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Carmelo Gómez: "Lorca era el poeta que mejor trató y comprendió a las mujeres" - Zenda
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Carmelo Gómez: «Lorca era el poeta que mejor trató y comprendió a las mujeres»

Inspirándose en Salinas, Carmelo Gómez cuenta a Zenda que vive en el presente porque sus fuentes son el pasado. Hijo del campo leonés, estandarte permanente de las carteleras patrias durante veintitantos años, se hartó de los tejemanejes intestinos del séptimo arte y se refugió en el teatro.

Inspirándose en Salinas, Carmelo Gómez (Sahagún, 1962) cuenta a Zenda que vive en el presente porque sus fuentes son el pasado. Hijo del campo leonés, estandarte permanente de las carteleras patrias durante veintitantos años, se hartó de los tejemanejes intestinos del séptimo arte —“Es mejor tener malos actores, pero buenos chicos, que buenos actores, pero malos chicos que nos estén dando el coñazo todos los días y que nos saquen los colores”, dijo en una entrevista concedida a El Mundo— y se refugió en el teatro, un ecosistema en el que se pare cada día, mutante, arriesgado y apasionante. Tras protagonizar el “thriller poético” Todas las noches de un día, el intérprete se ha embarcado en A vueltas con Lorca, obra dirigida por Emi Ekai, “un juego o pretexto —según reza la nota de prensa— para romper a hablar en imágenes” sobre el destino, el amor, la muerte o la libertad utilizando como percha al genial poeta granadino, sus mundos, sus recursos y sus fuentes —Cervantes, Lope de Vega, Rubén Darío, etcétera—.

Quedamos con Gómez en un tiovivo por el Parque de Berlín. Razón, aquí: 

—Señor Gómez, ¿qué me puede contar de un caballo llamado “El Rubio”?

—¡Hostias, El Rubio! Es un caballo que tuvo mi padre hace muchísimos años. Siempre estuvo trabajando con pencos y con bichos muy malos en el campo y, de repente, mis padres se gastaron de verdad el dinero y se compraron un animalaco que era capaz de mover todo lo que no podía mover ningún animal. Recuerdo a mi padre yendo a recoger a todos los caballos que se habían quedado atrancados con los carros en los caminos, y nada más llegar El Rubio, se ponía delante de todos ellos, levantaba las orejas y todos iban detrás. No porque fuera el más fuerte: es que todos sabían que con él iba a ser posible. Entonces, todos tiraban a la vez. Era un efecto absolutamente sorprendente. Y terminó en un matadero, como todos los demás. Fue una tragedia.

—¿Con qué caballero, histórico o literario, se siente más identificado?

"Don Quijote es el personaje con el que más me siento identificado, por ser un actor que ve gigantes y molinos"

—Con Don Quijote. Tiene eso de pobre desgraciao, que es lo que captamos a primera vista, pero no deja de ser un camino iniciático, por un lado; por otro, es el camino de la soledad, que tienen que recorrer todos los grandes caballeros. Y es un camino que se hace al andar, como decía Machado. Con lo cual, creo que es el personaje con el que más me siento identificado, por ser un actor que ve gigantes y molinos. Además, me gustaría meterme en un documental de realidad-ficción con él, o sea, hacer algo con su historia.

—Bueno, y si yo le digo El caballero de Olmedo, usted me dice…

—Te digo destino trágico. Destino trágico puro, hecho en verso. Tiene cuatro o cinco momentos líricos de los más importantes de la Historia. Y te digo que es un personaje que he hecho yo.

—Por eso lo mencionaba.

—Cuando lo hice, no tenía ni puta idea de lo que estaba haciendo. De repente, ahora, que El caballero de Olmedo está entrando en nuestro proyecto, aparece el momento de la despedida de su amada, cuando ya él ha triunfado y cuando todos sus anhelos se han cumplido y cuando el mundo está de acuerdo con sus aspiraciones, con sus deseos y con sus sueños, y él sigue teniendo la sensación de que algo grave le va a pasar, es decir, está constantemente anticipando un destino. Al final, consigue que ese destino se produzca en el peor de los sentidos: se despide de la vida constantemente y, al final, la vida le dice: “Ha llegado el momento, tienes que despedirte de todos”. Creo que es un personaje que vive constantemente en ese momento de transición en el que dejamos el cuerpo y nos vamos al otro lado. En ese tránsito, ahí se produce todo El caballero de Olmedo. Y tiene una historia de amor, pero imposible. Y una historia de vida y esperanza, porque es joven, pero imposible. En resumidas cuentas, es lo que más me interesa del personaje como elemento literario. Te da una reflexión sobre la vida y sobre la muerte. Hoy, hablar de la muerte es tabú. No se puede hacer, estás loco. Todo es vivir, botellón y punto. Pero la reflexión sobre la muerte nos da un punto de vista sobre la vida.

