Consciente de que para «ser libre» tuvo que contar su historia en Unorthodox, la escritora estadounidense Deborah Feldman regresa con Exodus: Mi viaje poco ortodoxo a Berlín, una suerte de segunda parte de sus memorias en las que bucea en su identidad como mujer, escritora y judía.
Feldman no duda también en afirmar que el llegar hasta aquí ha sido gracias al éxito de Unorthodox (también convertido en serie por Netflix). Y esto es un peaje que ha tenido que pagar.
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«La fama empodera y nos explota. La fama nos obliga a hacer determinados sacrificios, y para ser libre he tenido que contar mi historia, y eso es convertirse en un objeto», explica, no sin matizar que no se trata de una afirmación «dura» sino que es la «realidad» y no se está «engañando». En concreto, si en Unorthodox Feldman abordó cómo con 23 años logró escapar de la comunidad jasídica Satmar de Williamsburg (Nueva York), en la que había crecido, para forjarse una vida mejor lejos de la opresión y el aislamiento de su educación judía ultraortodoxa, en Exodus sumerge al lector en lo que le sucedió cuando se convirtió en una mujer libre, lejos de su comunidad y de su marido. Por eso en Exodus lleva de la mano a sus lectores por ese viaje interior para buscar su identidad y las raíces de su familia,
«Siempre se nos dice que tenemos que tener una identidad (…) Yo he encontrado mi propia interpretación de mi identidad y es única. He logrado alcanzar cierto grado de identidad, y eso es algo que pocas minorías consiguen hacer», afirma la escritora, quien en Exodus se plantea si es «cien por cien judía», si es americana o incluso si cree en Dios. «Al principio», según sus palabras, era algo que no paraba de preguntarle a su abuela, pero ahora ha llegado a la conclusión de que no quiere «ser 100% de nada» porque ser al 100% de un lugar es como estar en una «prisión».
Junto a esta reflexión continua en estas páginas, Feldman también describe con claridad cómo fue vivir y estar sola con su hijo y sin apenas dinero en un carísimo y duro Nueva York. «Me parece que toda la Historia se reduce a una historia de clases. En el mundo judío salir de la ortodoxia está muy relacionado con la movilidad social. Cuando viajo a Jerusalén intento hablar en hebreo, pero siempre me preguntan que de dónde soy porque mi acento demuestra que provengo de una clase baja», critica.
Según cuenta además en el libro, tras su separación de Eli —su marido ultraortodoxo— durante un viaje a Alemania (antes de trasladarse definitivamente a Berlín) conoció a Markus, un personaje real del que se enamoró pese a que su familia tenía un pasado muy relacionado con los nazis. «Markus representa la libertad del prejuicio y de los miedos (…). Si hay algo que resume mi lucha es la idea de que los individuos no son la sociedad, son solo individuos que pueden tomar la decisión que quieran«, añade sobre este hombre al que en la actualidad le une una «gran amistad».
Segura de que de no haber sido por su hijo ella no habría llevado a cabo su gran giro vital, Feldman ha venido a Madrid con su perro Paco, un simpático animal que la sigue a todas partes. Eso sí, no podrá hacerlo al Museo del Prado, donde tenía previsto pasar la tarde antes de la presentación oficial de su obra, en la Fundación Telefónica de Madrid.
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