Nacido en Knoxville (Tennessee) en 1963, Quentin Tarantino es uno de los directores y guionistas más reconocibles de su tiempo. Sus historias de violencia estilizada, normalmente en torno a tramas de robos, drogas o venganzas, se distinguen por sus largos diálogos, su humor negro, sus repartos numerosos (donde a menudo los secundarios se comen a las estrellas) y un sinfín de referencias culturales de todo tipo, desde la música al cómic, pasando por el propio cine (artes marciales, terror, blaxploitation, western), y en ocasiones hasta la Historia con hache mayúscula, aunque usada como una parte más del tratamiento visual que como reflejo fehaciente de algún acontecimiento específico. Su padre abandonó a su madre antes de nacer él, y ella y su padrastro le dejaban ver películas en principio no aptas para menores. Es bien conocido que trabajó durante cinco años en un videoclub, y que desde adolescente fue un cinéfilo empedernido, aunque esa palabra no le gusta, sino más bien film buff, o fanático del tema. Animado por varios conocidos, empezó a escribir guiones, que se iban quedando en proyecto debido a ser un desconocido. Todo esto cambió con…
Reservoir Dogs (1992)
Nombrada la mejor película independiente de todos los tiempos por la revista Empire, esta historia de un atraco a un banco donde no se ve el atraco al banco, sino las crueles repercusiones de su fracaso y la preparación del robo, dejó ya desde el principio un sello importante, con su narrativa quebrada que no ofrece los hechos en orden cronológico y unas continuas y largas conversaciones que se convierten a menudo en la trama en sí, no en meras distracciones o en una simple forma de dar color a los personajes. Es más bien una declaración de principios: a veces lo más memorable de una tarde con colegas es hablar sobre de qué va la canción «Like a Virgin», de Madonna o de cómo contar la anécdota perfecta. El proyecto se financió con dinero de aquí y de allá, desde la participación de Harvey Keitel como productor hasta el sueldo que el propio Tarantino recibió cuatro años antes por hacer de imitador de Elvis Presley en un episodio de Las chicas de oro (The Golden Girls). Su estética de trajes negros, camisa blanca, corbatas estrechas, gafas de sol y música setentera, nada de lo cual inventó él, se hizo omnipresente durante años, y todavía reaparece de vez en cuando. Al mismo tiempo, está plagada de actores elegidos por su presencia más que por su físico estelar, entre ellos Steve Buscemi, Tim Roth o Michael Madsen. Tras el éxito de esta película, Tarantino pudo colocar sin problemas su guion para…
Amor a quemarropa (True Romance, 1993)
Dirigida por Tony «Hermano de Ridley» Scott, es la historia de una pareja de recién enamorados que huyen de la mafia con una maleta robada llena de drogas. Es muuuy «noventer» en ese aspecto, con colores chillones (reflejados sobre todo en la afición de Alabama Whitman (Patricia Arquette) por el fucsia y el celeste, y una trama que parece haberse esnifado ella sola la mitad de la maleta. El reparto está lleno de gente menos famosa en aquel momento de lo que había sido antes (Dennis Hopper y Christopher Walken, compartiendo ambos una memorable conversación sobre sicilianos) junto con futuras grandes estrellas que aún no reconocía todo el mundo (Brad Pitt, Gary Oldman, James Gandolfini, Samuel L. Jackson) y un «mentor» imaginario con el que conversa Clarence para sí mismo, y que es Val Kilmer (mucha gente no sabe esto) hablando como… Elvis Presley otra vez. Pues sí, los motivos recurrentes son otro de los sellos de Tarantino, y sus fans se esfuerzan en encontrar tantas conexiones entre ellos como sea posible.
Pulp Fiction (1994)
Tras el éxito de Reservoir Dogs, a Tarantino le ofrecieron dirigir cosas como Speed o Men in Black, pero en lugar de eso se fue a Amsterdam a escribir su siguiente historia (y seguramente su película más conocida, aunque cada aficionado tendrá favoritas diferentes). Esta película aumenta el efecto de la narración fuera de cronología, hilando tres historias diferentes unidas entre sí por alguno de los personajes en las otras. Bruce Willis es un boxeador con un plan, con una novia portuguesa (Maria de Medeiros, que en la película original aprende español de él, mientras que en la versión doblada quien habla portugués es él) y con un combate por amañar. Pumpkin y Honey Bunny son otra pareja echada a la rúe, que deciden atracar un restaurante de carretera tras acabarse su café. Y John Travolta y Samuel L. Jackson son dos matarifes a sueldo que pasan por varias extrañas vicisitudes que sería largo relatar, pero una de las cuales incluye ser atracados en un restaurante de carretera por una pareja que acaba de tomarse un café. La complejidad formal es algo que derrite a los críticos de todo el mundo, y así es como esta película tan intrínsecamente americana, aunque con más influencia europea de lo que pueda parecer, ganó la Palma de Oro de Cannes, alabada como la cumbre del tipo de postmodernismo que da buena fama al pastiche y al homenaje. Mientras, muchos otros espectadores simplemente disfrutan de los diálogos que no llevan a ninguna parte hasta que se convierten en la clave de la escena, de los disparos que no dan a quien deben y aciertan a quien no deben y de conexiones cinematográficas insospechadas como el renacimiento bailón de John Travolta emparejado con la poderosa star quality en ascenso imparable de Uma Thurman.