—¿Es don Dinero el caballero más poderoso?

—No lo es, pero se ha cogido los hábitos y es el que más ruido mete. Pero no es el más poderoso. Es mucho más poderoso que don Dinero la propia muerte.

—Apocalipsis, 6, 8: “Y miré, y he aquí un caballo amarillo: y el que estaba sentado sobre él tenía por nombre Muerte; y el infierno le seguía”.

"Tenemos el mito del dinero que lo resuelve todo y, fundamentalmente, creo que lo tenemos ahí porque nadie lo tiene, ni esperanza de tenerlo nunca"

—Y otro es la Peste, que no quiero decirte en este momento lo importante que es. O sea, que don Dinero está muy bien, pero nos damos cuenta de que cuando lo tienes para vivir abiertamente y poder hacer lo que te apetezca, viajar, conocer, te das cuenta de que qué haces con el resto del día, y ahí sí que te das cuenta de que el dinero no sirve para gran cosa. Pero bueno, es un mito. Tenemos el mito del dinero que lo resuelve todo y, fundamentalmente, creo que lo tenemos ahí porque nadie lo tiene, ni esperanza de tenerlo nunca (risas).

—Permítame otra pregunta, digamos, bíblica. En el capítulo 3 del Eclesiastés, leemos: “Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo: un tiempo para nacer, y un tiempo para morir; un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar”, etcétera. ¿En qué tiempo se encuentra ahora Carmelo Gómez?

—(Piensa) Estoy en un momento de tránsito. No hacia la muerte, sino hacia otra cosa. Estoy en un momento de caminar. Haciendo camino. Y, cada vez, más consciente de que estoy en un bosque ignoto donde nos estamos moviendo. Podría darme vértigo, y no quiero dejarme llevar por el pánico. A nivel existencial, ahí estoy; a nivel personal estoy cómodo. No tengo la premura del dinero ni de la posición social para poder seguir adelante. Ni siquiera del prestigio. No me importa. Quiero hacer cosas que me guste hacer. En ese sentido, estoy muy cómodo. Creo que es el momento más cómodo de mi vida. Por otro lado, claro, por el hecho de tener una serie de años, bajan algunas capacidades que tenías, y eso hace que te replantees en qué momento de la vida estás y cómo eres capaz o no de aceptarlo.

—Antes de que se me olvide: le hice tantas preguntas sobre caballos y caballeros porque son muy importantes en A vueltas con Lorca.

"El caballero, como el caminante, es una especie de héroe épico que camina en soledad. En el fondo, todos hacemos eso"

—A lomos de caballo van los caballeros hacia un destino. El caballero, como el caminante, es una especie de héroe épico que camina en soledad. En el fondo, todos hacemos eso. Como elemento simbólico, el caballo ha estado siempre muy presente en toda la literatura. Tiene una implementación clara con nuestra existencia, con el devenir, con la vida. En el fondo, todos estamos buscando compañía, pero hay un camino que hacemos solos. Y ese camino, vuelvo a decir, por bosques ignotos, diferencia a unos y a otros. El caballero, al final, tiene un caballo para andar. No es sólo un caminante que va a pie. Y en El Quijote, y esto lo leí hace muy poco, en el capítulo 12 o 14, Sancho le pregunta al Quijote: “¿Y ahora dónde vamos?”. Y responde: “Donde quiera Rocinante”. Es decir, el caballo es el que nos lleva a ese destino. Hay una fuerza superior, una fuerza hermosa, por un lado, pero por otro es obstinado y tozudo, como es un equino, que nos lleva hacia un destino que puede estar más o menos escrito. Un destino trágico: tenemos que acabar donde acabamos. A los 100 años, tós calvos (risas).

—El agua también es un elemento temático relevante.

