Quarrymen que improvisó con sus amigotes de colegio cuando era un adolescente.
En otra crónica hablaremos de los trece meses que hirieron de muerte a los Beatles, ya que se pueden señalar las fechas casi exactas; pero ahora retomemos el principio, y en el principio fue —al menos aquí— David Foenkinos, uno de los escritores más leídos en Francia, y un autor que, por suerte, no escribe ni novela negra ni histórica (que ya aburren) y afronta cada una de sus historias con un enfoque nuevo: originalidad, ingenio y diversión (diversión reflexiva) son las líneas que marcan sus novelas, tan distintas y sin embargo tan personales.
Para Foenkinos hubiera sido muy fácil seguir el camino de La delicadeza, su primer gran éxito y su primer millón de ejemplares en Francia, pero prefirió rebelarse, buscar nuevas historias y nuevas maneras de abordarlas. Si alguien no ha leído a Foenkinos, le recomendaríamos que no se adentrara en Lennon, sino que comenzase por La biblioteca de los libros rechazados, notablemente mejor y más completa que la película, o, quizás, Hacia la belleza. La belleza como consuelo de las trampas de la vida. Estas novelas están en Alfaguara, donde llegó tras publicar los tres títulos anteriores en Seix Barral, otro de los grandes sellos codiciados por los escritores, por lo que no entendíamos ese cambio editorial. David Foenkinos nos lo explicó en cuatro palabras: «Conocía a María Fasce». Así de claro. Conoció a la editora de Alfaguara y fue como un flechazo, un flechazo literario, como los podemos tener todos, pero que, en este caso, fue correspondido.
De hecho, María Fasce presentó su última novela en la librería Rafael Alberti de Madrid ante un público, más bien, escaso. Una lástima, porque Foenkinos es uno de los grandes autores vivos, y uno de los pocos con cuya lectura disfruta este cronista. Es un autor engañoso, advertimos. Parece que es algo tan fácil lo que cuenta y cómo lo cuenta que enseguida anima a cualquier espontáneo a ponerse a escribir una historia, y es entonces cuando se da cuenta de la grandeza y la habilidad de Foenkinos.
En La familia Martin, el autor se inventa unos personajes a los que convierte en personas (acto previo) para volver a ser personajes una vez que se inicia la lectura. El juego literario siempre está presente en sus novelas, tan distintas, que se leen con una leve sonrisa de fondo, a pesar del tema, y un lapicero en la mano porque está lleno de frases que nos gusta recordar o volver a ellas para pensar más detenidamente. Sus temas, sus obsesiones… Bueno, de eso será mejor que hable el mismo Foenkinos en esa larga entrevista que pronto llegará.
Mientras tanto escuchemos una canción de los Beatles, y aprovechamos para preguntarle al lector: ¿»Hey Jude» o «Strawberry Fields Forever»? ¿La que Paul compuso para Julian, el hijo olvidado de Lennon, o la que John escribió en las playas de Almería? Si hemos citado estos dos títulos no es precisamente al azar, sino por motivo de la actualidad. «Hey Jude» fue la mejor canción de los Beatles para la revista Rolling Stone en la encuesta del 2004, donde se hacía una lista de los mejores 500 temas de todos los tiempos. Los gustos cambian con los años. Hace unos meses se repitió la encuesta y esta vez se destacó, como la mejor canción beatle, «Strawberry Fields Forever». Nosotros nos quedaríamos con otro título, ya lo saben. Y David Foenkinos, también. En la entrevista nos lo recuerda.
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