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La (in)salvable senda del dolor - Miguel Garrido de Vega - Zenda
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La (in)salvable senda del dolor

Byung-Chul Han (1959) también tiene algo de profeta, aunque su reino sí sea de este mundo. En La sociedad paliativa (Herder Editorial, 2021), el filósofo surcoreano radiografía las causas que han conducido hasta un presente en el que la vida ―reducida a proceso biológico, a constante estado de felicidad― se ha absolutizado, y analiza las...

Cuentan que fue el propio Siddhārtha Gautama ―más conocido como Buda― quien anticipó una de las frases que, milenios después, más se escucharían en centros psicológicos de todo el planeta: «el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional». En suma, no podemos escapar de las experiencias negativas asociadas al primer golpe ―y es bueno que así sea―, pero sí podemos elegir qué sentiremos al recordarlo. Al margen de cuánta verdad percibamos en las palabras del sabio, ¿qué pensaríamos si nos dijeran que también el dolor es evitable? El transhumanismo, con David Pearce a la cabeza, predica bondades tecnológicas que prometen desterrar males físicos y psíquicos por igual; no hace falta, sin embargo, transformarse en un cíborg ni llamarse Roy Batty para advertir que ya hoy, en el siglo XXI, libramos una cruzada contra la tristeza, la enfermedad y la propia parca. Contra lo malo de ser humano.

Byung-Chul Han (1959) también tiene algo de profeta, aunque su reino sí sea de este mundo. En La sociedad paliativa (Herder Editorial, 2021), el filósofo surcoreano radiografía las causas que han conducido hasta un presente en el que la vida ―reducida a proceso biológico, a constante estado de felicidad― se ha absolutizado, y analiza las consecuencias de seguir rehuyendo aquello que nos daña.

"El concepto de la algofobia, o miedo atroz al dolor, impera en nuestros días"

Así, parte del concepto de la algofobia o miedo atroz al dolor que impera en nuestros días, y se sirve de once capítulos breves para describir cómo sus ramificaciones alcanzan una profundidad insospechada: la sacralización de la propia salud —de la supervivencia— por encima de todo y de todos termina por anestesiarnos frente al hecho mismo de vivir. No es casual que este mandamiento venga de la mano de otro aún más inflexible; la obligación de sonreír, de ser feliz, articula una sociedad del «me gusta» que no tolera los sentimientos adversos y que cosifica cuanto encuentra, llámese arte, espiritualidad o política. Porque todo —¡sorpresa!— se supedita a los designios de un dios que no es otro que el del rendimiento sin pausa, un dios voraz al que no le gustan las trabas, la demora, los noes. Y, ay, qué mayor afrenta para el crecimiento ilimitado que un cuerpo que se queja, se rompe, se cansa y se deprime, que grita de rabia y de pena, que llora y que muere.

Igual que el israelí Yuval Noah Harari (1976), otro habitual en los estantes de divulgación, el surcoreano suele dedicar parte de sus tesis al dataísmo, que empequeñece al ser humano a la escala de unos y ceros hasta privarlo de sentido. Han, no obstante, se nutre de conceptos extraídos de su obra previa ―la (auto)explotación capitalista como sinónimo de autorrealización, o la total abolición de la intimidad gracias a ese Hermano Mayor digital, amigable y seductor, que no necesita violentarnos para conseguir sus objetivos― y de citas de sus pensadores de cabecera ―viejos conocidos como Heidegger, Jünger o Nietzsche, e incluso literatos como Kafka y Proust― para meter el dedo en la llaga: si reducimos el dolor a una circunstancia médica y privativa de cada individuo, a una molestia sin sentido que debe solucionarse igual que quien cambia un neumático, estaremos olvidando su alta transmisibilidad anímica y su potencial para reflejar problemas socioeconómicos. Y lo que es peor: lo ahogaremos hasta hacer imposible su crítica —e incluso su pensamiento.

"La clave de este pequeño ensayo es que renunciar al dolor nos iguala en el mal sentido, nos convierte en meros receptáculos del monstruoso caudal mediático"

Hablando de críticas, se suele objetar el argumentario dicotómico de Han, su carencia de respuestas a las preguntas que plantea —aunque no sea esta tarea del filósofo, sino, más bien, del sacerdote y el coach motivacional— o la pasividad a la que parece incitar su filosofía. Pero el de Seúl, afincado en Alemania desde hace décadas, no glorifica al homo doloris ni evoca el tiempo de los mártires; le basta con recordar que estamos ante una fuerza elemental transformadora que —por ahora— no desaparece, y ante la lente más clara a través de la que observar cuanto nos rodea. También hay sitio para la pandemia, que no ha hecho sino intensificar la histeria algofóbica, aislarnos y posibilitar un «régimen biopolítico de control policial» de tintes globales. ¿Preferimos un confort insustancial a una libertad con espinas?

La clave de este pequeño ensayo es que renunciar al dolor nos iguala en el mal sentido, nos convierte en meros receptáculos del monstruoso caudal mediático, nos amansa para amoldarnos a la maquinaria del consumo y, en última instancia, nos hace mucho más susceptibles de control. Porque la verdadera felicidad, si es que tal cosa existe, tiene la misma textura que las lágrimas resbalando por el rostro del replicante de pelo platino para luego perderse en la lluvia —y las lágrimas siempre duelen.