—Claro. El agua y el caballo van a tener el mismo significado: es devenir. Y volvemos a los grandes clásicos: el agua que amanece es para Federico García Lorca como la ingenuidad, como las fuentes claras donde el agua es transparente, no necesita ningún tratamiento, baja alegre por las laderas, por los valles, llega a los ríos, y ahí llega el poeta y dice: “Nuestras vidas son los ríos”. Y el río pasa por puentes. El puente, en Lorca, es otro elemento muy importante. Cruza por ahí a velocidades supersónicas, aunque no lo creamos, y cuando nos damos cuenta, está en la desembocadura. Nosotros enganchamos con esa desembocadura, que es el destino otra vez, implacable, pero nos dice Machado que también se hacen caminos sobre la mar. Ese hálito de esperanza le damos: con el morir no se acaba todo.

—“Sí, tu niñez ya fábula de fuentes. (…) Es la niñez del mar y tu silencio / donde los sabios vidrios se quebraban”.

"Lorca decía que la niñez era la mayor de las sabidurías. La niñez no: la ingenuidad, que está entroncada con la niñez"

—“Tu infancia en Mentón”. Es un poema magnífico de Federico que parte de un verso de Jorge Guillén. Lorca decía que la niñez era la mayor de las sabidurías. La niñez no: la ingenuidad, que está entroncada con la niñez. ¿Qué es el agua clara? Es muy curioso: Federico termina haciendo ese recorrido circular. Él dice que quiere volver a la infancia, “quiero morir siendo ayer, quiero morir siendo amanecer, quiero morir lejos del mar, quiero morir siendo manantial”. Está enterrado, dicen, al lado de la Fuente Grande, en Alfacar. Es alucinante esto. Y es escalofriante. Realmente, te das cuenta de la fuerza que tiene nuestro pensamiento para llegar a cumplir, como el caballero de Olmedo, un destino que él mismo tenía diseñado. Sin él saberlo, estaba yendo hacia ahí.

—¿Recuerda cuándo vio el mar por vez primera? ¿Qué sintió?

—Fue en Gijón. Me llevó mi tía Lucinia, ya murió la mujer. Nos llevó a todos los sobrinos, iba cargada de sobrinos (risas). Era la única soltera. Y recuerdo unas olas inmensas. Me parecía que estaba como recién nacido, como si ahí empezase mi ruta. Era tan sorprendente… No recuerdo haber visto nunca nada con tanto asombro. Era un día gris, lluvioso, con unas olas impresionantes… Había ese vaho que sale de las aguas, que lo inunda todo, una niebla permanente… y era agua de mar flotando por el ambiente. Cuando ves el mar por primera vez, no lo puedes olvidar jamás. Es uno de los momentos más importantes de una vida y, posiblemente, por eso queremos volver a él. Yo he sido buceador también, me he metido debajo del mar. Hicimos la película La carta esférica, de la novela de Arturo Pérez-Reverte, y aprendí a meterme debajo. El mar tiene ese doble juego: por arriba está lo superficial y da una sensación de paz, pero, realmente, lo inquietante del mar es la profundidad que tiene. Lo profundo y lo superficial son necesarios: el uno no podría existir sin el otro. Son los contrarios necesarios. La vida está hecha de contrarios. No entender a los contrarios es no entender el mito. Cuando decías antes el verso de las fuentes, “fábula de fuentes”, en realidad todas las fuentes de Federico García Lorca son su tradición popular, el gusto por la observación de las cosas, y luego las fuentes, que termina absorbiendo de la tradición culta. Combina los elementos y los trae al hoy, al día a día de ese momento, hasta llegar a convertirse, sin ningún problema, en un vanguardista… cuando todas sus fuentes son clásicas.

—De hecho, en la obra no sólo navega Lorca: también lo hacen Quevedo, Cervantes, Rubén Darío, Lope de Vega…

"Hay una serie de personajes que están al lado de Federico que había que traer porque son las fuentes. Digamos que ellos despiden al poeta cuando él mismo traza su propia vida"

—Claro. Estamos hablando de Salinas, que tiene un montón de referencias poéticas para explicar el valor del verso medido de su época. Esa influencia de Rubén Darío, que es el dios Pan, el que viene a tocar la flauta para que el resto de las cabras bailen al filo del bosque. Está Cervantes, que es uno de los que recopila toda la sabiduría popular y que fue, para todos los demás, una influencia importante. Neruda fue un amigo. Machado, que hizo caminos. En fin, hay una serie de personajes que están al lado de Federico que había que traer porque son las fuentes. Digamos que ellos despiden al poeta cuando él mismo traza su propia vida. Llega un punto en que se tiene que despedir de ella, y se despide de sus fuentes. Entonces, traemos a Cervantes, a Lope de Vega, a Quevedo… traemos a todos los poetas que consideramos influencias importantes en Federico para despedirlo en el bosque. Y, por supuesto, El caballero de Olmedo ocupa un lugar hegemónico en esa historia. Y Cervantes, con su carta de despido de la vida.

