Fotos: Juan Manuel Fernández
Con siete novelas a sus espaldas, Julia Navarro es un nombre con eco global. Sus libros han sido un éxito más allá de las fronteras de España por la mirada lúcida sobre el pasado de su país y por el carácter reflexivo sobre qué lugar ocupan sus personajes (y de paso sus lectores, que siguen acudiendo en masa a esta llamada de conciencia) en el mundo. Con exitosas adaptaciones de sus historias al cine y la televisión, Julia Navarro es ya un referente de la narrativa actual que trasciende desde hace tiempo la línea de lo meramente literario para situarse en un lugar donde la literatura se dimensiona con una mayor impregnación en el ámbito de lo social.
—De ninguna parte es una novela con un trasfondo, digamos, más periodístico, pero mezclado con la reflexión y la conciencia. ¿Cómo la clasificaría su autora?
—Diría que es una novela de acción para la reflexión; hacer que mis lectores se pregunten lo que yo me pregunto cada día desde años cuando miro a mi alrededor, abro un periódico o pongo el telediario; algo que me obsesiona hasta el punto de querer dedicar años de mi vida a contar una historia con ese trasfondo: “¿qué mundo estamos construyendo?”.
—¿Y hay respuesta a eso?
—Me temo que la respuesta nos llevaría a la formulación de más preguntas difíciles de responder; por eso yo escribo novelas. En ellas no trato, desde luego, de dar soluciones. Tampoco juzgo, sino que intento construir personajes controvertidos que traten de despertar conciencias; de alguna manera, de abrir los ojos y mirar al interior del ser humano.
—Sus novelas siempre se han centrado en la construcción de personajes…
—Desde luego. Es que a mí lo que realmente me interesa es tratar de comprender el comportamiento humano. Mira, desde que comencé a escribir novelas esa ha sido siempre mi motivación más íntima, aunque es verdad que fue tomando fuerza con el tiempo, pues las primeras, como La biblia de barro, relacionada con la guerra de Irak, o La sangre de los inocentes, en torno a la caída de las Torres Gemelas y el atentado del 11-M eran novelas con un trasfondo digamos más periodístico. Sin embargo, a partir de Dime quién soy, decidí que quería hacer una novela más de personajes a pesar de los recelos de la editorial, que en principio tenía el temor de que los lectores más fieles no me reconocieran en el cambio, pero que finalmente aceptó ese giro. Tuve suerte y amplié mi número de lectores, y ya con las siguientes novelas siempre me he mantenido fiel a esa obsesión: tratar de adentrarme y narrar al ser humano en toda su complejidad.
—En De ninguna parte, la historia prácticamente gira en torno a dos personajes principales que son, en realidad, antagonistas unidos por el azar con el exilio como elemento común: Abir es un chico musulmán, un refugiado cuya vida termina abocada a la radicalización y el terrorismo, y frente a él, Jacob, de clase social media, judío, viviendo una vida más o menos acomodada en Tel Aviv.
—Exacto. Ambos son extranjeros de sí mismos. A lo largo de esta novela he hecho un recorrido personal complejo, muy trabajoso y a veces doloroso: tratar de ponerme en la piel de dos personas cuyo destino es terrible pues pasa por la guerra, la muerte, la renuncia y el exilio; hacerlo desde dos posiciones encontradas; la del musulmán Abir y la del judío Jacob, y a partir de ahí, trazar brevemente sus antecedentes para tratar de comprender qué los ha conducido hasta ese lugar oscuro.
—¿Ese interés por situar a personajes en zonas de conflicto actuales tiene que ver con su formación periodística?
—Sin duda. Lo que ocurre es que el periodismo me limitaba a los hechos, y la novela me permite bucear en la emoción. La gente se conmueve durante los cinco minutos del telediario, pero luego se olvidan. Mi obsesión por tratar de comprender la condición humana me ha llevado a tratar este tema en profundidad.
—Además, la salida de esta novela sobre terrorismo y exilio ha coincidido con la llegada de los talibanes a Afganistán y la consecuencia de las masas de refugiados desplazados por el mundo… Si tuviera que incluir la noticia en este libro, ¿sería el prólogo o el epílogo del mismo?
—Creo que ninguno de los dos. Afganistán impregna toda mi novela, está en la historia del musulmán Abir y en la huella que las decenas de miles de “Abires” van a dejar irremediablemente en el mundo. Me desgarra pensar en esos campos de refugiados, no ya en lugares lejanos sino aquí, en el corazón de Europa. Creo que el gran reto al que se enfrenta la humanidad de este siglo es precisamente ese: gestionar la inmigración.
—Las mujeres juegan en esta novela un papel secundario fundamental
—Así es; las mujeres llevamos siglos aprendiendo a soportar el dolor, a enfrentarnos a la dureza de la realidad del mundo. Somos fuertes porque no tenemos más remedio, porque son más numerosas y profundas las heridas a los que hemos de enfrentarnos; y mucho más si hablamos de las mujeres en zonas de conflicto…
Hay dos personajes femeninos en la novela que me gustan especialmente que son la hermana y la madre de Abir. Ambas exiliadas, como el muchacho, viven a las afueras de París, pero mientras el chico se radicaliza para ser aceptado y tratar de encontrar un lugar en su clan, la hermana, Noura, es capaz de enfrentarse dolorosamente a su padre y a todo su círculo familiar, dejarlo todo y defender, pagando un precio altísimo de rechazo, ofensa y soledad, esa libertad conseguida. Y en este conflicto la madre juega un papel dificilísimo y fundamental, pues sin renunciar a sus principios y aceptando que finalmente la va a perder, nunca juzga a su hija: la acepta y trata de comprenderla.
—¿Qué ha aprendido Julia Navarro al terminar de escribir esta novela?
—He aprendido a convivir con el enorme esfuerzo que para mí ha supuesto meterme en la piel de Abir, que es sin duda mi personaje favorito, por su complejidad. Realmente Abir es un asesino; alguien frío, endurecido por una infancia terrible y muy peligroso; un hombre que en el titular de un periódico o en uno de esos durísimos vídeos de YouTube me produciría aversión. Poder dar vida a un terrorista como Abir ha sido una experiencia muy interesante a nivel personal y profesional, la prueba de que aún sigo siendo capaz de viajar a las tinieblas del ser humano.
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