Natural Born Killers (1994)
Este fue el segundo guion que Tarantino vendió, pero sufrió tantas revisiones y reescrituras que al final de él solo queda un título de crédito como «story from», y él mismo ha rechazado tener nada que ver con la película resultante. En ella, dirigida por Oliver Stone, los actores Woody Harrelson y Juliette Lewis encarnan a otra pareja más de echados a la carretera, esta vez dedicados con ahínco a una ola de crímenes tan notoria que se convierten en una sensación televisiva difícil de cancelar, dados los niveles de audiencia que consiguen. Sí, esto es antes de internet y las redes sociales, pero incluso en aquel entonces hubo casos de imitadores en la vida real.
Four Rooms (1995)
Aficionado a resucitar elementos olvidados del pasado cinematográfico y televisivo, en este caso se trata de una «antología», u obra compuesta de varias partes realizadas por diferentes responsables y mínimamente engarzadas juntas por un nexo común. Cuatro directores distintos toman al mismo botones de un hotel (Tim Roth, en su ya tercera colaboración con Tarantino) y lo hacen pasar por cuatro tribulaciones diferentes durante una cuarta parte de la película cada uno. Este film tiene la peculiaridad de que cada parte es mejor que la anterior, sea hecho aposta o no, así que en lugar de acabar deseando que se termine ya, se pasa con avidez a la historia siguiente. La última es precisamente la de Tarantino, una historieta hitchcockiana con una apuesta entre borrachos con más dinero que sentido común, que tarda varios minutos en explicarse (requiere una tabla de madera, un donut, una bola de bramante, tres clavos, un sandwich de jamón, pavo y queso, una cubitera con hielo y «un machete tan afilado como el mismísimo diablo») y un segundo en decidirse.
Abierto hasta el amanecer (From Dusk till Dawn, 1996)
Robert Rodríguez y Tarantino siempre se han tenido simpatía mutua, en parte por su historial común de haber llegado a ser directores conocidos a base de empezar desde cero y rascando dinero de donde se podía. Tarantino participó como actor haciendo un cameo en Desperado, el remake con más medios de El mariachi, y ese mismo año fue el guionista (y también actor secundario) de esta película de vampiros tex-mex. La primera mitad es claramente Tarantino, con su típica y tensa historia de robos y huidas junto a George Clooney, Harvey Keitel y Juliette Lewis, y la segunda es un desmelene de sangre, vísceras y efectos especiales del que la mayoría probablemente recuerde sobre todo el numerito de Salma Hayek con la serpiente y la botella de tequila en el Titty Twister (La Teta Enroscada). Esta película ha dado lugar a multitud de continuaciones, adaptaciones a serie e incluso videojuegos. Por esta época, Tarantino colaboró además en la redacción de los guiones de Marea roja (Crimson Tide) y La Roca (The Rock).
Jackie Brown (1997)
Ya muy seguro de lo que hacía y de cómo quería hacerlo, Tarantino se apuntó un nuevo tanto con esta historia donde puso de moda de nuevo el blaxploitation, el subgénero de películas de acción urbana protagonizadas por actores negros, y no solo eso sino que además lo llevó a cabo haciendo renacer a una de sus principales representantes originales, Pam Grier. Ella interpreta a una azafata de aerolíneas que usa su empleo para hacer contrabando de dinero para un traficante de armas (Samuel L. Jackson), y que se ve metida en un plan a varias bandas que o la mandará a la cárcel para los restos o le permitirá fugarse forrada a España («he oído que allí no cenan hasta medianoche»). Alrededor de ellos dos hay agentes de la ley, rubias descalzas (otro gran fetiche de Tarantino), un veterano de los bajos fondos ya muy fuera de forma (Robert De Niro) y sobre todo un estoico fiador de avales para libertad condicional, interpretado por un ya casi olvidado Robert Forster. Es la única vez por ahora en que Tarantino ha adaptado un trabajo de otra persona, en este caso la novela de Elmore Leonard, uno de los grandes maestros modernos del noir, que ha dicho que esta es la adaptación favorita suya a las pantallas de cualquiera de sus relatos. En comparación con varios de sus trabajos más barrocos, esta película cada vez va quedando más como uno de los tarantinos más sólidos, contenidos y disfrutables de su catálogo.
