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Un peronismo de derecha para salvar la ropa - Jorge Fernánde Díaz - Zenda
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Un peronismo de derecha para salvar la ropa

La diputada Vallejos desarmó de este modo, aunque inconscientemente, la gran jugada de auto exculpación que puso en marcha su mentora. La carta de Cristina Kirchner tenía por objeto apartarse de la catástrofe y definir un único culpable —Alberto— y también un único tema de disputa pública: el salario real. Con este monólogo ocultaba tras...

Un populismo que se queda sin plata, luego se queda sin votos y al final se queda sin pueblo. Así como el triunfo en las urnas les otorga a los populistas una suerte de razón automática —justifican con ello cualquier capricho, extremo o disparate—, una paliza comicial les birla el banquito y la coartada, y les desarticula hasta la lengua. Encarnar a “las grandes mayorías” desde una minoría flagrante se vuelve arduo e inverosímil. El andamiaje discursivo se derrite, y entonces suele sobrevenir un impúdico striptease, que en este caso específico desnuda la sociología entera del grupo: dentro de algunos kirchneristas conviven al mismo tiempo el cinismo y el fanatismo más pueril, el oportunismo de la hora y la locura mesiánica. Esta facción consagró como cultura interna el camelo; han sostenido consciente y sistemáticamente un perpetuo tinglado de mentiras, y están cebados porque esta praxis les resultó exitosa: muchos de sus acólitos, frente a la tribuna o a los zócalos televisivos, deciden acatarlas siempre con fe ciega. Extraordinario aporte a la verdad ha producido, por lo tanto, la vocera vicepresidencial Fernanda Vallejos. En sus audios antológicos, la legisladora camporista dijo, completamente en serio, que “por la boca de Cristina Kirchner habla el pueblo argentino” y sugirió, un día después, que la cuarentena fue mal manejada y que hubo suicidio económico y una política sanitaria con resultados letales, y que los críticos estaban en lo cierto. Esto era lo que creía el corazón del kirchnerismo, mientras ordenaba lapidar mediáticamente a quienes se atrevían a formular esas mismas advertencias. Hipocresía y perversión de alto vuelo.

"Llenar los bolsillos de papel pintado es más fácil que generar empleo y riqueza genuina"

La diputada Vallejos desarmó de este modo, aunque inconscientemente, la gran jugada de auto exculpación que puso en marcha su mentora. La carta de Cristina Kirchner tenía por objeto apartarse de la catástrofe y definir un único culpable —Alberto— y también un único tema de disputa pública: el salario real. Con este monólogo ocultaba tras bambalinas otros culpables y otros temas espinosos. Para empezar, al gobernador Axel Kicillof, piedra basal sobre la que ella intentó levantar su nueva iglesia: la demoledora elección demostró que los votantes no valoraron en el “bastión” su administración de la pandemia, y sancionaron su lejanía, su empecinamiento en cerrar escuelas, su completa ineptitud en materia de seguridad y un discurso refractario al progreso, el mérito, y sobre todo al trabajo, que para los niños bien del “Estado total” son preocupaciones del neoliberalismo. Además de que se habían licuado los sueldos y las jubilaciones, recordemos que quebraron decenas de miles de pymes y comercios merced a su tozudo enamoramiento por el encierro, y que se perdieron vertiginosamente empleos en negro en las áreas más sensibles del conurbano. Kicillof lo hizo, pero con la anuencia de su jefa y la inestimable asesoría del kirchnerismo puro. Toda esta temática quedó escondida detrás de la misiva, pero Vallejos tuvo la amabilidad de sacarla a relucir en su tercer mensaje grabado. No se trataba solo de practicar —con desequilibrios mayúsculos y total falta de credibilidad y de consensos amplios— este keynesianismo de cementerio, sino de revisar todos y cada uno de los dislates que se militaron con enjundia, y fueron castigados sin piedad. Dicho sea de paso: llenar los bolsillos de papel pintado es más fácil que generar empleo y riqueza genuina, algo que esta oligarquía de Estado —sin experiencia en la vida real— no reconoce como demanda porque no tiene la menor idea de cómo satisfacerla con gestión.

"Hoy los vicarios están enojados, y el kirchnerismo les revoleó un ministerio para calmar los nervios de Su Santidad"

