Temo empezar este artículo con la frase que lo condene. Pero temo, si lo evito, no estar a la altura de la novela que había querido escribir. Cuestión de atreverse. Sin adornos, sin ironía, temblando: El aspirante es una novela necesaria. También, claro, una novela de enormes pretensiones, casi tan grandes como las de su protagonista. Pero es que la literatura, cuando puede, es el espejo deforme de su tiempo, y el nuestro es, de momento, sólo un enorme signo de interrogación. Por eso no ha sido una novela fácil.
Por cierto, ¿sabe alguien aquí cómo se escribe una novela? Dicen que necesitas un espacio, un tiempo, un personaje y un suceso. Por si acaso, repasemos.
El aspirante tiene su espacio: una pantalla y una habitación, a veces una misma cosa, a veces dos mundos separados por un infinito de tensiones masticables. Toda la novela ocurre ahí, en ese límite entre el mundo exterior y la habitación del protagonista.
También tiene su tiempo, o sus tiempos: el tiempo trastornado de la memoria, el tiempo desbocado y sin auriga de las aspiraciones inalcanzables; el tiempo de la narración, el eterno e inmóvil presente del desempleo, las veinticuatro horas en la vida del protagonista, todavía anónimo.
Tiene un personaje, ¿o es sólo la silueta de un personaje? Necesitaba un nombre, un cuerpo, una voz capaz de representar a toda una generación, pero la novela parió un protagonista con personalidades múltiples: un drogadicto, un enamorado, un escritor, un cocinero, un político, un niño que cayó al fondo de un pozo. La novela que quería escribir resultó ser la novela que intentaba escribir el protagonista, que se parece tanto a mí como a todos mis compañeros. Tiene un nombre: Cayo Valerio. Las mismas siglas que curriculum vitae.
La novela también necesitaba un motor que la hiciera avanzar. Otra enorme duda, tan grande como el ventanal que comunica la habitación del protagonista con la calle de la ciudad sin nombre en la que vive, tan terrorífica como la pantalla de su portátil, tan desgarradora como la imposible relación del protagonista con las palabras y sus huecos: «La puerta se cierra con una voz que se despide».
Empieza la novela con una ausencia, la de su novia, y una incógnita, la del significado de sus palabras. Ausencia e incógnita son, desde la primera línea, los trajes que visten las horas del día de Cayo, que intenta escribir un libro, encontrar un trabajo y, sobre todo, perdonarse antes de que su novia vuelva de trabajar. Lo que viene después son las adicciones, los deseos, las obsesiones y los miedos que aguardan al otro lado de la sonrisa de una juventud omnipotente.
Entonces, ¿qué he querido escribir? El testimonio inverificable de un hombre en la treintena, de un desempleado, un adicto y un enamorado; también una novela sobre la incertidumbre, la historia incontable de una generación sin arraigo ni asidero, el retrato sin filtros del humano de principios del siglo XXI. También, claro, una historia de amor.
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Autor: Santi Mazarrasa. Título: El aspirante. Editorial: Ediciones Franz. Venta: Todostuslibros y Amazon
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