—Y Poncia, Adela, Yerma, la casada infiel… ¿qué peso tienen las mujeres en A vueltas con Lorca?

"La grandeza de Lorca es que lo escribe todo, como Cervantes"

—Esto empezó siendo un encargo, hace ya mucho tiempo, cuando empezaba la historia del homenaje a las mujeres constante. Entonces, a alguien se le ocurre que, en ese momento, la familia de Lorca ya perdía los derechos sobre su obra, y que Lorca era el poeta que mejor trató y comprendió a las mujeres, por lo menos a las de aquella época. Entonces, me hicieron un encargo de una lectura en la que estuviesen muy presentes las mujeres. Yo, obviamente, agarré trozos, sobre todo, más que de la poesía de su dramaturgia: la Bernarda, Yerma, doña Rosita… Con eso hicimos una lectura donde se daba un valor especial al entendimiento que Lorca tiene con la mujer, que es grandísimo. De hecho, Lorca, además de ser homosexual, tiene una relación muy estrecha con el hogar, con esa madre que termina siendo la Luna, la Luna seria que hay cosas que no le deja hacer y que le reprende, pero que también le lleva al otro lado de la mano, como al niño de la fragua. Luego están las criadas, que son ancestro totémico, casi un personaje trágico. Son el corifeo. Ellas avisan, saben lo que va a pasar. Están constantemente diciendo: “No hagas esto, no hagas lo otro”. Hay personajes femeninos muy importantes heredados de Lope de Vega, curiosamente. Porque Lope de Vega era otro personaje de la literatura mundial que entiende a las mujeres, sobre todo a las mujeres españolas, de una manera especial. En el caso de Lope de Vega, como seductor. Y creo que Lorca es heredero de eso también. Y ya, para terminar, decirte que Lorca estuvo siempre con las criadas y con las matronas. Tenía una amiga, su amiga del alma, que era muy pobre, y cuando se tenía que cambiar de ropa no podía salir, porque la ropa que llevaba se la lavaba su madre y, hasta que se secaba, la niña andaba desnuda por casa. Entonces, él sabe de la pobreza, y que quienes peor la sufren son las mujeres. También es verdad que jugaba con su hermana en el desván y allí pasó muchísimas horas… Era un gran conocedor de la mujer. Y lo escribe. La grandeza de Lorca es que lo escribe todo, como Cervantes.

—¿Hasta qué punto se expone usted en esta obra?

"Por los defectos te pueden censurar, te pueden quitar del medio. Pero ahora he descubierto que en la fragilidad está la fuerza"

—Todo, todo. Es una permanente exposición. La vida es exposición permanente. Antes, quizá tenía miedo a que se me viesen las taras, los defectos… Por los defectos te pueden censurar, te pueden quitar del medio. Pero ahora he descubierto que en la fragilidad está la fuerza. O, por lo menos, un determinado tipo de fuerza que, en este momento, me interesa. Quizá porque tiene que ver con ese momento del que te decía: pierdes ciertas cualidades que antes tenías de sobra, ahora tienes que concentrarte más… Pero, para mí, subir al escenario… Primero, decir todos esos versos, que es hora y veinte diciendo no todo el rato versos, porque lo combino con comentarios como estos que estamos haciendo ahora, con alguna cosa sobre actualidad, algún chiste sobre política, la pandemia y todo el lenguaje terrible que hemos tenido que aprender… ese tipo de cosas, las voy combinando con los versos y hago que todo tenga que ver con todo. La exposición consiste en que sé cómo empieza, pero no tengo ni idea de cómo puede acabar. Sí. Hay días que me entran versos de Salinas; otros días, viene Quevedo; otros, Quevedo no aparece… El relato lo hago igual, pero van cambiando las piedras donde pones los pies. Eso crea un cierto desasosiego porque dices: “¿Dónde me meto?”. No hay un texto aprendido, un texto fijo, más allá del texto de Federico. Entonces, arrancar da vértigo. Y la preparación que hago es de las más fuertes y sólidas que he hecho en mi vida: preparación de voz, canto, bailo, sudo, río… hago de todo para abrir los chakras e ir al riesgo total. Ese es el objetivo que tengo.