Kill Bill: Volume 1 (2003) y Volume 2 (2004)
A partir de aquí, a Tarantino ya le dio un ataque de auteur que hizo que a algunos les caiga gordo y a otros no les importe en absoluto. Ejemplo de ello es tardar seis años en dirigir otra película, que te salga tan larga que la tengas que partir en dos estrenos diferentes (y que la productora te lo permita), empezar a numerarlas como parte del cartel promocional («The 4th Film By Quentin Tarantino»), y participar mientras en otro montón de cosas que llevaría mucho tiempo detallar (documentales, videojuegos, cameos, obras de teatro, incluso un papel de larga duración en la teleserie Alias). En sí, esta es una historia de artes marciales, venganzas e impresionantes coreografías con un reparto aún más largo del acostumbrado, en el que tenemos desde una banda de asesinas con nombres de serpiente, a cual más chunga y comiquera (Lucy Liu, Vivica A. Fox, Daryl Hannah), hasta un grupo de sicarios de la yakuza llamados Los 88 Locos. Hay sangre, katanas y montajes de duras lecciones de artes marciales por doquier, incluyendo un segmento hecho en animación, y con la recuperación del mismísimo Pequeño Saltamontes en persona, David Carradine, interpretando al Bill al que hay que kill. Cada vez más excesivo y cada vez más exitoso, con una Uma Thurman imperial.
Sin City (2005)
En otra colaboración más con Robert Rodríguez, aquí Tarantino aparece acreditado como «director invitado especial» por su trabajo dirigiendo la escena de Clive Owen y Benicio del Toro en el coche. La película es una adaptación casi viñeta por viñeta del hiperviolento cómic en blanco y negro (y amarillo) de Frank Miller, también con un reparto largo, mucha acción y secundarios extraños por todas partes.
Peligro sepulcral (Grave Danger, 2005)
Este título engloba los dos últimos episodios de la quinta temporada de CSI, la exitosa serie y luego multi-franquicia sobre investigadores de escenarios del crimen. Tarantino la coescribió y dirigió, haciendo uso de uno de sus sellos más usados, la narrativa no cronológica, y la trama trata sobre uno de los investigadores de la serie, que es secuestrado y enterrado vivo, un elemento que ya utilizó en Kill Bill. El episodio fue con mucho lo más visto de la noche en que se emitió, y en la época de pleno auge del DVD se vendió por separado a pesar de que también aparecía en los habituales box sets con la temporada completa.
Death Proof (2007)
Esta es otra más de las peculiares y variopintas colaboraciones con Robert Rodríguez, esta vez intentando recuperar el sabor de los «programas dobles» en salas de cine, que incluían dos películas seguidas por el precio de una, normalmente de terror o serie B. El proyecto se tituló Grindhouse, como el apodo de muchas de esas salas (picaderos, mataderos) que ofrecían este tipo de ofertas, y se componía de las películas Planet Terror (una de zombis) por parte de Rodríguez, y Death Proof por parte de Tarantino, una de jóvenes y jóvenas acosados por un asesino en serie (Kurt Russell) que es un antiguo doble de escenas de acción, sobre todo de choques de coches. Tanto Rodríguez como Tarantino rescataron detallitos para expertos como escenas perdidas (a veces había películas que si les faltaba un rollo de celuloide se emitían tal cual, con el agujero de continuidad en el medio), montajes alargados para cuando la película se exhibiera en solitario, o un acabado que recordaba al de un rollo de película ya muy usado y gastado. Pero todo este frikismo tan obsesivo no acabó de ser bien recibido por el público en general, y este es probablemente el mayor fracaso de su carrera.
Malditos bastardos (Inglorious Basterds, 2009)
A partir de aquí, Tarantino entra en su época, digamos, historicista, yendo más allá de un simple aroma más o menos fuerte a estética y temáticas de los 60 o 70. Esta es la historia de un grupo de guerrilleros judíos estadounidenses en la Segunda Guerra Mundial especializados en misiones puntuales contra altos objetivos nazis. Tiene a Brad Pitt con la mandíbula más cuadrada que nunca, a Diane Kruger como rubia marlenesca y numerosos diálogos políglotas en los que también participan Daniel Brühl o Michael Fassbender, pero sobre todo para lucimiento de Christoph Waltz, al actor austriaco que ganó el Oscar haciendo un delicioso papel de nazi cabrón con extensos parlamentos en cuatro idiomas. Por su parte, Tarantino recibió su segunda nominación a mejor director y a mejor guionista. Su descaro es tal que no tiene empacho en ofrecer un final alternativo a la Historia, con hache mayúscula, sobre cómo murió Hitler.
