El realismo no tiene trama.
Alice y Eileen son dos amigas cuya relación ha sobrevivido al tiempo tanto como a la distancia. Ahora se intercambian mails que cruzan la novela en la que asistimos a sus vivencias, dejando no solo el testimonio de la sinceridad de su relación sino también las reflexiones, a veces peregrinas, de dos treintañeras sobre cuestiones que abarcan de la antigüedad al sexo. Enfrenta a uno de sus personajes típicos, Eileen, a una ruptura con un reencuentro con el que fuera su primer amor irrealizable durante su más tierna adolescencia mientras que Alice, la escritora antitodo atrapada en sus miedos que disfraza de indiferencia e incluso desdén, sale de una crisis nerviosa buscando sin saber un ancla que le haga sentirse un poquito más normal de lo que siempre se ha considerado. Ambas entablan sin querer reconocerlo relaciones que les hagan enfrentarse a su miedo a ser vulnerables, a reconocer y tal vez reconocerse más allá del placer convirtiéndose sin saberlo en cobardes ante el avance de la vida. Y es que la carga de ambos personajes está formada por sus inseguridades y serán sus decisiones, no siempre razonables, las que afecten a Simon y Félix, sin que ellas parezcan capaces de ver más allá de sus propios miedos. Miedos que existen en la sociedad actual en la que se vive parapetado tras pantallas, tras sonrisas, tras charlas públicas que enmascaran un miedo a la intimidad que solo queda de manifiesto en las distancias más cortas. Por eso es más fácil hablar de lo divino que de lo humano y es mucho más sencillo hacerlo en un correo electrónico que en una charla cara a cara. La brecha generacional en el plano emocional se hace patente en las conversaciones familiares de Eileen tanto como la soledad de Alice queda reflejada en los incómodos silencios ante quien sabe que le ha ganado el terreno. Las relaciones personales son expuestas desde las redes, las aplicaciones de citas y los encuentros casuales de aquellos que temen dar un paso más. El miedo a ganar de quien ha perdido una parte en el camino de la vida cuando apenas estaba empezando a jugar la partida es el gran protagonista del tercer título de esta autora.
Rooney se ha convertido en un fenómeno literario que mezcla la novela de lectura fácil con la experimentación sin que el lector lo note. Bajo una cuidada apariencia de sencillez, mezcla diálogos marcados con otros en los que abandona incluso las comillas, dejando que sea el lector quien, llevado por el tono, gire la cabeza hacia el interlocutor adecuado. No solo eso, además comenta y reflexiona entre vivencias sobre conceptos como la belleza, el arte o las novelas. La crítica se intuye al hablar de repartidores y famosos, la cultura se pierde al necesitar Wikipedia y la sociedad actual, esa que puebla las calles y las ciudades, queda reflejada en este pequeño retrato de un grupo mínimo de personas comunes. Deja pequeñas perlas de la fama de quien se ve alzado de la nada con una primera obra, y también la sensación de que esa fama puede robar a quien la disfruta de una parte de su esencia. El lector se pregunta cuántas palabras de Alice son de Rooney y cuánto de Eileen hay en él mientras disfruta de una prosa que se va llenando de adornos a medida que los personajes se desnudan como si la sencillez fuera opaca y abrirse dotara a las personas de una mayor riqueza.
Rooney conecta a muchos niveles con los lectores y lo hace, como decía en un principio, con una historia en la que realmente, no parece pasar nada. Pero no se engañen, todo está perfectamente orquestado, cada coma, cada imagen, la opacidad, la elocuencia, la transformación. Todo ello destila pura vida, la real. Sin fingir.
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Autora: Sally Rooney. Traductora: Inga Pellisa. Título: Dónde estás, mundo bello. Editorial: Literatura Random House. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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