—¿Qué ha aprendido representándola?

—No te lo podría decir enumerándolo. No puedo poner límites a cosas que son tan abstractas. He aprendido un concepto del amor que no tenía. Al amor nunca terminas de conocerlo. Decía Machado que “el amor son los otros”. Creo que hay algo de eso, que lo que hay alrededor es lo que hace que tú existas. Si no fuese por eso, no existirías, no serías nada.

—Yo me quedo con ese verso de Lope: “Beber veneno por licor suave”.

—Sí, ¡cómo define el amor ahí!

—Es uno de los poemas más hermosos de la Historia: “Dar la vida y el alma a un desengaño; / esto es amor, quien lo probó lo sabe”.

"Amor no es solamente el otro, sino el otro y su contrariedad"

—¡Es que son todos los contrarios! Es hacer que los contrarios convivan. ¿Cómo decía Lorca? Más o menos, así: “El poeta sabe que todos los senderos son imposibles. Por eso, de noche, va por ellos en calma”. Asumir la asunción de que el baile de amor y muerte es un baile absolutamente necesario e imprescindible, y son dos contrarios. Y parece que nosotros los queremos separar. Si no, nuestra lógica no los puede colocar a cada uno en su casilla.

—Seguramente, el oxímoron es la figura retórica más utilizada en nuestra poesía clásica.

—Nadie como Lorca para hacer que un oxímoron sea una forma imprescindible de definición de un objeto: lo que sabemos de él y su contrario. Por ejemplo: amor no es solamente el otro, sino el otro y su contrariedad. Aquel que nos lleva la contraria, aquel que es distinto a nosotros. Si no, seríamos almas gemelas…

—Y eso sería un coñazo.

—¡Totalmente! ¡Seríamos como las hormigas! Todas haciendo el mismo oficio; matas a una, pero todas siguen haciendo lo mismo… Es decir, que no hay individualidad, y sin individualidad no me parece que pueda haber un concepto de amor. Mira, también he aprendido a utilizar los elementos conocidos, clásicos, por decirlo de alguna manera. Salinas decía que el pasado propone y el presente dispone. Yo vivo en el presente porque mis fuentes son el pasado. El problema de la juventud es que tienes poco pasado todavía. Y para mí eso es un problema: con todo el pasado puedes hacer un presente riquísimo. El presente no es lo que estás viviendo en el momento sin ninguna trascendencia. Creo que la trascendencia es fundamental. Y la trascendencia no es hacia el futuro: es también del pasado.

—Permítame salirme del guion: hace unos días, la vicepresidenta Carmen Calvo celebró en Twitter la “estupenda obra” y la “fantástica” interpretación de Juan Diego Botto “y demás actores y actrices” en Una noche sin luna. El actor Sergio Peris-Mencheta le respondió: “Es un monólogo, ministra”. Esto, ¿qué denota?

"Nosotros y todo lo que nosotros representamos está ya maldito. Es decir, la cultura es innecesaria y ya está"

—Bueno… Lo primero que denota es que nosotros y todo lo que nosotros representamos está ya maldito. Es decir, la cultura es innecesaria y ya está. Denota una falta de respeto, de interés y de asombro. Una falta de humanidad extraordinaria. Y, sobre todo, ¡hostias! ¿Dónde están los asesores de esta gente? Porque pagan un pastón a la gente que tienen alrededor. ¿Dónde coño están? Es un monólogo, pero mira, yo le voy a dar una idea. Ella podría decir ahora: “No, es por la cantidad de gente que él trae a través de los versos de Federico” (risas). Porque es imposible hablar de Federico sin traer a un montón de gente que vivía con él. Es una pena. Es una pena la situación que estamos viviendo a nivel político.

—¿Lorca es un personaje que sólo podría ser español?

—Es eminentemente español, aunque luego tenga un corazón panorámico, es decir, siempre tiene una perspectiva universal. Pero es 100% español. Y además, con muchísimo ahínco, con muchísimo amor a sus tradiciones, a sus noches, a sus lunas, a sus mares, a las gentes, a esas gentes tan contradictorias. Él dice: “Los españoles de alcoholes duros y perfiles claros”. Es lo de al pan, pan, y al vino, vino. Siempre queremos que los perfiles estén definidos.