Había que salvar el único capital en el que creen los kirchneristas, más allá de sus suntuosas mansiones: el capital simbólico. Del que Cristina y sus delfines piensan vivir muchas décadas, así como de la breve prosperidad del ‘45 lucró Juan Perón toda su vida. La primera reacción estuvo inspirada en su laboratorio total: Santa Cruz es a Cristina Kirchner lo que el templo Shaolin era a Kwai Chang Caine. Todas las enseñanzas y toda la memoria emotiva están concentradas en ese feudo, que además constituye el modelo aspiracional que ella le ofrece al país. Cada vez que los Kirchner designaron a un delegado en la gobernación y éste resultó fracasado e indócil, le vaciaron el gabinete o lo acosaron para que renunciara. En este caso, la sangre no podía llegar al río, puesto que las causas judiciales avanzan y la libertad sigue comprometida. Era solo un relato para indultarse a sí misma, como si ella no hubiera inventado este fallido y peligroso dispositivo de poder, y era esencialmente también una bravuconada, pensando que el Presidente no aguantaría un round. Pero resulta que el susodicho se “atrincheró” 48 horas y desató una pulseada con olor a escandalosa crisis institucional. La impresión que dejaron ambos fue la de un matrimonio violento que se arroja los platos por la cabeza, que pronuncia palabras imperdonables y que al final intenta simular una falsa reconciliación uniendo con tosco pegamento los mil trozos rotos de la delicada vajilla. Ambos quedaron debilitados doblemente, por el veredicto popular y por esa obscena puja a cielo abierto. Un gobierno emparchado, una tregua hasta noviembre con una suerte de campaña “juntos pero no revueltos”, puede ser una salida para dos figuras frágiles que se odian y necesitan. Y que en las horas más duras han ido a buscar a los veteranos más curtidos y de peor reputación para una misión difícil de siete semanas. Un gabinete vintage para salvar la ropa. La película empezó con La guerra de los Roses y sigue con Los doce del patíbulo. Como el falso progresismo —con su zaffaronismo de salón y su lenguaje “no binario”— fue vencido, irrumpen ahora en el fuerte asediado los pesados de la derecha peronista. Esta brigada la encabeza un flamante jefe de Gabinete que aprendió mañas en el PJ bonaerense, y cuyos maestros fueron Alperovich y Rodríguez Saá; maridaje entre lo más rancio y desastroso de la política territorial con lo más granado del feudalismo clientelista. Dicen que el patrón de San Luis le dio consejos a Cristina acerca de cómo dar vuelta una elección: hay que obsequiar ahora mismo cualquier cosa que se tenga a mano; comprar el voto aunque sea regalando heladeras. La otra adquisición es el mismo ministro que comandó la demolición post mortem de Nisman, declaró que teníamos menos pobres que Alemania, dijo que la inseguridad era una mera “sensación” y, con graves sospechas a cuestas, llevó a la catástrofe al kirchnerismo hace seis años. Eso sí: con una pequeña ayudita de la Episcopal del Pobrismo, que empezó por demonizarlo y entronizar a Vidal, y después terminó militando intensamente para que el peronismo cancelara a Cambiemos, regresara al poder y restaurara el santo orden de las cosas. Hoy los vicarios están enojados, y el kirchnerismo les revoleó un ministerio para calmar los nervios de Su Santidad. Finalmente, le dieron también su lugar a Filmus; será por su evidente experiencia en ganar comicios desafiantes.

Mientras todas estas maniobras nerviosas se llevaban a cabo y la sociedad contemplaba aterrada el zafarrancho, ingresaba en el Congreso el nuevo Presupuesto Nacional acompañado de una nota que pretendía describir la administración anterior, pero que irónica e involuntariamente narraba la actual: “La Argentina se encontraba totalmente sumergida en la angustia de la inestabilidad, la ausencia de todo tipo de certezas y la pérdida de un rumbo que diera una esperanza de un futuro mejor”.

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*Artículo publicado en el diario La Nación de Buenos Aires

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Jorge Fernández Díaz

Jorge Fernández Díaz es escritor y periodista. Durante más de treinta años fue alternativamente cronista policial, periodista de investigación, analista político, jefe de redacción de diarios y director de revistas. Actualmente es uno de los principales columnistas políticos del diario La Nación. Publicó, entre otros libros, El dilema de los próceres, Mamá, Fernández, Corazones desatados, La segunda vida de las flores, La logia de Cádiz, La hermandad del honor, Alguien quiere ver muerto a Emilio Malbrán y Las mujeres más solas del mundo y El puñal. Recibió la Medalla de la Hispanidad, que le otorgó el gobierno español y la comunidad española en la Argentina; el Konex de platino como el mejor redactor de la década; el premio Atlántida con el que los editores de Cataluña celebraron su labor a favor de los libros, y la Medalla del Bicentenario por su obra periodística y literaria. En 2012 fue condecorado por el rey de España con la Cruz de la Orden Isabel la Católica. Es miembro de número de la Academia Argentina de Letras. @fernandezdiazok

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Santiago DG
Santiago DG
5 meses hace

El autor del libro afirma “Apuesto todas mis camisetas de San Lorenzo “… ¿ Quién es el loco, señores?

Alberto Delgado
Alberto Delgado
5 meses hace

No parece que el Sr González pueda explicar en su libro el fenómeno Milei que no es mas que la expresión de un pueblo agobiado y empobrecido. A propósito en esta entrevista no hacen mención a la llamativa repercusión internacional de Milei. Tal vez gran parte del planeta está loco? Gracias y cordiales saludos desde Buenos Aires!

Juan Gallego
Juan Gallego
5 meses hace

En el primer párrafo hay un error, la mención de que por los muchos bienes que habíamos recibido, nos había llenados de argentinos es incorrecta: en realidad nos lleno de peronistas. A partir de allí todo se entiende. Un montón de aseveraciones sin demasiado argumento. No sólo este autor, muchos periodistas con corazón peronista, tratan por todos los medios que a este «loco» que solo lleva seis meses y al resto de argentinos nos vaya mal. Ellos, muy cercanos a Podemos y compañía, solo desean que el poder absoluto este en sus manos, para beneficiarse de manera personal a costa del Estado y no abrir la boca cuando roban a manos llenas y muchas veces en complicidad con empresarios o gobiernos a quienes les facilitan pingües negocios. A titulo de ejemplo privatizaciones y nacionalizaciones con participación de contratantes de España, Iberia, trenes chatarra etc. Por favor no nos ayuden, y recuerden que desde el infierno no se pasa directamente al cielo. Estamos transitando el purgatorio y de esto no nos salva ni el Papa peronista que nos envió

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