Django desencadenado (Django unchained, 2012)
Si les gustó lo de «asesinos judíos en la Alemania nazi», prueben ahora el plato siguiente, «spaghetti western en el Sur esclavista». La idea le vino a Tarantino mientras trabajaba en un libro sobre Sergio Corbucci, uno de los principales directores de «italowesterns» de los años 60, entre ellos Django, cuyo protagonista, Franco Nero, hace aquí una aparición especial. Es la película de Tarantino que ha conseguido mayor recaudación, pero también la que ha provocado mayores controversias, ya que a las típicas quejas sobre la violencia se añade aquí la del uso demasiado generoso de un lenguaje racista y de unas escenas de tortura de esclavos que, aunque auténticos históricamente, algunos opinan que no le corresponde a un guionista blanco usarlos, y menos de una forma no expresamente dirigida a la condena más seria y circunspecta. Nominada a cinco Oscars, tiene a Jamie Foxx como esclavo separado de su esposa, a Christoph Waltz de nuevo como lo mejor de la película, en plan cazarrecompensas especializado en esclavos fugados, y a Leonardo DiCaprio (que es como lo escribe él, todo junto) como dandy sureño que usa a sus negros para que luchen a muerte entre ellos. Samuel L. Jackson, Walton Goggins o incluso Don Johnson también participan en el reparto.
Los odiosos ocho (The Hateful Eight, 2015)
Es seguramente la más teatral de las películas de Tarantino, en el sentido de que ocurre casi al completo en un único lugar y tiempo (un albergue perdido en mitad de una ventisca de nieve en Wyoming en 1877), y quizá eso sea porque el primer boceto del guion se filtro al público, Tarantino estuvo a punto de descartar el proyecto, y luego se estrenó como «guion leído» por varios actores en un evento organizado en Los Ángeles. Al final la película se acabó haciendo igualmente, mezclando el Lejano Oeste con el misterio tipo «habitación cerrada» más a lo Agatha Christie, solo que hecho a base de whisky, sombreros anchos, mantas de oso, bigotazos y rifles en vez de entre tazas de té, jardinería doméstica, mayordomos y horarios de trenes. Kurt Russell interpreta a otro cazarrecompensas más, que lleva a una prisionera a ser ejecutada (y a cobrar), pero el invierno se mete por enmedio y acaba encerrado en una posada para diligencias con varios sujetos poco recomendables. De nuevo hay rostros del pasado (Bruce Dern, el padre de Laura Dern), jóvenes estrellas en ascenso (Channing Tatum) y veteranos del repertorio tarantinesco (Samuel L. Jackson, Tim Roth y Michael Madsen). A quien le guste su Tarantino con doble de diálogo, tensión creciente, recorrido largo, sorpresas salidas de ninguna parte y disparos repentinos y contundentes, esta es la suya.
Érase una vez en Hollywood (Once Upon a Time in Hollywood, 2019)
Años 60, época dorada de Hollywood, un veterano doble de escenas de acción, un final alternativo e hiperviolento para un episodio histórico conocido, diálogos largos interrumpidos repentinamente por bruscas y fulminantes escenas de acción, Brad Pitt y Leonardo DiCaprio en el reparto, una nueva rubia despampanante y descalza (Margot Robbie), un retazo recuperado de cosas habituales del pasado que ya no se ven hace tiempo (en este caso el sacar la novela DESPUÉS de la película en vez de al contrario, como el propio Tarantino acaba de hacer)… Quien vaya a menudo al bar de Tarantino ya conoce todas las botellas que usa, visiblemente colocadas detrás de él, pero cada vez es capaz de combinar sus contenidos en diferentes cócteles. «The 9th Film From Quentin Tarantino» (hay rumores de que podría retirarse del todo tras el 10th) sigue al ya mencionado doble (Pitt) por un Hollywood cercano a los hippies y el Verano del Amor, mezclando personajes ficticios como su amigo y estrella en declive (DiCaprio), acechado por el fantasma de que ya no es lo que era, con otros reales como el clan de la «familia» Manson y su ola de violencia alucinada y mal dirigida. En la película Pitt es capaz de hacer que de su personaje resbale todo lo malo que ha hecho o se le supone sin que afecte al espectador, pero en la novela este tipo resulta aún más sórdido de lo que parecía. Que sí, que no se aprovecha de la autoestopista hippie y descalza, pero lo hace por no ir a la cárcel, no por ningún tipo de virtud o generosidad. La crítica la ha recibido muy bien, quizá porque para muchos toca, aunque sea con notas diferentes, una melodía compartida de cinefilia y nostalgia.
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