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Autor: Byung-Chul Han. Traductor: Alberto Ciria. Título: La sociedad paliativa. Editorial: Herder. Venta: Todostuslibros y Amazon.

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Miguel Garrido de Vega

Miguel Garrido de Vega (1989) es escritor y abogado. Además de Zenda, colabora con medios como El Asombrario, Games Tribune Magazine o Kaibun. Su novela 'Meigallo' (2017) resultó finalista en los Premios Ignotus 2018. Sus relatos se han publicado en editoriales como Salto de Página, Pulpture u Orciny Press y han sido premiados por el Ayuntamiento de Ferrol, Bibliotecas Públicas de Madrid o Eurostars Hoteles, entre otros. Interviene en podcasts como *terror añadido, Vuelo del Cometa o Noviembre Nocturno y es parte del estudio de videojuegos Night Council Studio.

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Ait
Ait
3 años hace

Pues que quiere que le diga señor Olmos, como la mayoría de filósofos y la mayoría del academicismo y de la gente en la actualidad. Nos enseñan así, dices algo y a continuación una frase de alguna «autoridad filosófica» para darle mas peso a tus palabras. También habría que tratar el tema porque si citas, mal, si no citas, te pueden acusar de plagio. Ya Descartes (espero que se me permita la cita) decía algo así como: cualquier cosa por extraña que parezca lo más seguro es que haya sido dicha antes por algún filósofo. Eso en el siglo XVII, a día de hoy seguro será todo peor. Siendo como es usted, si se fija un poco seguro que encuentra lo mismo en políticos, comunicadores, redes sociales, etc.,etc.

Pablo75
Pablo75
3 años hace

«El truco (noten lo recriminatorio) me recuerda a la técnica (noten lo no recriminatorio) de Enrique Vila-Matas en algunas de sus novelas. Del mismo modo, el personaje hace algo o piensa en algo, sombreros, viajes, pájaros, y luego trae una cita adecuadísima del Monsier Teste o de Katherine Mansfield. Leyéndolo mucho te acabas por dar cuenta de que la cita iba primero, y que Vila-Matas ha creado una situación narrativa propiciatoria de la cita. También queda muy bien, pero no roba ni denigra: reutiliza y resignifica.»

Vila-Matas hace cosas mucho peores, como sencillamente plagiar: en sus libros pueden encontrarse citas ajenas sin comillas. Tiene incluso libros, como «Dietario voluble», que parece una traducción del francés.

ricarrob
ricarrob
3 años hace

Bueno, Sr. Olmos, no le quiero enmendar, pero opino que no me importa que Byung-Chul Han copie o no, cite o no de otros filósofos o de otros autores. En mi opinión, lo hace estupendamente. Lo importante para mi, de él, no es esto sino que refleje con exactitud la desequilibrada y decadente sociedad actual. «La sociedad del cansancio» y «La espulsión de lo distinto» creo que son, en concreto, dos de sus obras más inquietantes y que nos hacen parar y reflexionar sobre lo que estamos creando. Sigue en la línea, con muchos más matices y ampliándola, de Bauman y creo que también de Foucault. Su descripción de cómo es el trabajo actual y la sociedad hiperconectda está en la línea del panóptico de Foucault, actualizado a las nuevas esclavitudes y vigilancias. Creo también entrever en su obra una referencia ética a la línea de Habermas. Leyéndole, nos hace preguntarnos por nuestra propia identidad , diferenciada o no del panel amorfo, de la homogeneización que nos convierte en productos de consumo fabricados en serie, usados y tirados. Nos hace desear convertirnos, de nuevo, en personas. Y sean bienvenidos estos nuevos filósofos orientales que como Yuk Hui (Fragmentar el futuro) es necesario leer reflexionando. Le animo a usted a escribir otra columna sobre él.

DIEGO Rodolfo
DIEGO Rodolfo
3 años hace

Sospecho que «la desaparición de los rituales» (que me encantó) se basa en el sociólogo alemán Ferdinand Tönnies (aquel de comunidad y sociedad) aunque no figura en sus fuentes bibliográficas

Última edición 3 años hace por DIEGO Rodolfo
Gerardo Pérez
Gerardo Pérez
3 años hace

La tragedia de la naturaleza humana, la envidia. En fin subirse a la fama de Han, debe redituar algo

LuisLopez
LuisLopez
3 años hace

Coincido. Cada libro de Han, vuelve una y otra vez sobre las mismas ideas donde la sociedad capitalista y neoliberal son horribles y los seres humanos pusilánimes autómatas dominados. Aun así, hay que reconocerle que sin llegar a ese extremo, ciertas ideas en Psicopolitica, acerca del “hombre de rendimiento” y el cambio de paradigma de la explotación hacia la auto explotación, son atractivos.

sandra
sandra
2 años hace

Gracias inmensas Sr. Olmos por este artículo. Cuánto me alivia encontrar estos pensamientos. Cuando seguidamente refieren santificando algún autor, ya empiezo a dudar. Mas si está «tan» de moda. Cursos que hago vía zoom, aparece este sr. ¡Basta! Dame tu idea, no la de Biul nosécuanto. Disculpas mi ignorancia, tal vez es supremo, pero tanta parafernalia de moda, automáticamente me genera duda..

Última edición 2 años hace por sandra

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