La mayoría de las trampas cuenta con un señuelo que despierta en la víctima la irreprimible necesidad de obtenerlo. La comida es el reclamo más visceral, el que atrae a la presa hasta el ineludible cepo. Y el que utiliza la lengua francesa, conocedora de sus encantos culinarios, para hacernos caer en sus redes, de las que solo nos liberará el más completo de los diccionarios.
Quien se atreva a exclamar que un emplatado es superbe antes de hacerle una foto y subirla a Instagram tendrá que saber que no significa exactamente “superbonito”. Se traduce más bien por “soberbio” o “magnífico”, que nos pueden servir como sinónimos, pero no nos deben impedir buscar el término más adecuado para lo que queramos expresar. No olvidemos que el uso correcto de los matices de cada palabra enriquece nuestro lenguaje.
Si queremos pedir una macedonia de frutas en un restaurante, no está de más saber que la traducción más correcta es salade de fruits (ensalada de frutas, que tiene su lógica). Si pedimos una macédoine de fruits al camarero, también nos entenderá, aunque asocie de forma más inmediata el término macédoine a un acompañamiento de verduras (lo que vendría a ser una menestra). Si preferimos el dulce y compramos unos bombones en una pastelería, nos sorprenderemos al recibir unos simples caramelos. Y es que la traducción francesa de bombón es chocolat y la de caramelo es bonbon. Cuidado con las confusiones, inevitables por muchos años que vivamos en el país galo. Para ahorrar problemas, podemos recurrir al comodín del público y utilizar friandises (golosinas) para referirnos a los caramelos.
Hay nombres de alimentos que se cuelan en el vocabulario de otros ámbitos, como también sucede en castellano. Así, para designar a una manzana de edificios en una ciudad, los franceses recurren al apetecible pâté y dicen pâté de maisons. Lo que me recuerda que los españoles tenemos la mala costumbre de confundir el pâté con el foie-gras, ese manjar tan exquisito como graso, hecho a partir del hígado de pato o de oca y a degustar en pequeñas cantidades, del que los franceses no saben privarse en navidad. No olvidemos que un pâté francés es una pasta o pastel de carne o pescado, pero tampoco vamos a convertir esta página en un curso de cocina.
Cambiando de ámbito, siempre me ha extrañado que se llame prune, que quiere decir «ciruela», a una multa (ya sea de tráfico o de otra índole), en el contexto del lenguaje coloquial, todo sea dicho. Si buscamos una traducción más ortodoxa de «multa», nos encontraremos con amende, que no hay que confundir con amande, que quiere decir «almendra». Incluso los neófitos en francés intuirán que nos acabamos de meter en un buen lío. Solo los más osados conseguirán pronunciar correctamente ambas palabras y se harán entender por nuestros exigentes vecinos. No nos quedará más remedio que aparcar bien el coche para no encontrar una ciruela, o una almendra, en el parabrisas.
Por mucho que nos acostumbremos a las peculiaridades de una lengua extranjera, siempre quedará el poso de nuestra habla materna. Así, aunque conozcamos todos los números en francés, nos sorprenderemos contando en nuestro propio idioma, incluso ayudándonos con los dedos, para evitar que las lenguas se entremezclen en nuestra cabeza y nos hagan caer en una nueva trampa.
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