—¿Tenía razón Ángel González cuando decía que “la Historia y la morcilla de mi tierra: / se hacen las dos con sangre, se repiten”?

—(Risas) Sí. Es una mala digestión. No lo podemos resolver, parece. Tenemos que volver otra vez ahí. ¿Sabes? La cuestión es la ignorancia. Lorca habla mucho de la sangre, y la sangre es una fuerza, es un movimiento, es un impulso, es pan. Pero, claro, la sangre tiene que ser conducida, no puede desbordarse. Cuando la sangre se desborda, perdemos por completo todo. Perdemos las orillas, perdemos estructura, nos perdemos a nosotros mismos y matamos.

—Un derrame.

—Un derrame. ¿Y por qué se repite? Eso es lo verdaderamente terrible. Y yo creo que es por la ignorancia, que nos educan para ser idiotas y eso nos conforma, estamos muy cómodos. “Ay qué bien se está siendo idiota”. Porque no se entiende lo que está pasando. Ahora tenemos esta pandemia y yo no comprendo el comportamiento humano. No me esperaba esto. Me esperaba que no iba a ser todo coser y cantar, que iba a haber gente a la que iba a ser muy difícil convencer de que esto era una cosa de entre todos, pero lo que realmente parece anecdótico es que hay alguien que piense que lo podemos arreglar entre todos. Aquí, cada cual está a lo suyo. Como si nada estuviese pasando. ¡Es una pandemia! ¿Por qué somos tan cenutrios? PAN-DE-MIA. Es uno de los momentos más difíciles de la Historia del ser humano, y lo tenemos que resolver con inteligencia, con empatía, entre todos. Porque nos hará más grande y no más idiotas. Estoy muy enfadado con esta historia.

—¿De qué salva la cultura —si es que salva de algo—?

"La cultura nos salva de los miedos, de las contradicciones, de las amenazas, de las mentiras… Joder, nos salva de los engaños, de la frustración"

—¡Claro que nos salva! Nos salva de los miedos, de las contradicciones, de las amenazas, de las mentiras… Joder, nos salva de los engaños, de la frustración. La cultura nos salva, es fundamental. ¿Qué ministra mencionaste antes?

—Carmen Calvo.

—Joder, me extraña mucho que haya metido la pata de esa manera. Por lo menos, cállate si no la has visto. ¡Si no van nunca al teatro! Desde que tengo uso de razón, al principio sí recuerdo que alguien decía: “Está Fulano, está Mengano”. Ahora no va nunca nadie a nada: ni el Rey, ni la Reina ni Dios bendito. Aquí no viene ni Dios. Dan una subvencioncita para que tengamos ahí un quehacer, y se acabó.

—Vamos acabando, señor Gómez. ¿Es mejor un hombre que lee que uno que no lo hace?

—La duda ofende. Absolutamente, esté donde esté y lea lo que lea. Leyendo siempre queda la esperanza de que, de repente, encuentres la Piedra de Rosetta sin tú quererlo. Porque está ahí, impresa en los libros.

—Y, para terminar: ¿dónde y cuándo se puede ver A vueltas con Lorca?

—Nos vamos a ir a La Abadía, definitivamente, aquí en Madrid. Lo llevamos haciendo ya dos años y medio por toda España, pero nos venimos a Madrid, a La Abadía, y estamos hablando con más teatros. Claro, nosotros no hemos tenido la suerte de dar con los teatros nacionales, pero iremos a teatros más pequeños, con un público menos numeroso, más especial, y esto será en noviembre, de momento, ocho días. Dos semanas. Pero veremos lo que pasa, porque me da muchas sorpresas.

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Jesús Fernández Úbeda

Jesús Fernández Úbeda (Ciudad Real, 1989) es periodista por obra y gracia —o desgracia— de la Universidad Complutense de Madrid. Escribe en Zenda y en Libertad Digital. Además, ha cubierto un par de giras de Enrique Bunbury y escribió el press release de su último álbum, Expectativas. También hizo de compilador, o como se diga, en El último pistolero, de Raúl del Pozo. Aterrizaje forzoso (Cultiva Libros, 2018) es su primer libro. En Twitter @jfubeda89

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